El Gran Hermano de George Orw... digo de Pujol.
Un castellano muy deficiente (andaluz)
Arcadi Espada
Querido J.
La otra tarde, de vuelta del paseo, pensé que podríamos añadir a nuestra correspondencia habitual algún suelto periódico que tuviera como asunto la crítica de la nación, acaso el tema más delicado que exista, según escribió Cadalso. A ello me pongo sin más, sabiendo de tu indulgencia para con mis arranques.
Unas pruebas, áridas y desastrosas, de lo que ha sido y sigue siendo la nación están a la vista de cualquier ciudadano en el número 635 de la Gran Vía de Barcelona. Hay allí un edificio, sede del Departamento de Economía y Finanzas de la Generalitat, y en el Departamento, un adosado que corresponde a un Centro de Estudios de Opinión.
El lugar es confortable y está bien iluminado y, desde hace un par de semanas, pasan muchas horas encerrados en él los periodistas locales que se dedican a la política. Su director es Gabriel Colomé, antiguo compañero de Universidad, que ya era un buen muchacho hace 25 años.
De un modo extremadamente profiláctico, como si temiera el contagio, el señor Colomé pone a disposición de cualquiera -basta la presentación del DNI- los 175 informes encargados, entre 1983 y 1997, por el Departamento de Presidencia de la antigua Generalitat pujolista.Tratan sobre los aspectos más diversos de la vida de los catalanes, puedes consultar los títulos, ordenados por años, en http://www.idescat.net/cat/idescat/estudisopinio/rpeo/R-306.pdf . No deberías dejarte llevar por las apariencias: algunas personas que han echado un vistazo general aseguran que los informes más estupefacientes llevan un título más bien anodino. La tentación de darse importancia, tan prominente entre los nacionales, ya ha concretado que esos informes son la muestra más acabada del Gran Hermano -el de Orwell, subrayan cómplices- que instauró el pujolismo. No, claro que no: les falta vuelo y audacia, como suele suceder aquí; pero en su mediocridad provinciana se advierte una inexorable maceración totalitaria.
Fui hasta la oficina empujado por las dispersas noticias de periódico referentes a uno de los informes, concretamente el clasificado con el código PO207 0003 0000 CCRTV 1993, que trata sobre la programación de la radio y la televisión públicas. Lo que se había publicado me parecía irresistible; y sospechaba que un conocimiento directo, lento y cuidadoso del texto iba a proporcionarme grandes satisfacciones perversas. No puedes imaginarte hasta qué grado.
Te guardo, para cuando vuelvas por aquí, una escogida floresta fotocopiada. Su autor es anónimo. El totalitarismo tiene que ver con ese carácter: buena parte del informe son denuncias sobre periodistas desviados que el Gobierno hizo suyas.
Anónimo quiere decir, también, perfectamente diluido en la masa.He conocido a más de dos docenas de catalanes con esa prosa y con ese aliento, y tú aún has conocido a más. Al hombre -y es un varón, o un macho como mínimo: en un pasaje del informe, ya en confianza, asegura que está «avorrit com un lluç» («aburrido como un merluzo»- le encargaron un informe sobre la programación. Tiene dos partes: una empírica, donde se analizan algunos programas representativos por una u otra razón, y unas conclusiones generales. Empecé por éstas. Me sorprendió, como una trompada, la confianza entre emisor y receptor. Lee: «En algún programa de debate sobre temas de actualidad (Scánner) se nota poca dirección por parte del conductor del espacio. Su pretendida «asepsia» [mira bien esas comillas: está erecta toda la desconfianza del relativista] informativa es exagerada».
Antes había escrito sobre otro programa: «Se critica una cierta tendenciosidad del presentador de los noticiarios que no hace ningún favor a la idea nacionalista».
Lo habrás visto: la asepsia es la tendenciosidad. Pero todo esto no tiene, claro está, ninguna importancia. Lo que me sorprendió, insisto, fue la confianza; la evidencia de que el autor del informe sabía perfectamente para quién escribía y no tenía necesidad alguna de discreción. En la primera página había anotado «Confidencial» con grandes letras. Y es debido al establecimiento de ese ámbito de intimidad que el informe cobra su extraordinario valor.
Intimidad, no solamente en la crítica. Respecto a un programa cultural de las noches de Catalunya Ràdio se alaba la actitud del presentador: «El escritor Joaquim Solé hace un programa, medio en broma medio en serio, donde habla frecuentemente de las cuestiones catalanas llevadas al terreno literario, haciendo parodia de los castellanos y sus imposiciones en el seno de nuestra sociedad y de nuestra cultura ( ) y así todo un conjunto de opiniones que, a mi entender, son beneficiosas para nuestras tareas normalizadoras y pedagógicas».
En un momento de la lectura llegué a pensar lo que ahora estás pensando: un saboteador que esperaba su momento, y que este momento ha llegado. Pero no. Su prosa está gastada, su sutileza es nula, sus confesiones emocionan como un calcetín usado. Mira: le perdona a un Andreas Faber Kaiser su alemán acento irrevocable, porque dirige un programa esotérico. Y escribe el desgraciado: «Personalmente, lo encuentro bastante interesante; puede que sea porque a mí estos temas me entusiasman». Su confesión induce a pensar que aún distingue entre el esoterismo y el nacionalismo. Pero sí, lo llegué a pensar. Mira esta expansión: «En general, se considera que la mayoría de programas trivializa los valores humanos: todo es divertido y todo vale mientras nos lo pasemos bien. El hedonismo y la antitrascendencia se encuentran en primera línea».
¡El hedonismo! Este istmo de capellán franquista. Aunque, a veces, ya te digo, vive momentos inolvidables. Pide poco, el asceta. Le basta con unos dibujos animados que entonen la canción vernácula de aniversario: Per molts anys ya empieza a sustituir en muchos hogares a la castellana Cumpleaños feliz.
El informe tiene dos malas noches. Es posible que hubiera datos objetivos o que nuestro hombre las encarara mal. La primera mala noche se la da un programa sobre el nazismo. Mediante una prosa aglomerada, puro hormigón, nuestro hombre va describiendo sus alucinaciones. Conforme van apareciendo nazis, él va viendo nacionalistas catalanes. Pero no es él, claro. Es la mano negra e infiltrada que ha destilado en el programa su veneno analógico. Presa de la desesperación escribe: «Es muy importante que se eviten reportajes como el que nos ocupa [ ], y esto es precisamente lo que 'esta gente' que tenemos 'infiltrada' [le cogió pudor y la preservó con comillas] en nuestros medios de comunicación, a veces hasta niveles ejecutivos y decisorios, no quiere que suceda [ ]. Hay que controlar lo que se anuncia en nuestros medios de comunicación, los cuales son, o mejor podrían ser, un buen instrumento -si se utilizaran como Dios manda y obviamente a nuestro favor-».
La noche siguiente, tétrica, se produjo ante un programa de debate dedicado al sida. Mira: «La primera actuación por parte de los solidarios la protagonizó un hombre afectado por el sida que hablaba en un castellano muy deficiente (andaluz)». El hombre explicó su drama. Y el nuestro, distinguiendo de inmediato entre catalanes y los que hablan andaluz, se pregunta: «¿No hay ningún catalán que pueda decir lo mismo?». La noche empezó mal pero sigue peor: «Repito que hay cada vez más castellanohablantes en el plató». Y acaba peor, en el puro fango: «Es ésta la gente insolidaria de Cataluña. La que no quiere saber nada de nuestra cultura y de nuestra lengua. Esta, por mal que nos pueda saber el reconocerlo, fue la gran victoria del verdugo de nuestra existencia, que entorpeció muchos años de progreso y dejó estas secuelas, desafortunadamente. [ ]. Yo no me siento racista, sino todo lo contrario, pero ante ciertos individuos puedo entender lo que pasa en otros pueblos que tienen un porcentaje mucho más elevado de población inmigrada. Supongo que los llegan a aborrecer y, además, si encima los que roban, venden drogas y hacen las fechorías más importantes son esta gente, pues no hay para menos. Y si no, miremos los que tienen lugar fijo en las cárceles catalanas, y veremos el índice de catalanes que se incluyen. Escaso, gracias a Dios. Realmente, no me imagino un presidente de la Generalitat negro, pero tampoco extremeño».
No merece la pena seguir. Al final, a mí también se me ha agriado la cena. Esta es la gramática con que han escrito los renglones de la nación. Dirán, ya lo dicen, que fue un loco. Un loco. ¿Cómo calificarán entonces a los que la entraron en registro y la archivaron con cauta majestad? ¿Cómo, a los que pagaron su deyección? ¿Tú y yo, por ejemplo, que la pagamos? Ni siquiera se les ocurrió destruirlo. No verían por qué.
Sigue con salud.
A.