Andábamos todos ocupadísimos con la cirisis económica o la resaca del título europeo en fútbol. Y como los medios de comunicación patrios, cuando no se ocupan de lo que nos ocupa recurren al titular fácil o de moda, apenas si nos hemos enterado del escándalo que hace dos semanas protagonizó la Comisión de Derechos Humanos de la ONU.
El historiador británico David Littman, que había recibido el encargo de representar los intereses de una ONG, quiso leer una declaración sobre la lapidación de mujeres y los matrimonios forzados de menores de edad en los países donde se aplica la Sharia. No pudo, no le dejaron. Los representates de Egipto y Paquistán se dedicaron a interrumpirle llamándole al orden y recordándole que esos temas no están permitidos por los estatutos de la Comisión. El paquistaní fué más allá y se mostró realmente indignado en nombre de su país. Al final, el indudablemente sobrevalorado presidente de la Comisión, el rumano Doru Romulus Costea, optó por zanjar la cuestión PROHIBIENDO en ese momento y en ADELANTE cualquier debate (”judgements and evaluations”) sobre la Sharia en el contexto de los Derechos Humanos. Por supuesto “sólo” en el seno de esa Comisión y en perfecta harmonía con sus estatutos. En otras palabras: primero el derecho a la libertad religiosa (y si es islámica más) y luego el derecho a la vida.
Por si hay algún incrédulo que dude de mis palabras, les dejo el vídeo en el que se recoge este gran momento en la historia de la rendición a los liberticidas islamistas:
fuente: http://www.desdeelexilio.com/2008/07/05/en-la-onu-primero-la-sharia-luego-lo-demas/