Queridas amigas, queridos amigos:
Bienvenidos al partido político más pequeño y bienvenidos al partido político más grande. El más pequeño por su tamaño, pero el más grande por sus ideas. Un dirigente socialista dijo una vez, con desprecio, que los liberales españoles cabían todos en un taxi. Bueno, pues hoy le hemos demostrado que al menos nos hace falta un autobús. Y os aseguro que de aquí a unos años vamos a necesitar un transatlántico. No voy a negar que somos muy pocos. Es lógico que así sea de momento, ya que nuestro modelo de crecimiento es el opuesto al de los partidos políticos de aluvión en los que todo vale y cuyo objetivo es sumar a cualquiera a su proyecto vago y ambiguo. Nuestros tiempos y nuestros tempos no son los de esos partidos. Nuestros objetivos son a muy largo plazo y no vienen determinados por el calendario electoral sino por nuestros esfuerzos de consolidación como una fuerza política seria, digna y viable, que una vez implantada en nuestra sociedad y en todo nuestro territorio, permanezca y se afiance día a día.
Ya conocemos el fenómeno pendular de esos partidos de aluvión. Lo vimos con el CDS, y estoy seguro de que lo estamos viendo hoy en otras formaciones políticas de ideas vagas e indeterminadas: una legislatura de ascenso rápido, quizá demasiado rápido y con rumbo incierto; una vez arriba, un difícil encaje entre las demás fuerzas colectivistas (demasiado parecidas pero mucho más grandes y poderosas, por lo que terminan fagocitando al recién llegado); y finalmente una legislatura de bajada tan rápida como lo fue la subida, cuando no de caída libre. No nos interesa ese modelo de implantación y crecimiento. Nos interesa incorporar a los convencidos y convencer a los demás antes de incorporarles. Nos interesa un crecimiento sostenible, pausado y seguro.
Las personas que hace un año constituimos el Partido de la Libertad Individual, y cuantos hoy hemos ratificado su fundación política, hemos optado por vacunar nuestro proyecto contra ese síndrome pendular de los pequeños partidos. La vacuna se compone de ideas propias y originales, claramente diferenciadas del resto de las fuerzas políticas; y también de una manera de hacer las cosas ajena al maquiavelismo y al cortoplacismo de los partidos convencionales.
Sí, seguramente cabemos en un autobús, pero no es un autobús cualquiera. Es un autobús que recorre ya la mayor parte de las comunidades autónomas. Hoy nos hemos dado cita en Madrid liberales, radicales y libertarios de catorce provincias e islas, desde Ourense a Mallorca y desde Tarragona a Málaga. Lo hemos hecho para darle el impulso definitivo a este partido político que quiere ser la casa común de todas aquellas corrientes de pensamiento que reivindican el individualismo político en torno a las ideas de la libertad. Tenemos sin duda diferencias en torno a la fase última de la reforma política y económica que proponemos. Pero como esa fase está por desgracia muy lejana, todos coincidimos en que lo importante es recorrer juntos el largo camino que nos separa de la libertad. Lo que nos une a todos nosotros es lo esencial, y la pluralidad interna es una riqueza de nuestro proyecto común.
Es esa riqueza de ideas y de propuestas novedosas y vanguardistas, radicalmente alternativas al establishment, lo que ya está atrayendo a miles de personas. Porque el partido más pequeño resulta no serlo tanto si atendemos a lo que de verdad debería importar a quienes se dedican a la política, que no es otra cosa que facilitar y canalizar el debate y la acción de los individuos que comparten un conjunto de ideas. Y nosotros ya concitamos el interés y la participación de muchísimas personas descontentas con el sistema y sedientas de una política nueva y fresca, diferente de todo lo demás: del bipartidismo, de los convencionalismos de siempre y del asfixiante aparato de poder que medra a la sombra de un Estado desproporcionadamente grande, odiosamente entrometido e irresponsablemente caro y despilfarrador. Hablamos concretamente de más de ocho mil personas que nos siguen, generalmente muy de cerca y con un elevado índice de interacción, en medios sociales como Twitter, Facebook y otros. En Twitter somos desde hace un par de meses el tercer partido español, sólo superado por el PSOE y el PP. En Facebook, precisamente estos días acabamos de rebasar los cinco mil adheridos, somos el cuarto partido español (a punto de convertirnos en el tercero) y la comunidad de ciudadanos que se relaciona con el P-Lib es una de las más activas y participativas. Ahora el reto que tenemos por delante es transformar esa capacidad demostrada de atracción en una capacidad equivalente de afiliación y organización.
El P-Lib cubre una necesidad de nuestro esquema de partidos, ocupa en solitario un nicho importante del mercado de las ideas políticas. De los tres mil partidos inscritos en el registro, ninguno más que el P-Lib, ninguno, representa el sector conformado por los liberales más profundos, por aquellos liberales que descreemos de vías fallidas como el social-liberalismo o como el liberal-conservadurismo y que proponemos en cambio un liberalismo pleno en todos los ámbitos, preocupándonos además por la necesaria actualización de ese liberalismo para plantar cara tanto a la trasnochada involución neocon como al llamado socialismo del siglo XXI, que tanto se parece en realidad al de ayer y al de anteayer. Para esa actualización del liberalismo, es extraordinariamente valioso el aporte que se realiza desde el objetivismo, desde el radicalismo trasnacional y desde el libertarismo. Es un lujo contar, entre los miembros de la dirección hoy electa, con representantes destacados de todas esas visiones de la libertad. Este partido ofrece, por primera vez en nuestra democracia, espacios políticos a muchas personas que se identifican con alguna de esas tendencias y que hasta ahora estaban huérfanas de partido o, peor aún, militaban a disgusto en la filas de los partidos de masas. Hoy quiero decirle desde aquí a los agoristas, mutualistas, ancaps, radicales y a quienes, como yo mismo, se sienten particularmente identificados con las ideas de Ayn Rand, que este partido liberal libertario es su casa, que es la única plataforma desde la que pueden hacer política real en nuestro país, y que su aportación no es decorativa, sino que constituye un elemento importante para la refundación del liberalismo, para su adaptación a los tiempos actuales y futuros, y para su entrenamiento intelectual de cara a la contienda que habremos de librar con los enemigos de la libertad.
No somos un instituto de pensamiento. Apreciamos mucho a los que existen, colaboraremos con ellos desde la independencia y el respeto mutuo, conscientes de que ellos tienen una tarea por delante, fundamentalmente en el ámbito académico y divulgativo, y nosotros tenemos otra tarea distinta en política. Ambas tareas son complementarias. No podemos estar de acuerdo con aquellos que piensan que el terreno de la acción política no es propio de liberales, que los liberales deben limitarse a arreglar el mundo desde los salones y desde las tribunas de opinión de los medios, que deben renunciar a la política y que tienen que contentarse con apoyar la opción menos mala de entre los grandes partidos de masas, en un triste y reiterado acto de gris pragmatismo. En toda Europa y en muchos países del mundo el terreno político sí es propicio para la minoría liberal, e igualmente puede y debe serlo en España.
Algunos liberales, sencillamente, no estamos dispuestos a regalarle este campo de batalla a nuestros adversarios ideológicos. Algunos liberales no creemos que el bipartidismo represente cabalmente a nuestra sociedad. Algunos liberales nos rebelamos contra la falsa división forzosa de nuestro país en colectivistas de derechas y colectivistas de izquierdas, en PP y PSOE. Algunos liberales queremos una alternativa a todo el colectivismo, y como nadie la ofrecía, hemos tenido que fundarla y estamos decididos a hacer política. Estamos decididos a plantar cara, a no callarnos, a organizarnos como partido, a salir al terreno de juego. Si perdemos el combate no será por incomparecencia. Tan pronto como reunamos grupos humanos suficientes en cada rincón del país, comenzaremos a presentar batalla electoral y política. Lo haremos desde las tripas del sistema, para irle arañando cotas y espacios de mayor libertad para las personas, para desenmascarar ante la sociedad este hiperestado opresivo y alienador, para reducir su capacidad de coerción y su intolerable invasión de nuestra soberanía personal en todos los ámbitos.
No estamos aquí para ser un partido más, otra faceta del poliedro colectivista, una nueva marca frente al aburrido PPSOE, pero en realidad más de lo mismo. Es que no somos más de lo mismo: somos lo contrario. Ellos se pelean por cómo gastar nuestro dinero, pero nosotros pelearemos con todos ellos por dejarlo en los bolsillos de la gente. Ellos discuten cómo extender aún más el sofocante manto de paternalismo estatal sobre los ciudadanos, pero nosotros les forzaremos desde las instituciones a dejar en paz al individuo y a reconocerle como ser libre y adulto. Ellos dan vueltas y más vueltas a los modelos de organización de la democracia, y nosotros les haremos ver que el problema es que han prostituido la democracia usándola para legitimar la toma colectiva de miles de decisiones que pueden y deben adoptarse individualmente. Ellos seguirán tratando de imponernos a todos su cosmovisión particular, anclada en el pensamiento marxiano o en el tradicionalismo conservador, pero alienadora en cualquier caso de la individualidad, y nosotros serviremos de baluarte para frenar tales imposiciones y, con suerte, impedirlas.
Es que en el fondo no somos otra cosa que un movimiento de autodefensa de los individuos frente al hiperestado. Y eso, que es nuestra esencia, es también un problema porque, como buenos individualistas, muchos de nuestros potenciales afiliados recelarán incluso de nosotros y se lo pensarán una y otra vez antes de sumarse al proyecto. Tenemos que esmerarnos en ser su partido, tenemos que demostrarles que, pese a nuestro tamaño, somos una fuerza política digna, seria y viable; que con su apoyo podremos ser eficaces en la lucha por la libertad individual, y que vale la pena intentarlo, que el P-Lib merece una oportunidad porque ellos merecen ser libres.
Nos ha tocado vivir en una época incierta. En las próximas décadas todos vamos a jugarnos el futuro de la libertad. En el marco del proceso irreversible de globalización, que no es sola ni principalmente económica, nuestro mundo puede caminar hacia la consolidación del individuo como unidad básica y realmente soberana de la futura sociedad global, o puede descartarlo y establecer nuevas manifestaciones del mismo colectivismo de siempre, que otra vez seduce a millones y que a nosotros nos produce escalofríos. Esos dos futuros posibles configuran un campo de batalla y establecen para todos nosotros una misión evidente. Por nosotros mismos, por nuestros hijos y por todo lo que representa la humanidad, no podemos cruzarnos de brazos. Sólo hay una forma de merecer la libertad: luchar por ella sin descanso. A ello os invito con ilusión y esperanza. Hoy hemos dado un paso importante en esa dirección, y al declarar clausurado el I Congreso del Partido de la Libertad Individual, quiero transmitiros mi convicción de que juntos vamos a contribuir significativamente a asegurar que, de entre esos dos futuros posibles, triunfe el de la libertad.
Muchas gracias.
Madrid, 25 de septiembre de 2010