Cada vez que veo más cercana una guerra entre Estados Unidos e Irán (espero y deseo con todo mi corazón que no ocurra) echo la vista atrás, concretamente a la campaña electoral de las elecciones estadounidenses de 2016. Ahí estaba el propio Trump, sus fanáticos ultras, tanto de su propio país como de fuera, y la berdadera hizkierda europea, afirmando una y otra vez que 'Killary' Clinton es infinitamente peor y que el magnate, al menos, iba a mantener una posición ''anti-intervencionista, anti-militarista y pacifista'', como si se tratara de un hippie consumidor de LSD de los años de la guerra de Vietnam.
Que el psicópata de Donald se haya mofao en la cara de los extremistas de derechas que le apoyaron respecto a este asunto tiene un pase, porque esa gentuza reaccionaria se traga lo que haga falta. Pero los que han quedado retratadísimos una vez más son esa izkierda de verdad verdadera con denominación de origen que repetía palabra por palabra lo que decía el actual presidente de Estados Unidos en relación a su posición con Oriente Medio. Lo más llamativo es que no aprenderán absolutamente nada y seguirán dando lecciones sobre geopolítica desde un pueblo de Ourense.