«Por primera vez, Dios tiene competencia», sostiene Pat Mooney, director del grupo ETC, que ha sacado a la luz la presentación en EEUU de la primera patente de un ser vivo artificial creado en un laboratorio. Se trata de una bacteria construida de ADN sintético y cuyo fin es producir etanol e hidrógeno, pero que abre una inquietante puerta al futuro.
El pasado 31 de mayo, la Oficina de Patentes y Marcas Registradas de EEUU dio curso a una solicitud con el número 20070122826 y que llevaba por título ``Minimal bacterial genome'' o lo que es lo mismo, genoma bacteriano mínimo. Este hecho no hubiera llamado la atención de nadie de no ser porque la organización internacional ETC, con sede en Canadá, seguía de cerca sus pasos y de inmediato alertó de que lo que se trata de patentar es la primera especie viva del mundo sintetizada totalmente en un laboratorio. Es decir, no estamos ante un ente modificado genéticamente o transgénico, cuando a organismos existentes en la naturaleza se les insertan secciones de ADN de otros organismos naturales también existentes; en este caso se abre la caja de Pandora a organismos fabricados desde cero en un laboratorio tras llevar a cabo combinaciones no conocidas hasta ahora.
Diez años después de que el mundo se asombrara con la presentación en sociedad de la oveja clonada Dolly, el grupo ETC denuncia que «calladamente» se solicita la patente de la que asegura es «una nueva bomba biotecnológica», a la que ha bautizado como ``Sintia'': una bacteria totalmente nacida a partir de ADN sintético, el primer organismo vivo creado por el ser humano. En la solicitud de la patente se habla de «un organismo vivo sintético que puede crecer y reproducirse».
Detrás de esta nueva vuelta de tuerca a la biología está el Instituto Craig Venter, creado y financiado por un científico del mismo nombre que durante los últimos años se ha ganado por parte de sus adversarios el apelativo nada cariñoso de vampiro del ADN'. En 2002 anunció por primera vez la persecución de formas de vida artificiales. Así, puso manos a la obra a su equipo y, a través de los genes de una bacteria real que se encuentra en el tracto genital, trató de determinar el conjunto de genes necesarios para obtener un organismo vivo. Esos genes se sintetizan y se insertan en una «célula fantasma», es decir le retiran el ADN a una bacteria ya existente y le insertan en su lugar el genoma sintetizado. ``Sintia'' es una especie de
chásis'. Si tienen éxito, ya tienen una nueva especie de bacteria, programándola genéticamente así para que lleve a cabo funciones específicas. Esto es lo que se cuenta, a grandes rasgos, en la solicitud de patente, aunque no se desvela si se ha conseguido ya el objetivo final.
La pregunta es para qué servirá este nuevo organismo. Según el Instituto Venter, ese microbio podría tener gran valor en un futuro mercado de energía barata y es que la patente reclama todo derecho sobre cualquier versión de su bacteria para la producción de etanol o hidrógeno. Así es, busca un microbio que produzca etanol o hidrógeno. «Si lográramos un organismo que produzca combustible, sería el primer organismo con valor de miles de millones y billones de dólares», alardeaba el propio Venter recientemente.
No extraña que la apuesta por las nuevas alternativas energéticas sea el primer objetivo de este novedoso organismo. Fue en 2006 el presidente George W. Bush quien abrió la carrera por los combustibles alternativos al petróleo y Venter se sube al carro como muchos otros. Llama la atención que quien redactara el discurso de Bush, Aristides Patrinos, alto responsable del Departamento de Energía, dos meses después recalara en la presidencia de la nueva compañía de Craig Venter, Synthetic Genomics Inc.
Al patentar a ``Sintia'', advierten algunos analistas, se patenta, además del organismo y sus códigos genéticos, el proceso por medio del cual fue creado. Esto quiere decir que hay que pagar por usar la puerta de entrada a esta nueva tecnología, y esto vale tanto para las corporaciones como para la comunidad científica.
Pero más allá de las monetarias intenciones comerciales de esta patente, la preocupación radica en la puerta que abren estas investigaciones sin que previamente haya un debate social o mundial al respecto. Y es que el camino trazado para obtener esta bacteria sintética extiende la alfrombra a otras formas de vida, ya sean plantas, animales o, quién sabe, humanos sintéticos en un futuro. El propio Venter auguró en 2004 que «las células y las formas de vida producto de la ingeniería genética serán relativamente comunes en una década».
El hecho es que no existen barreras técnicas para `fabricar' plantas o animales, lo mismo que no las hay para clonar seres humanos con fines reproductivos; esto último está prohibido e incluso repudiado por la sociedad. Sin embargo, en el primer supuesto, el debate apenas sí ha comenzado. «Sintetizar animales y plantas ocurrirá tan pronto como haya alguien que pague por hacerlo», vaticina Dre Endy, biólogo del prestigioso Massachussetts Institute of Technology (MIT).
El año pasado, una coalición de 38 organizaciones sociales, entre ellas ETC y Green-peace, hizo un llamamiento a los científicos que trabajan en el campo de la biología sintética para que retiraran su propuesta de autorregularse y se sometieran a un debate público y al dictado de unas leyes internacionales ahora inexistentes.
«Antes de que se siga avanzado con los organismos vivos sintéticos, la sociedad debe debatir si son socialmente aceptables o deseables y responder muchas cuestiones, como la prevención de una liberación accidental o intencionada en el ambiente, quién los controlará o cómo se regulará su investigación», advierten desde ETC.
Algunas voces ya se han alzado contra esta vía que ha tomado la ingeniería biológica. Phillip Ball, editor consultor de la revista ``Nature'', aseguraba: «Si alguna vez pensaron en una ciencia que garantizara la alarma y la indignación del público, es ésta. Si la comparamos con la biotecnología o la ingeniería genética convencionales, son mucho más atemorizantes los riesgos que implica la biología sintética».
La patente será recurrida
El organismo civil ETC ya ha anunciado que recurrirá la concesión de la patente y exhortará a hacer lo propio en aquellas oficinas de patentes donde la solicitud llegue, ya que una petición igual fue registrada por el Instituto Venter el 27 de abril en la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), y se avanzaba que podría hacer lo propio en un centenar de países. «Sintia' tal vez no sea tan tierna como un corderito clonado, pero se trata de algo mucho más grave», argumenta Jin Thomas, del grupo ETC. «Estas solicitudes monopólicas señalan el comienzo de una guerra comercial de alto vuelo para sintetizar y monopolizar formas de vida artificiales. Sus impulsores quieren convertirse en la
Microbiosoft' de la biología sintética», insiste.
A finales de este mes, entre el 24 y el 26, Zurich acogerá la conferencia Synthetic Biology 3.0, cita internacional de científicos que trabajan en biología sintética. En la actualidad, hay más de 10.000 laboratorios de todo el mundo que tienen la capacidad técnica de conducir investigaciones en este campo. ETC tiene intención de acudir a este evento para reclamar de esos científicos que acepten un diálogo internacional sobre la biología sintética y sus repercusiones.
Otra fecha clave serán las reuniones del subcomité científico del Convenio de Diversidad Biológica de la ONU, que tendrán lugar en París del 2 al 6 de julio y donde ETC también propondrá discutir las implicaciones que tiene crear formas de vida sintéticas dentro del protocolo de bioseguridad del propio Convenio. Además, anuncia una reunión mundial en los próximos meses con organizaciones civiles y sociales.
<B>El chico malo de la biología[/b]
Craig Venter se ha caracterizado durante toda su carrera por su ambición y arrogancia. Desde su puesto como investigador de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, como participante en el proyecto internacional público de secuenciamiento del genoma humano, intentó patentar más de seis mil genes del cerebro humano. Más tarde, con la experiencia que adquirió en el proyecto público, fundó su propia empresa privada para competir con éste. Esa empresa, Celera, vendió durante los años noventa datos del genoma humano a las compañías farmacéuticas mucho antes de que pudieran decodificarlo los propios Institutos Nacionales de Salud estadounidenses. En 1995 anunció ser el primero en secuenciar el genoma completo de un organismo vivo, una bacteria. Desde hace años, recibe financiamientos millonarios del Gobierno de EEUU, a través de instituciones «sin fines de lucro» como el Instituto Venter.
Cobijado en estas instituciones de investigación recorrió en 2004 los mares del planeta -en su yate Sorcerer II (El Hechicero II, por si había alguna duda)-, recogiendo muestras de microorganismos de México, Costa Rica, Panamá, Ecuador, El Salvador, entre otros. Allí el discurso era que sus actividades «son investigación para el bien de la humanidad», con lo que consiguió llevarse lo que quería con poco trabajo e incluso con la colaboración de investigadores nacionales y gobiernos.
En 2005 se sacó esta careta fundando la empresa Synthetics Genomics, con capital privado, principalmente del millonario mexicano Alfonso Romo, para comercializar microbios sintéticos que tengan aplicaciones en energía, agricultura y remediación del cambio climático.
(http://www.gara.net/paperezkoa/20070613/23615/es/Los-microbios-salen-caja-pandora)
-Hola, quería un perro que tuviera estas medidas, este color, estos ragos, que comiera únicamente patatas fritas, que nunca creciera y que fuera homosexual.
-Sí, un momento..