Hace una semanas se abrio un post aqui, no ya totalmente parcial, pero tmbn exageradamente idealizado, sobre la supuesta lucha eterna por la libertad de Catalunya (aunque a mi me escuece hablar de catalunya y catalanes cuando de lo que se habla realmente es de nacionalismo y nacionalistas, pero bueno), pues no viene mal de vez en cuando echar un vistazo a la otra version, que no deja de ser sesgada por contar solo una parte de la historia, pero que sin embargo, para variar, tiene un tono que deja de lado las exaltaciones, lo cual siempre da puntos a la credibilidad.
Este texto no es mas que un mero articulo de opinion con el que me he topado casualmente, pero no deja de ser interesante, a la vez que aderezado y resumido, creo que bastante digerible para el usuario medio de Off Topic que suele dejarse impresionar por los oceanos de letras (desgraciadamente, en ocasiones reconozco que debo incluirme en tal estereotipo).
"Juan Velarde Fuertes
El quejido económico catalán
En principio, dos cosas. La primera, que considero que una de las partes esenciales de España es Cataluña y que por ello, un separatismo triunfante en esta región, como estuvo a punto de ocurrir más de una vez, lo considero una tragedia. La segunda, que el problema es muy antiguo, con participación francesa más de una vez. Los estudios de Martín de Riquer nos mostraron cómo ya los dos bandos que en Barcelona se presentan en el “Quijote”, corresponden a los adictos a España y a los que prefieren como protectora a Francia. Ya entonces, esto era un continuo dolor de cabeza de los Virreyes.
Dicho esto, creo que es preciso poner en claro que, desde que se inicia la Revolución Industrial, Cataluña ha estado, simultáneamente, en situación de protesta, y al mismo tiempo, especialmente favorecida en lo económico. La relación es clara.
En primer lugar, como una herencia casi automática de la adscripción de Cataluña al bando austriaco al bando carlino, a favor del archiduque Carlos, el hijo de la infanta Margarita, la preciosa rubita de las Meninas de Velázquez, frente al borbónico del Duque de Anjou, el futuro Felipe V en la Guerra de Sucesión, dentro del mecanismo tan bien estudiado por el profesor Lluch en “Las Españas vencidas”, resulta su posterior vinculación con el carlismo. La consecuencia fue la promesa del Gobierno de Madrid, a sugerencia del Capitán General Martínez Campos, de dos cosas. Por un lado, de llevar adelante una política protectora muy decidida de la producción textil frente a la competencia británica, rompiendo con toda veleidad librecambista, latente durante el Sexenio Revolucionario, de 1868 a 1874, sobre todo por la presión precisamente de un catalán, Laureano Figuerola. Por otro, hacer que Cuba y Puerto Rico, aquí contra el criterio de Martínez Campos, que vendían productos, sobre todo el azúcar y el tabaco, a precios internacionales, comprasen los productos catalanes a precios protegidos, con lo que se succionaba hacia Cataluña buena parte de las rentas cubanas. De esta manera los criollos de la Habana pasaron a tener un motivo muy serio de agravio con Madrid.
Al final de esta etapa, con las Bases de Manresa y el movimiento de la Renaixença, se exigió la puesta en marcha de la versión española de lo que Hirschman llamó, en el caso de Alemania y de Bismarck, el Pacto proteccionista del acero –renano? y el centeno, prusiano. Aquí fue cuádruple: del trigo castellano, y en general, del interior de España; de los productos siderometalúrgicos vascos; del carbón asturiano, y de la producción textil, química y pronto metalúrgica, catalana, a costa, como demostró Flores de Lemus, de las producciones hortofrutícolas, olivareras, vitivinícolas y mineras del resto de España.
La Lliga, y su hijuela, la Esquerra, presionaron de nuevo a Madrid para aumentar el autogobierno –la Mancomunidad?, protestando ante la agitación del pistolerismo y tensión social del anarcosindicalismo tras la I Guerra Mundial, y de la crisis económica con el complemento escandaloso de la quiebra del Banco de Barcelona. De ahí el apoyo inicial a la Dictadura de Primo de Rivera, y la participación en el Pacto de San Sebastián mientras se agitaba otra queja: la de que la Banca española trasladaba el ahorro catalán depositado en ella para la capitalización de otras regiones españolas. Esta cuestión de los saldos bancarios fue liquidada científicamente por un gran economista catalán, Román Perpiñá Grau, pero perduró hasta fechas muy recientes, como se comprueba con consultar la colección de “Serra d’Or” en los años 60 y 70 del siglo pasado.
Finalmente, tras unos estudios de Trías Fargas, poco a poco surgió otra queja: la de las balanzas fiscales. Cataluña daba mucho más al resto de España que recibía y era necesario reequilibrar esto. Los planteamientos estadísticos de apoyo son un puro disparate. Basta observar los trabajos contundentes de Pena Trapero, de Barea, y de muchos más. Pero ahora se agita para lograr otra especie de concierto, al estilo vasco o al modo navarro. El primero concedido por Cánovas del Castillo, hace tanto tiempo que es un dato estructural de nuestra economía. El segundo, nace en virtud de una ley paccionada que tiene su base en la incorporación del reino de Navarra al de España.
Hasta ahora, estas múltiples quejas han dado resultado. Ha sido a costa del desarrollo económico español y, en los tiempos recientes, con consecuencias, a causa de proteccionismos a una lengua tan valiosa como el catalán, de freno a la propia actividad económica de Cataluña. Un reciente artículo en ”The American Economic Review”, firmado con otros colegas por Sala i Martín, ha de admitir esas consecuencias de contención al desarrollo a través del idioma. Vamos a ver a qué nos conduce todo lo que ahora mismo se agita."