Ante todo pido disculpas por la extensión del comentario.
Actualmente, la industria aeroespacial española ocupa la 5ª posición en Europa en relación al volumen de ventas y al número de personas empleadas. Pare ser más específicos, su facturación en 2019 fue de 13.400 millones de € en 2019 (la mitad de carácter civil y la otra militar), emplea a más de 57.600 personas y se caracteriza por una importante inversión en I+D, que alcanza el 9% de la facturación del sector. El 75% de los centros productivos de esa fundamental industria se situan en Madrid (214), Andalucía (186) y País Vasco (122).
Dicho de otra manera: en lo que respecta a la industria aeroespacial, Cataluña parece haber perdido la carrera, pues sigue muy centrada en un modelo industrial «tradicional» (automoción, químicas, textil, etc.), y encima ve cómo por motivos políticos se le escapan sedes sociales de grandes empresas y entidades financieras o cómo Madrid se lleva también la parte del león en temas como ingeniería, telecomunicaciones y demás.
Es lógico, por tanto, que las autoridades regionales catalanas quieran estimular un sector estratégico como ese, aunque como durante años se han dedicado más a mirarse el ombligo patriótico y a repartirse sillones municipales, comarcales y regionales (vamos,a vivir de los presupuestos públicos) que a estimular la economía productiva, pues va a ser muy pero que muy difícil que en Cataluña se desarrolle un tejido empresarial aeroespacial potente como el que existe en Madrid. A estas alturas, no creo que nadie sueñe con que Airbus va a abrir una factoría en Cataluña para construir aviones o vehículos espaciales. Pero sí que hay un hueco, una oportunidad, para al menos poder tener voz propia en un sector cada vez más pujante, el de los cubesats y nanosatélites. Porque hoy son nanosatélites pero mañana serán nanosondas planetarias (véanse los planes de la estadounidense Rocket Lab al respecto). Y en esto Cataluña no parte de cero, pues ahí está la experiencia del NanoSat Lab de la Universitat Politècnica de Catalunya-BarcelonaTech (UPC), que colabora con la ESA y que en 2016 lanzó el «3Cat-2», el primer nanosatélite catalán en ponerse en órbita.
Así pues, en lo que a desarrollar estas potencialidades de actividad industrial y tecnológica, no hay absolutamente nada que objetar a la estrategia NEWSPACE de la Generalitat, que nació con la sana ambición de impulsar un sector aeroespacial que pueda generar 1.200 puestos de trabajo en los próximos cuatro años y 280 millones de euros de facturación. Son cifras muy modestas comparadas con las de la industria nacional (ver arriba), pero se trata de ganar posiciones y tener una oportunidad de ocupar una parte de un nicho de negocio que, repito, va a crecer en los próximos años y décadas.
Claro, no es la única iniciativa en este sentido que hay en España, pues ahí tenemos planes como el proyecto ANSER («Advanced Nanosatellites Systems for Earth Observation Research»), desarrollado por el INTA y la empresa gallega ALEN SPACE (una «start-up» surgida de la Agrupación Estratégica Aeroespacial de la Universidad de Vigo, que ya ha lanzado media docena de nanosatélites al espacio), para lanzar a partir de este mismo 2021 una constelación de cuatro nanosatélites para vigilar la calidad de las aguas en los embalses y estudiar el impacto del cambio climático en la atmósfera.
También podemos señalar el recientemente presentado proyecto de 23 grandes entidades, insituciones y empresas, lideradas por OPEN COSMOS, por un valor de 147 millones euros, para desplegar una red de más de 30 satélites de observación terrestre y que tiene todas las papeletas para ser aceptado y financiado por el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo en el marco de los Proyectos Estratégicos para la Recuperación y Transformación Económica (PERTE) de la Unión Europea.
Igualmente, también se espera financiación europea para otro proyecto realmente interesante, el propuesto por otro consorcio liderado por la empresa EMXYS junto con empresas e instituciones públicas y privadas, para levantar una fábrica de minisatélites (hasta 100 al año) en Elche con un coste de unos 74 millones de euros.
Vemos, pues, que estamos ante un sector en ebullición. Pero, si no hay nada que objetar a estas iniciativas, ¿de dónde ha salido la polémica sobre el «satélite catalán»? De la política, por supuesto.
En realidad la culpa de la «polémica» sobre el nanosatélite español financiado por la Generalitat de Cataluña «3B5GSAT Enxaneta» la tiene única y exclusivamente el Consejero de Políticas Digitales y Administración Pública de la Generalidad, el señor Jordi Puigneró, un «pata negra» del independentismo catalán de derechas actualmente miembro de Junts per Catalunya, que empezó su carrera política en JNC (Juventudes Nacionalistas de Cataluña) y que ya dio muestras de su «potencial» cuando en 2004, militando ahora en CDC, propuso que este partido no podía apoyar la propuesta de Constitución Europea si ésta no reconocía «la oficialidad del catalán al mismo nivel que otras lenguas de la UE con similar número de hablantes”, o prologando con alborozo libros de pseudohistoriadres independentistas que dicen que Colón, Erasmo de Roterdam o Santa Teresa de Ávila eran en realidad catalanes y que si el mundo no lo sabe es por una conspiración reptiliano-illuminati castellana activa a lo largo de los siglos. Desde entonces, su carrera política se ha disparado cual cohete Soyuz a golpe de ocurrencia independentista, pues estamos ante el genio que se propuso constituir una «República Catalana Digital» ya que la «república real» no parecía tener muchos visos de poder existir, como le dijo cierto agente de la policía autonómica catalana a un manifestante indepe no hace tanto tiempo (me refiero a la famosísima frase «La República no existe, idiota»).
De hecho, Puigneró es autor de un libro recientemente publicado (y que seguramente solo han leído los más fieles a la causa) cuyo título «El 5è poder. La República Digital a les teves mans» no necesita más comentario. Y siguiendo en esta línea, con ocasión del lanzamiento del «Enxaneta» el hombre se ha dejado llevar por la épica en plan «Braveheart» y declaró anteayer a la agencia EFE que «Es un gran día para Cataluña… Hoy estamos ayudando a construir un país de oportunidades y progreso para todos… Es la culminación de dos años de trabajo y esfuerzos de mucha gente de fuera y de dentro del Govern, y su nombre representa la esencia y el espíritu de la enorme tradición castellera.»
Dejando a un lado que es cierto que un «castell» (uno de los símbolos más conocidos de la Cataluña profunda) se parece mucho a un Soyuz, el caso es que en la última parte de su discurso el Conseller ha dicho una verdad como un templo: «… Es la culminación de dos años de trabajo y esfuerzos de mucha gente de fuera y de dentro del Govern.» Porque, básicamente, lo que ha hecho la Generalitat es poner los 574.750€ que ha costado el nanosatélite montado por Sateliot sobre la plataforma 3U de OPEN COSMOS, que recordemos que es una empresa británica que lo único que tiene de catalana es que su fundador y CEO es catalán.
En efecto, OPEN COSMOS es una empresa con base en Londres, Reino Unido, fundada en 2015 por Rafel Jordá Siquier que se dedica a la fabricación de nanosatélites con capacidad de carga de entre 2 y 12 kilos (plataformas 3U, 6U y 12U; el diseño más simple de cubesats consta de un cubo de 10 cm de arista, denominado Cubesat «1U», o CubeSat «1 Unidad» y son escalables, por lo que un satélite construido con una plataforma 3U o 6U consta de 3 ó 6 unidades integradas en un único vehículo), y que colabora tanto con la ESA como con la Agencia Espacial Británica. OPEN COSMOS es una start-up salida de la ESA Business incubation Centre (ESA BIC), que tiene su sede en los Países Bajos. Si os interesan sus productos, los tenéis en:
open-cosmos.com/satellites
Dentro de la estrategia NEWSPACE de la Generalitat, OPEN COSMOS también ha sido adjudicataria de un contrato de 1.724.250€ para la construcción de un nanosatélite de su plataforma 6U (6 kilos) que ofrecerá servicios de observación de la Tierra que permitirán obtener imágenes desde el espacio en diferentes bandas espectrales para el estudio del territorio.
POr su parte, SATELIOT, la adjudicataria del contrato de la Generalitat, es un operador de telecomunicaciones barcelonés que aspira a ofrecer una conectividad permanente en el marco del «Internet de las Cosas» combinando redes satelitales y terrestres con protocolo 5G. Pero, repito, el satélite «Enxaneta» que va a operar (que se supone que será el primero de una constelación) no lo ha construido desde cero la barcelonesa SATELIOT sino que lo ha montado sobre la plataforma de la británica OPEN COSMOS.
Según parece, al Consejero Puigneró le ha sentado bastante mal que el «Enxaneta» haya sido catalogado en casi toda la prensa no nacionalista como un «nanosatélite español» pero, como bien dice Daniel en esta entrada, en los registros internacionales el «3B5GSAT Enxaneta» figura oficialmente como un satélite español. Lógico, ya que estos registros funcionan sobrel a base de que cualquier artilugio espacial está «matriculado» en un país internacionalmente reconocido, y del mismo modo que una sonda construida en California es a todos los efectos legales una nave estadounidense, un nanosatélite construido en Galicia, Madrid, Murcia o Barcelona es un «satélite español» por más que Puigneró siga creyendo en Repúblicas que no existen. Pero es que en la propia nota de prensa de la barcelonesa SATELIOT sobre el lanzamiento del «Enxaneta» puede leerse: «Paris, 29 January 2021. – The name is a program: The Spanish nanosatellite and telecommunications operator Sateliot wants to pioneer in the communication between satellites and Internet of Things (IoT).» Punto pelota.
Dentro de las muchas ocurrencias del genial Puigneró, una de las más divertidas ha sido la de anunciar en diciembre de 2020, aprovechando la presentación de la estrategia NEWSPACE, nada menos que la constitución de una «Agencia Espacial Catalana» (y de ahí el pitorreo con la «NASA catalana») porque a un indepententista «pata negra» una institución como el Institut d’Estudis Espacials de Catalunya (IEEC), vinculado a la Universidad de Barcelona, se le queda pequeño y claro, no hay «República» importante en el mundo mundial que no tenga su agencia espacial… para lanzar nanosatélites. Lamentablemente, esta ocurrencia tuvo poco recorrido, ya que al poco de soltarla, el malvado gobierno opresor español le dio a Puigneró un baño de realidad recordando en sede parlamentaria en enero de 2021 que «Ninguna comunidad autónoma tiene competencia para gestionar el espacio aéreo y ultraterrestre», y desde entonces nadie ha vuelto a hablar de la «NASA catalana».
Pero el gran Puigneró es inasequible al desaliento y en esos mismos días de finales del año pasado se nos vino del todo arriba y anunció «Urbi et Orbe» que dentro de la estrategia NEWSPACE Catalunya hasta tendría su propia base de lanzamiento de cohetes (¡chupaos esa, PLDSpace y Rocket Lab!) nada menos que en el aeródromo de Lérida (Alguaire de Lleida), pues todo el mundo sabe de la gran tradición ilerdense de lanzamiento de cohetes (en las fiestas locales). La idea era montar en ese aeródromo todo un «hub» de actividad aeroespacial para vuelos suborbitales y un centro de pruebas de propulsión. Ni que decir tiene que ese «espaciopuerto» tendría un éxito formidable, ya que, según Puigneró «Europa está viviendo los últimos años un auge de proyectos e iniciativas vinculadas al mercado de los nanosatélites. Necesitan, todos ellos, zonas de pruebas a escala para validar los lanzadores, ya sea con pruebas de motores o de vuelos a relativa baja altura» y otros centros europeos dedicados a lo mismo (como el de Lampoldlhausen, del a agencia espacial alemana) están «saturados» y por supuesto estarían todos encantados en ir a probar sus aparatos voladores no en algún lugar soleado de Andalucía, Madrid o Castilla-La Mancha cercano a zonas industriales relacionadas con la actividad aeroespacial, sino a un fracasado aeropuerto catalán a 15 kilómetros de la ciudad de Lérida donde apenas aterrizan aviones, caracterizado por las persistentes nieblas, donde y levantado en un municipio cuya actividad económica gira en torno a la agricultura… Pero bueno, seguro que en la cabeza del Consejero la idea sonaba genial.
Saludetes