Me ha subido a la mente la siguiente reflexión.
Intentaré ser breve y ladear la petulancia y por supuesto, no pretendo ser original:
La libertad individual es peligrosa para la colectividad y el sistema. ( ideal romántico de la libertad)
El orden establecido se postula para su validación momento-momento como única posibilidad de orden y como la encarnación de los valores orden-justicia- y grandes axiomas capitales. (Sacralidad del sistema único)
Si redujéramos a un segmento y pudiéramos monitorear a un número cerrado de individuos, sin escasez de recursos y les diéramos espacio para vivir su vida al albur seguiríamos encontrando que habrían desigualdades e intercambios más o menos perniciosos o sacrificiales. El conocimiento técnico marcaría una barrera límite en estas circunstancias, aún cuando colocáramos a sujetos con inteligencia y conocimiento promedio, los mismos necesitarían en algunas circunstancias recurrir al conocimiento especializado de algún integrante del grupo. En función de las necesidades variables serían primordiales un médico especializado, un ingeniero que sea capaz de mantener un suministro energético, alguien que sea capaz de sacar rendimiento a los cultivos, la ganadería, etc.
Veo más difícil que en un grupo dónde la desigualdad de fuerzas pueda nivelarse con el empleo de armas haya espacio para la hegemonía del más fuerte, aunque todavía podría insertarte a un sujeto violento y sin escrúpulos capaz de poner en jaque a cualquier individuo o agrupación que no tengan facilidad para herir o liquidar a las amenazas humanas.
Esta pequeña introducción viene a súper simplificar la compleja red de intercambios individuo sociales y viceversa. El ciudadano inserto en la urbe, adulto ya, procede a paquetizar todas las áreas y aunque pueden expresarse en casi una infinitud de procesos, al final, se pueden resumir en intercambio tiempo-dinero y dinero para suplir los desconocimientos y la falta de recursos: comida, asistencia médica, educación y así hasta llegar a la cúspide de necesidades.
El embrollo aquí es que no es nunca un intercambio lineal ni sostenible, ni automatizado aunque lo parezca, ni mucho menos estable ni cómodo. En toda la historia salta la liebre de la lesión o del desajuste. Cuarenta horas semanales, mientras se mantiene la capacidad de trabajo y no se enferma o se tienen responsabilidades familiares estrechas, o se enrarece la relación laboral y se tiene al final un dinero contado para cubrir esas necesidades de dudoso origen. Y poco más.
Los estados, casi por mimesis sin profundas diferencias, han establecido sus sistemas normativos, que impelen desde la coerción de conductas hasta la exacción de recursos del individuo, por medio de sistemas impositivo-recaudadores, legitimados ya se sabe por medio de la cláusula del estado social y de bienestar.
Este sagrado orden construido ofrece poco margen a la libertad y si resuelve muchas de las necesidades, presuntas o reales, externas o internas, que puedan sucederle a cualquier individuo.
Entonces surge la siguiente reflexión: Y si realmente este orden no es tal orden y todavía tiene el ser humano posibilidad de respuesta diversa, obviamente no hablo de contravenir el sistema por medio del fraude, el robo o la violencia, sino crear nuevos sistemas valorativos. Quiero decir y si lo que hasta ahora hemos vivido, en los últimos cien años, no es sino una respuesta, quizá como se va revelando precaria y a la larga letal, a las necesidades de un grupo de individuos ya inabarcable.
Parto de la base de que el orden a cuyo nombre sacrificamos una libertad que ya no es hasta ajena, inútil e insospechada, pudiera ser un consorcio de fraudes teñidos y de intercambios siempre perniciosos para la parte débil. ¿Pudiéramos ahondar en nuevas parcelaciones, independencias, nuevos constructos? Parece difícil, muy difícil. Porque para operar en ciertos niveles, macros o micros, se precisa de un nexo, de una aceptación total a valores, normas, lenguajes y modos.
¿Dónde coloco esa libertad desconocida y peligrosa para la colectividad? Parece una entelequia, ¿Libertad cómo, para qué?
Si uno quisiera dárselas de bucólico y criar vacas y arar la tierra tendrá que lidiar estrechamente con Sanidad y podrá ver como su ganado es expropiado por un precio escandalosamente bajo en virtud de normativas cambiantes e interesadas, por ejemplo que una de las cabezas de ganado contraiga tuberculosis y deba hacerse “un vació sanitario” que no tienen mayores repercusiones comerciales para los intermediarios, pues ofertan esa carne con normalidad, y si para el pequeño propietario que es liquidado en un justiprecio terrible.
Y si quisiera uno darse a la nueva era y abrazar las corrientes orientales y el desarrollo espiritual, necesitará de mucho tiempo para si quiera llegar a diferenciar la paja del trigo, pues a la postre hay también una industria de lo espiritual y mucho pseudoproducto y timo y práctica escandalosa, y la mayoría de las veces detrás de un buscador hay solo un nuevo tipo de consumidor. Y aunque se sometiera al dictamen de un honesto y sabio gurú todavía tendría que validar por si mismo, quizá no llegando nunca a ellos, y alcanzar una cota dónde la libertad ya musculada arroje algún que otro fruto individual.
Siento el ladrillo. Sostengo que no hay libertad.