El Mundo publica hoy varios testimonios de catalanes no independentistas sobre cómo ven y cómo les ha afectado el prucés. Son unos cuantos pero no tienen desperdicio. Algunos prefieren no dar nombres, solo las iniciales.
P.A.
"Se trata de algo progresivo. Es verdad que hace tiempo que entre amigos nos prohibimos hablar de política pero eso hace que exista una tensión latente porque no puedes hablar de lo que te gusta. Y así, progresivamente, vas dejando de quedar y acabas perdiendo la amistad", explica P. A., un joven periodista que trabaja en Barcelona. "Es más fácil relacionarse con los que piensan como tú". Es sencillo encontrar testimonios para ejemplificar la fractura social de Cataluña. Ya se sabe: hay familias que ya no hablan de política para evitar tirarse los canelones en Navidad, compañeros de trabajo que ya no se respetan y amigos que han perdido el contacto para siempre. Por supuesto, es más complicado encontrar personas que se atrevan a explicar la quiebra de la sociedad catalana con nombre y apellido. Es esa mayoría silenciosa.
O.T.
O. T. vivió un episodio que puede ayudar a comprender cómo el independentismo ha envenenado la convivencia. "Iban a convocarnos por whatsapp a unas 130 personas para una cena de 30 aniversario de carrera que se celebraría el 29 de septiembre, dos días antes del referéndum. Llevábamos preparando el tema desde el mes de junio. A partir de primeros de septiembre empezaron los mensajes de "Votarem", "Democracia" y similares. La comisión que organizaba el tema pidió que no se mezclase el tema pero enseguida algunos se sintieron ofendidos. En los últimos 15-20 días, ha habido un goteo de salidas del grupo. Salidas su mayoría, silenciosas. Al menos se han ido unos 40 y han dejado el grupo como una plataforma indepe más, ante la que vamos callando hasta que salgamos también de ahí y a la cena vayan la mitad de los previstos. Es la típica solución. Ellos no callan y nosotros callamos y les dejamos con la palabra en la boca". Al final han tenido que celebrar dos cenas.
Por lo demás, en los grupos de whatsapp se sigue el mismo guión que en los medios. Los independentistas empiezan hablando de Quebec. Los no nacionalistas responden con la Ley de la Claridad y se acaba aludiendo a Kosovo y últimamente al Kurdistán. Al final, el resultado es idéntico. Se rompe el grupo. Los independentistas no escuchan los argumentos de los no nacionalistas. Aunque según O. T. "casi no existe protesta no independentista. Es la absoluta mayoría silenciosa. Calla y elude hablar del tema para no enemistarse con familia, amigos, vecinos, etc. Sobre todo en los pueblos, se ha llegado a señalar con el dedo al españolista de turno, a marginarlo e incluso hacerle bullying. En la ciudad es más difícil... Antes no había tanta gente que se manifestara indepe, pero eran nacionalistas y antiespañoles y no se decían que lo era por puro posibilismo, por miedo o vergüenza"
V.C.
Todo, recuerda V. C, empezó en 2012. Fue después de aquella Diada. El nacionalismo empezó a comprar el Ens Roba porque España atravesaba el peor momento de la crisis económica. "El independentismo supo utilizar y canalizar el malestar causado por la crisis económica y auparlo a su causa. Después de las primeras peleas en casa de mi suegra llegamos a un acuerdo para que el tema fuera tabú. La familia de mi marido es muy de izquierdas y llegaron a la conclusión de que en una Cataluña independiente sería más fácil que gobernaran los suyos. A mí me llaman falangista por votar a Ciudadanos. Al principio, te enfadas pero acabas dándote un beso porque no quieres incomodar al resto de la familia".
R.V.
R. V. vive una situación parecida. En su caso, ella ha notado la presión independentista en el trabajo. "Es el pensamiento único. Te mandan mensajes y correos dando por hecho que eres de su cuerda. Y te quedas callada porque si no, eres facha". Por supuesto, ese calificativo aúna ya a todos los ciudadanos no nacionalistas, ya sean socialistas o del PP. "Y llamarme facha a mí que siempre he sido de izquierdas", se queja otra ciudadana no exenta de cierta sensación de superioridad moral. "Al final te acabas quedando sin amigos porque te meten en el mismo saco". Como a Marsé, Serrat...etc.
N.N.
N. N. sufrió las consecuencias de su militancia no nacionalista en el trabajo. "Empecé a trabajar en una empresa con un jefe que había sido entrenador mío después de terminar la carrera. Hablábamos de todo sin problema hasta que su mujer, indepe hasta la médula, volvió a la oficina. Un día en una reunión ejecutiva muy caldeada y en la que ella y yo tuvimos posturas encontradas, me soltó sin venir a cuento: 'au, calla facha!' Me fui a casa, lloré de rabia y me fui de la empresa". N. N. se despidió. Nunca más recibió una llamada de ese jefe-entrenador que había sacado lo mejor ella. "Salvo cuando me tuvo que pedir el número de algún cliente".
Nuria Amat
A la escritora Nuria Amat no la han llamado nunca fascista aunque desde hace muchos años advierte de la deriva totalitaria del nacionalismo. "Pero me he sentido sola porque me han dejado de lado. En Cataluña solo hay sitio para el pensamiento único". Sanatorio [ED libros], su última novela es un relato claustrofóbico de la Cataluña actual. Ella también ha sufrido la fractura de su familia, de su grupo de amigos. "Llamé Sanatorio a Cataluña porque era mejor que llamarla Disneyland populista o manicomio. Lo escribí como terapia porque frente a la presión nacionalista me sentía abandonada por el Estado y por el resto de españoles. Yo soy una excepción pero muchos siguen callados porque tienen miedo de la turba manipulada". Amat recalca que el nacionalismo ofrece una sensación equívoca porque la mayoría de los catalanes no es independentista. "Pero nos han mutilado psicológicamente porque nos han hecho sentir que estamos solos y derrotados".
Adolf Tobeña
El catedrático de Psiquiatría Adolf Tobeña, autor de La pasión secesionista y experto en psicología social, explica el desamparo y los motivos por los que la mayoría se mantiene en silencio. "Los fenómenos de gregarismo tienen un arrastre tremendo, sobre todo si los que se perciben como minoría (aunque no lo sean) observan que hay una mayoría aparente que, aunque esté equivocada, va ganando". ¿Y cómo se arreglaría esta fractura? Tobeña responde con mucha sorna. "Más allá de conceder la independencia o que los catalanes aceptaran adherirse a EEUU (una vieja reivindicación nacionalista) o a Reino Unido (como proponía John Carlin) que a la postre resultan fórmulas poco viables... habría que iniciar un horizonte hispano totalmente nuevo, en ambiente de tregua magnánima pactada, si el asunto no ha llegado a mayores". Y luego la llamada "orfebrería constitucional". "En medio año se habría cerrado, en buena medida, la fractura social (aunque siempre habrá un 20% de secesionistas irredentos: eso no tiene arreglo) ..."
I.T.
En los pueblos la sensación es más asfixiante. I.T. es maestro de instituto en un pueblo de Gerona. Allí "xarnego" es sinónimo de feo -"veus quina samarreta més charnega"- y la lengua, al contrario que en Barcelona, se convierte en uno de los motivos (por no decir, el esencial) de fractura. Cuenta una divertida historia sobre una stripper catalana. En más de una ocasión, al acabar su actuación en las despedidas de soltero y dirigirse a los chicos en catalán, le habían hecho comentarios de este tipo: "Hòstia, però, parles català. Collons, ets la dona perfecta». "El nacionalismo vive toda experiencia absolutamente filtrada por esa especie de necesidad de estar evangelizando. No son felices. Conozco el perfil y no son felices, son individuos aquejados de un ensimismamiento enfermizo, incapaces de relacionarse con el mundo más allá de sus rígidos esquemas políticos, convencidos de que el universo orbita alrededor de ellos y de que la Verdad (así, en mayúsculas) está de su parte. Debe de ser muy triste vivir así. De verdad, muy triste. Y, sin embargo, qué por saco dan con su sempiterna frustración", concluye I.T.
http://www.elmundo.es/cataluna/2017/09/28/59cd314022601db3468b459b.html