Se van a cagar. Se van a cagar de verdad.
Os juro que he ido de buenas. Todo lo bien que se puede ir cuando estás demolido y con el rabo entre las piernas, sin honor y seco de lágrimas. Pero el trato que me han dado no es menester.
Veamos.
Con mi padre un poco más tranquilo porque no ha encontrado nada esclarecedor en el PC, he intentado hablar con él. De verdad. Le he dicho que lo sentía, que si hacía falta iba al psicólogo o algo, pero que me arrepentía profundamente, y que me iba a esforzar por dejar de sentir lo que sentía. El apenas decía nada. Pero tampoco me estaba poniendo de desgraciado para arriba. Algo es algo.
Entonces llega y llama a la novia, y viene. Y ya con los tres… pfffff, nada que ver. Han empezado los dos, caballero y escudero, que si soy un enfermo, un degenerado, la tía diciéndome que estoy de atar, que soy un traidor… me cago en la puta de oros, un traidor, dicen. ¿Traidor, alguien que va con la verdad por delante?
Como todo esto me viene más que grande, he vuelto a romper a llorar, y ella gritando que lo hacía para dar pena, que era un miserable y una cucaracha. Mi padre permitiendo que me dijera todas esas barbaridades. ¡A su propio hijo!
Y lo peor ha llegado cuando por no sé qué que he dicho en defensa propia, la tía se ha puesto cual basilisco y me ha agredido. Apenas nada. Ni una torta siquiera. Me ha dado así con la mano como medio empujando en la frente, mientras me decía que era una enfermo y que a un padre no se le hacía eso. Y también ha dicho que ya sabía hace tiempo que había algo raro, que soy un rijoso y bla bla bla. Yo lo único que he podido decir tras eso es que no menospreciara mis sentimientos, que de verdad era amor, no un encoñamiento normal.
Entonces mi padre me ha llevado a golpes (nada serio, simplemente de malas maneras) a mi habitación y contra la pared me ha dicho lo que ellos habrían hablado horas antes, o cuando fuese.
En resumidas cuentas, me han dicho que ellos no van a cambiar su vida porque sea un enfermo y un traidor, y que no estoy enamorado. Que se me vayan de la cabeza esos pajaritos de inmaduro y que más me vale no joderles o me ponen de patitas en la calle en menos que canta un gallo.
Bueno.
Vas de buenas, arrepentido, y te tratan así. Ya no tengo nada más que perder. Ahora me toca a mí. Que corra el tiempo, que corra. Y no lo digo por el calentón del momento, eh. Qué va. Sé lo que me digo. Pero cuando vas tu propio padre a decirle que necesitas un psicólogo, y te trata como a un mendigo violador… no te queda otra de darte cuenta de que quizás un padre es algo que sobrevalora.
Ahora estoy en mi cuarto y no pienso salir aunque me reviente la vejiga, prefiero mear en un tarro o por la ventana. Y mañana tampoco saldré, supongo.
Así que aquí estaré para leer vuestros post, AMIGOS.