-Bien, muy bien, parece que hoy los dos llegaremos tarde, este será nuestro único secreto- murmuraba la muchacha con voz temblorosa mientras paseaba nerviosa recorriendo cada rincón de la sala de estar.
En ese instante se cumplía lo que tanto tiempo había anhelado, la cúspide de un plan elaborado durante largos e intensos meses. Justo enfrente de ella se encontraba su "vida" sentada sobre una común silla de madera y atada con cuerdas de pies y manos, amordazada con un paño de cocina. La chica había logrado entrar en su casa sirviéndose de un ingenuo pretexto, la fuerza de la desesperación había hecho el resto.
-Por fin, por fin vas a escuchar todo lo que tengo que contarte, porque tu conocimiento es mucho mayor del que me transmites, pero no quieres compartirlo con nadie, lamento tener que retenerte contra tu voluntad, pero ahora puedes decírmelo. Yo te escuchare con atención- afirmaba sin relajarse en los agitados movimientos.
Su "vida" escuchaba sus palabras y retumbaban en sus oídos, la situación la parecía demasiado irreal para ser cierta. -
Atiéndeme!- grito de un modo brusco y repentino. -¿Por que? ¿Por que? , -¿Por que todo lo que quiero, todo lo que estimo, se quiebra, se resquebraja igual que una hoja seca que se pisa en otoño?.
La "vida" sentía su cuerpo estremecerse por momentos y el miedo le invadía, se veía traicionada por alguien en quien admiraba su afán e interés, su comportamiento ejemplar, sus inquietudes, sin embargo ya no la reconocía, la frialdad de sus gestos, mas rápidos si cabe que de costumbre, aquel caminar incesante, hacían brotar en ella la impresión de un desenlace funesto.
De repente, con sus anchas y rugosas manos sostuvo la cabeza de su "vida"
-¿Sabes por que nunca he sido capaz de mirarte firmemente a los ojos?.-
Es muy sencillo, porque temía que pudieras ver en su interior algo que yo jamás hubiera ni tan siquiera imaginado. -Seguramente te resultara extraño que no esté riéndome como suelo hacer, alegre y optimista, pero lo que nadie ha descubierto aun es que tras esa hipócrita mascara se esconde un ser vil y despreciable que desea morir entre sus propias nauseas cada vez que sonríe. Cuando su "vida" ya no soporto el peso de las palabras envenenadas, aparto su mirada, esquiva, en otra dirección.
-Te confesare algo. Te odio, te odio porque el amor que siento hacia ti es inconmensurable, no correspondido, y tu no lo comprendes.
Al mismo tiempo que pronunciaba, la besaba, y esa suave caricia, leve roce en la frente femenina, interpreto todo lo que sus labios no podían expresar.
-Por favor, no grites- suplicaba mientras libertaba la boca de su rehén y sin ser vista saco de la cintura un revolver de pequeño calibre. Se aproximo entonces al oído de su "vida".
-¿Conoces este sonido?- susurraba y giraba con suma lentitud el cargador de la pistola.
-Es el compás que diseña la guadaña de la Parca al arrastrarse entre el lodo.
-Por Dios!- escapo del alma de su "vida" en cuanto reacciono.
-No, no!- respondió ella con un pausado hilo de voz. -Dios no existe, solo somos tu y yo, pero si tuviera un mínimo de valor habría terminado con tanto sufrimiento- y mantenía a la vez el brazo rígido, hasta por encima de la cabeza, apuntando hacia el techo
-pero soy demasiado cobarde!- balbuceo desviando el arma y presionándola sobre sus sienes, para deslizar cautelosa su dedo sobre el gatillo y caer inerte con la vista aun fija en ella.
-No pudiste llevarte mas...
Vanessa