Mis estimados mediavidensis,
hoy vengo a comentar un tema que me ha sorprendido y me ha parecido harto interesante. Como reza el título, voy a hablar un poquito del concepto de matrimonio en el siglo XIX, también de su consecución y formas.
Antes de lanzarme al ruedo diré que para nada soy un experto, pero tanto me ha llamado la atención que quiero compartirlo. En el contexto del Club de Lectura del Museo del Romanticismo, la semana pasada, se nos hizo una visita guiada hablando del paradigma de Doña Emilia Pardo Bazán y su libro «Memorias de un solterón» (que es el que toca leer para la discusión).
Esta literata, uno de los máximos exponentes del naturalismo en esa España finisecular del XIX, tiene una biografía muy interesante que os invito a ojear. Entre otras cosas, ella fue la primera catedrática española, si no me confundo. Yo, pese a ser gallego, nunca la he abordado, así que es esta una ocasión ideal. Del primer párrafo de la wiki:
Emilia Pardo Bazán (La Coruña, 16 de septiembre de 1851-Madrid, 12 de mayo de 1921), condesa de Pardo Bazán, fue una noble y aristócrata novelista, periodista, feminista, ensayista, crítica literaria, poetisa, dramaturga, traductora, editora, catedrática y conferenciante española introductora del naturalismo en España. Fue una precursora en sus ideas acerca de los derechos de las mujeres y el feminismo. Reivindicó la instrucción de las mujeres como algo fundamental y dedicó una parte importante de su actuación pública a defenderlo. Entre su obra literaria una de las más conocidas es la novela Los pazos de Ulloa (1886).
Pero hablemos del matrimonio del s. XIX. Vamos a centrarnos en clases medias y altas. El concepto de la mujer estaba restringido exclusivamente a madre de familia y ama de casa. Una mujer jamás podría optar por formarse y, mucho menos, por ser autónoma. De hacerlo sería objeto de rechazo social y por tanto estigmatizada. La mujer tenía que saber su sitio consustancial a su género: la cocina (si no había criada, claro), la aguja y los niños. Por esta razón no se le ofertaba formación al bello sexo. Si eran enseñadas en algo más allá que labores del hogar sería en la educación de "adorno", unos mínimos de cultura general para poder desenvolverse en sociedad. Pero no demasiado.
Todo esto se embebe en el puritanismo reinante de la época. Y fruto del puritanismo nacen las formas del matrimonio y su consecución. Lo más importante es que el matrimonio se concebía como matrimonio de conveniencia, es decir, su objeto era el de continuar aunando poderes y estatus social; necesaria una preeminencia de estos sobre los valores románticos (del anterior movimiento) y amorosos. Fiel reflejo de esta situación es en España la del matrimonio de Isabel II y su consorte Francisco de Asís. Se entienden entonces que las infidelidades y líos de faldas fueran tolerables hasta cierto punto (mientras no demasiado manifiestos). Porque una cosa es la función social del matrimonio y otra dar rienda a pasiones y amoríos.
Como digo, en este puritanismo, la interacción entre hombres y mujeres en edad de merecer (no se abordan los abundantes matrimonios concertados) era muy reducida y orbitaba en los siguientes cuatro pasos.
- Flirteo o Galanteo
- Mutuo reconocimiento
- Noviazgo
- Matrimonio
El primer paso es de lo más interesante. Los momentos en los que podían interactuar hombres y mujeres estaban restringidos fundamentalmente a bailes y actos sociales como misas o bodas. Para empezar, el flirteo o galanteo (de galán) era siempre iniciado por el hombre quien jamás podía hablar con una chica que no le hubiese sido presentada antes. En el caso de los bailes, ellos solicitaban uno a la chica que les interesaba. Lo extendido en la época era que las mujeres tuviesen lo que se conocía como "carné de baile", una serie de hojas de papel o incluso marfil, donde ellas apuntaban los bailes que les eran solicitados y por quién.
Varios carnés de baile.
Imagen de fernandoduran.com, subastas de arte y joyas
En la imagen arriba podemos ver varios carnés de baile de la época. Era importante el color de los mismos porque representaban un lenguaje o consenso simbólico. Si era blanco la señorita estaba soltera; si tenía muchos colores, casada; si era negro, viuda.
Como he dicho, un galán no podía hablar con una chica desconocida, quien debía estar sentada en la parte enfrente de la sala. Se la tenían que haber presentado, ya fuese un compañero o un carabinero. La figura del carabinero era la de un familiar protector que ayudaba en las presentaciones y a guardar las formas. En cuanto a la chica que era invitada, esta tenía el deber de aceptar todo baile, aunque no le interesase o atrajese el varón. Esto es interesante, porque si se negaba al mismo no podía bailar con nadie más en toda la noche, ya que sería una afrenta al honor del rechazado. Además, también era importante que no superasen los tres bailes con un mismo hombre en una sola sesión, pues demostraría demasiado interés.
Tras un cortejo fecundo venía la etapa de "mutuo reconocimiento", la chica y él consentían y comenzaba los albores de una relación. El boato de estas dos primeras etapas, en ese puritanismo que coartaba libertades, es de lo más atrayente. Estas parejas seguían viéndose en eventos sociales y nunca de forma privada. Por esto mismo se desarrollaron varios tipos de lenguajes para que los tórtolos pudiesen comunicarse de alguna manera. A muchos os sonarán los signos de los abanicos.
Dos mensajes con abanico.
Imagen de protocolo.org
Algunos ejemplos de este lenguaje serían:
- Morder el abanico: Cita.
- Abrirlo y fijar la vista por el país: Lo pensaré.
- Abanicarse con el dedo pulgar por fuera: Declaración de amor.
- Abanicarse con el dedo por dentro: Deseo hablaros.
Por supuesto también había simbología según el tipo de abanico, por ejemplo el siguiente es uno de casada, con un motivo religioso:
Abanico de casada s. XIX
Colección Museo del Romanticismo
Pero también había otros lenguajes de ellas, siendo el segundo más conocido el lenguaje de la sombrilla.
Dos mensajes con sombrilla.
Imagen de protocolo.org
Al igual que ocurría con los abanicos, las diferentes posiciones que se ejercían con la sombrilla llevaban consigo diferentes mensajes.
Por supuesto, todo esto era un juego de comunicación entre parejas. Por lo que también los varones tenían sus instrumentos para el diálogo. Dos eran los más importantes, el lenguaje de los pañuelos (que también usaban las damas) y el lenguaje del bastón.
Hago inciso porque escribiendo esta entrada he dado con que en cículos gay y BDSM parece que sigue existiendo un código de los pañuelos, aunque diferente.
Pañuelo femenino s. XIX
Colección Museo del Romanticismo
Tal como ocurría con las sombrillas y con los abanicos, diferentes gestos con el pañuelo indican preguntas o respuestas de lo más curioso.
- Pasárselo por los ojos: Hay moros en la costa
- Apoyarlo en la barba: Medita bien en lo que has dicho
- Dejarlo caer: ¿Todo ha concluido entre nosotros?
El uso del bastón como complemento del vestir del caballero victoriano
Imgen de traslospasosdebeaubrummell
Personalmente me sorprendió el lenguaje del bastón. Los hombres, según cómo lo tomaban o los golpes que con ellos daban en el suelo contestaban o lanzaban preguntas a sus féminas:
- Apoyar la punta en el suelo al tiempo de ir caminando: Seré puntual a la cita
- Pasarlo de la mano derecha a la izquierda: No (viceversa: Sí)
- Hacerlo girar con la izquierda: Nos han metido en enredos
Además de estos lenguajes de los enamorados había muchos otros, como el de la peineta, por ejemplo. También se dispensaban notas de amor en encuentros furtivos en la iglesia, ya fuese de forma personal o mediante intermediarios.
De los otros dos estadios no hay mucho que decir: el noviazgo solía ser breve. Este comprendía seriedad e incurría en promesa, habiendo exvotos y carácter legal para salvaguardar la dignidad de la novia (he estado buscando fuentes de esto, comentado en la exposición, pero no encuentro). Al poco venía el matrimonio y la mujer accedía al dicho puesto de señora de la casa y madre de familia. Es interesante hacer notar que si bien la vestimenta de los caballeros era sobria, se encontraba la de sus mujeres muy engalanada, con lindos vestidos y joyas, como expositor de la opulencia familiar.
Dado que las mujeres de media y alta casta no podían trabajar, era muy importante para sus padres encontrarles marido, ya que si no penderían del propio padre o algún otro familiar. A tal punto que, en una familia con muchas hijas, no era de extrañar que ya desde pequeñas a algunas se las adoctrinase en la religión, para seguir el camino conventual.
Casa de muñecas de monjas Concepcionistas
Colección Museo del Romanticismo
Y esto es todo, espero que este viaje por el flirteo y galanteo del s. XIX os haya gustado
PD: Disculpad las muchas licencias que me he tomado.