#101 Sobre el tema retributivo es imposible decir nada sin especificar cuerpo, administración, grupo...
Como ex-opositor y actual funcionario, si tuviera que decidir si volver a pasar por el calvario de una oposición, la respuesta sería sí. Voy a comentar mi experiencia sobre los temas que se han venido tratando por si le sirve de ayuda a alguien. Espero no ser un coñazo.
LA APUESTA
Finalicé mis estudios universitarios (Derecho), tenía 23 años, no había trabajado nunca y el panorama que se abría ante mí era el siguiente:
Hacer máster de abogacía y posterior peregrinaje por los despachos de abogados con la esperanza de que alguno me acogiese y, con suerte, empezar a ganar dinero de verdad en un plazo de 6 a 7 años. Si consigues entrar en uno de esos macro bufetes ya ni hablamos del nivel de explotación que puedes llegar a soportar. Abrir tu propio despacho, inviable sin un buen padrino, cartera de clientes y/o una buena base de ahorro con la que ir tirando hasta que la cosa despegue, si despega.
Opositar a alguno de los cuerpos jurídicos, pasar unos años de pena, invertir el dinero en un futuro incierto y, lo que es más importante, un tiempo valiosísimo que no sabes si tendrá algún retorno. Elegí una oposición de grupo A1 de nivel nacional con la idea de ir bajando si no obtenía el resultado deseado. Una combinación de buena suerte (siempre presente en cualquier proceso selectivo, especialmente en aquellos con exámenes orales) y sacrificio me dio la plaza tres años después.
Aquí tuve muy claro que opositar es una apuesta y que, como ocurre con todas las apuestas, el riesgo de salir con las manos vacías es muy real. He conocido mucha gente de mi entorno que se ha quedado por el camino, se ha plantado con +30 años y nada a lo que aferrarse. Esto es algo durísimo para una persona que se ha metido en una dinámica de estudio con total dedicación (gente que hace de 8 horas diarias para arriba, no los que abren los temas un rato por la mañana), ha renunciado a su vida social y ve que la recompensa al esfuerzo no llega. Es muy fácil colgar ciertas etiquetas sin pasar por lo que algunos pasamos, de ahí que nunca deje de sorprenderme la total falta de empatía del ser humano medio. Desmerecer el esfuerzo de una persona, sea autónomo, funcionario, trabajador por cuenta ajena o empresario, me parece un síntoma de poca madurez y una osadía de mucho calibre. Aquí hacemos falta todos, nos guste o no.
EL FUNCIONARIO
Sí comparto algo de la visión pesimista que algunos han expuesto, y es que a mi parecer existe una alarmante falta de motivación dentro del sector público y cada vez menos vocación. No seré un hipócrita diciendo que siempre tuve vocación de servidor público. Para mí opositar fue una forma de resolver mi vida laboral de aquí hasta la jubilación, pero sí diré que actualmente no me veo dedicándome a otra cosa; disfruto trabajando para el justiciable, atendiendo sus necesidades, escuchando cuando hay que escuchar y cumpliendo con mi trabajo de manera lo más diligente que me es posible. Me voy a casa satisfecho de haber dado un buen servicio, con las palabras de agradecimiento que te dedican de vez en cuando los ciudadanos o incluso los profesionales. ¿Es así en todos los casos? Pues desgraciadamente no.
La administración no entiende de motivaciones y para ella todos somos un número, le importa un pimiento si eres productivo o no, si cumples con tu jornada o no, si tratas bien al ciudadano o no. Las posibilidades de que un expediente disciplinario prospere contra un funcionario interino son nimias; que prospere contra un funcionario titular, casi imposible. No existe un sistema de evaluación más allá de una estadística que nadie mira o una inspección que aterriza cada 2 ó 3 años a dar unos tirones de orejas, no existe una promoción real del reciclaje profesional, el absoluto desinterés y falta de iniciativa por parte de los órganos supervisores, la atribución de competencias directivas vacías que impiden recompensar la excelencia o censurar la vagancia... En resumidas cuentas, para un tío que ha sacado la plaza es lo mismo ser un buen o un mal funcionario.
Este es, en mi opinión, el principal cáncer de la administración pública de este país.
CONCILIACIÓN CON LA VIDA PERSONAL/FAMILIAR
Para mí, lo más valioso de mi puesto. Soy de los que valoran su tiempo más que su dinero, tengo un montón de aficiones, quiero formar una familia y siempre he tenido claro que, si podía evitarlo, no viviría para mi trabajo. Ojo, cuestión de prioridades. Cada uno tiene las suyas; esas eran las mías. Ni mejores ni peores que otras. En mi primer año, estaba casi todas las tardes encerrado en el Juzgado; ahora, con el trabajo al día, hago mi jornada estricta y dispongo de todas mis tardes y fines de semana libres (salvo semanas de guardia). Esto, en mi caso, no tiene precio y no hay una cifra que pudiera hacerme renunciar a ello.
SALARIO
Tema muy variable y controvertido, depende de muchísimos factores como tu grupo profesional, tu complemento de destino, la categoría del órgano donde prestas servicios, el ámbito territorial del cuerpo, la antigüedad... En general, ten en cuenta que siendo funcionario no te vas a hacer rico, pero sí vas a vivir muy bien (hablando de funcionarios de carrera, no de determinados puestos discrecionales/directivos, ya me entendéis). Ahí depende de tus aspiraciones y de lo que consideres necesario para tu felicidad. Yo nunca ha necesitado grandes lujos, me sobra y me basta con poder salir a la calle a cenar o tomarme algo sin tener que preocuparme de si me lo puedo permitir. Aparte, siempre se abren nuevas opciones como dar clases, preparar opositores (especialmente rentable esto) u otras dependiendo de las incompatibilidades que te afecten.
LOS PROBLEMAS
La administración puede desmotivar a cualquiera en cuanto te empiezas a dar cuenta de lo horriblemente mal que funciona todo y de la gran cantidad de problemas de diseño que existen. Hazte a la idea de que no vas a trabajar en Google; la organización no es óptima, el grado de improvisación es alarmante y el nivel de desconocimiento y de vicios adquiridos del colectivo funcionarial roza lo astronómico.
A destacar como principales problemas:
-La descentralización y las competencias transferidas a las CCAA, fuente de innumerables problemas, desaguisados y sinsentidos, un sumidero interminable de dinero que además fomenta la división y el recelo hacia compañeros de otras regiones.
-El alto grado de interinidad. En mi Juzgado, sin ir más lejos, el 100% de los funcionarios de oficina son interinos. Del compadreo y los chanchullos que existen en la gestión de las bolsas de interinos ya mejor hablamos otro día.
-El abandono por parte de los órganos superiores. Bajas que no se cubren en 3 meses, toneladas de oficios para que se atiendan necesidades básicas de material o mantenimiento que ni se responden, deficiencias en los medios materiales e informáticos que no se suplen, absoluta falta de transparencia de los procesos internos, falta de respaldo en las decisiones directivas, expedientes disciplinarios que dejan caducar a propósito...
-Parafraseo a un compañero que muy acertada y recientemente ha escrito: "no hay una ley publicada en el BOE en los últimos cinco años que llegue al cinco en un control de calidad de andar por casa y, si hablamos de los Reales Decretos de inexistente necesidad y escasa urgencia nos vamos al tres raspado. Creo que las empresas deben llegar al nueve para tener el certificado así que echen cuentas y esperen seguridad jurídica".
LA CONCLUSIÓN / RPV
Si quieres opositar, hazlo. Vas a vivir bien, pero piensa que puedes perder muchos años y dinero para acabar volviendo al punto de partida. Una vez estés dentro, nadie te va a exigir un mínimo de dedicación; puedes ser un puñetero vago o un servidor público excelente que vas a cobrar lo mismo a fin de mes y te jubilarás trabajando de lo tuyo. La decencia es algo que no va en el cargo, sino en tu escala de valores y en la educación que te hayan dado. Te están pagando un sueldo y se espera algo de ti. Lo demás es cosa tuya.
Por el bien de todos, espero que seas de los segundos.