Ayer en Nueva York comimos con mi amigo Daniel Lubeztky. Pero Dani tuvo que venir solo, su novia, que es médica, acababa de terminar una jornada de trabajo de 30 horas seguidas y estaba durmiendo al mediodía. Esto me hizo reflexionar sobre dos cosas: (1) el hecho de que en Estados Unidos parece no haber límites a la cantidad de horas que una persona puede trabajar, y (2) la generalización de horarios perversos en la medicina.
Estados Unidos es el país industrializado que más horas trabaja. En 2000, los estadounidenses trabajaron 1.978 horas anuales por persona, lo que supone un incremento de casi una semana laboral en los últimos diez años y de dos semanas largas con respecto a 1980. En suma, ahora trabajan 49 semanas y media al año, 40 horas a la semana. Este incremento de la jornada laboral es contrario a la tendencia en los otros países industrializados, donde se ha recortado la jornada en los últimos años. Así, en Europa no se trabaja tanto como en Estados Unidos desde mediados de los años 60, y en 1990 los japoneses trabajaban más horas al año (2.013) que los estadounidenses (1.943). Ahora, los norteamericanos trabajan 137 horas al año más que los japoneses (unas tres semanas laborales y media más); alrededor de 260 horas (unas seis semanas y media) más que brasileños y británicos; y 499 horas (doce semanas y media) más que los alemanes.
Hay quienes dicen que esto se debe a que los trabajadores se esfuerzan en todos los casos. Así, en los momentos de expansión las empresas exigen más trabajo a sus empleados, y en las recesiones, cuando hay despidos y trabaja menos gente, los trabajadores dedican más horas para mantener el empleo. Incluso muchos piensan que los estadounidenses trabajan demasiado y que deben adoptar las políticas laborales europeas ( por ejemplo, la mayoría de los europeos gozan de vacaciones entre cuatro y seis semanas al año, comparado con 1,5 a 2,5 semanas en Estados Unidos). Está claro, además, que la mayor parte de las familias estadounidenses tienen ingresos que aumentan por debajo de la inflación y que para compensar esta pérdida de poder adquisitivo tienen que trabajar más duro y durante más horas que sus padres y sus abuelos. Y se sabe que existe una relación directa entre la legislación laboral y la jornada de trabajo. Y que en países como Estados Unidos, en los que existe menor regulación, los trabajadores alargan sus jornadas más de lo habitual.
Pero el hecho es que, sea por lo que fuere, esta costumbre tiene graves consecuencias en términos de la seguridad de los trabajadores. Porque está comprobado que los accidentes de trabajo están más relacionados a la cantidad de horas trabajadas que al tipo de trabajo realizado. Es decir, que la fatiga y el estrés acumulados durante la jornada laboral afectan la salud de las personas y las condicionan a tener más errores y accidentes. Los trabajadores que hacen horas extras, por ejemplo, son un 61% más propensos a sufrir heridas o enfermedades. Y las jornadas que se prolongan más de 12 horas diarias aumentan las posibilidades de lesión más de un tercio. Las horas acumuladas también cuentan, ya que si una persona trabaja 60 horas a la semana su riesgo de enfermar es un 23% mayor.
Lo insólito es que esto sea obviado en la medicina misma. Porque en Estados Unidos los residentes llegan a trabajar hasta 30 horas de corrido. Este es el caso de Michelle. Lo peligroso es que, a diferencia de otros oficios y profesiones, en la medicina el cansancio no sólo afecta la salud de los médicos sino que pone también en juego la seguridad de los pacientes. Justamente me contó Dani que el último paciente de Michelle al final de sus 30 horas fué un enférmo cardíaco que sufría un infarto. Un estudio realizado en Estados Unidos asegura, por ejemplo, que las jornadas prolongadas que suelen realizar los médicos internos provocan una incapacidad similar a la producida por el consumo de entre tres y cuatro bebidas alcohólicas. Pero la legislación establece un límite de ochenta horas semanales para los médicos internos. ¡Esto es 16 horas por día u casi 12 horas por día sin fines de semana!
Pero en el caso de la medicina Estados Unidos no parece estar solo. En España, una encuesta realizada en 2005 por la Asociación Española de Médicos Internos Residentes (AEMIR) reflejaba que más de la mitad de los residentes no libraban nunca después de realizar una guardia, por lo que llegaban a realizar jornadas de hasta treinta y dos horas sin prácticamente descansar. El 18% admitía que durante estas largas jornadas utilizaba fármacos de forma sistemática para evitar el sueño, un abrumador 60% de los médicos encuestados decía haber cometido algún error grave en el ejercicio de su profesión a causa de la fatiga, y el 34,7% aseguraba haber sufrido algún accidente en la carretera tras finalizar la guardia. No estoy al tanto de cómo es la situación en este momento, pero a fines de 2005 no existía regulación alguna de las condiciones laborales de los programas de médicos internos residentes. Y si bien los sindicatos médicos y AEMIR exigían que se cumpliera la directiva europea que obliga a librar tras una guardia, no todos los hospitales aplicaban esta medida.
En este sentido, las largas jornadas de trabajo no sólo son de insalubres para los trabajadores sino que pueden resultar peligrosas para otras personas. Pensemos, por ejemplo, en los servicios de transporte público, donde la vida de muchas personas dependen de la calidad del trabajo de unas pocas. Pero, además, pueden llegar a considerarse injustas y en muchos casos inmorales. Según los datos proporcionados por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), más de 600 millones de trabajadores (el 22% de la fuerza laboral mundial) tienen jornadas de duración “excesiva” y 5 mil personas mueren diariamente en el mundo a causa de accidentes laborales o enfermedades relacionadas con el trabajo (lo que da un total de casi 2 millones por año). Además, los accidentes laborales le significan a la economía mundial una pérdida aproximada de 1,2 billones de dólares, monto que equivale al 4% de la riqueza del mundo y que es 20 veces superior a toda la ayuda oficial que el mundo destina a los países en desarrollo. El 4% del Producto Bruto Interno (PBI) mundial (1.251.353 millones de dólares) se pierden anualmente por los costos de ausencias de trabajo, tratamientos de enfermedades, las incapacidades y las prestaciones de sobrevivientes que originan las lesiones, las muertes y las enfermedades que pueden ser evitados. Me gustaría saber si hay errores cometidos en la medicina que podrían no suceder si los residentes trabajaran con horarios lógicos.
Conclusión: así como me parece absurda la legislación francesa que obliga a trabajar 35 horas semanales creo que trabajar 80 puede ser improductivo y peligroso. Para mi lo mejor es que la gente pueda negociar en su trabajo con mucha flexibilidad de horario lo que quiera con su empleador algo que en la España del enorme desempleo o en la Argentina del enorme desempleo no se podía hacer pero que algunos empleados pueden hacer cada vez más. En mis empresas he negociado todo tipo de arreglos incluyendo trabajo por objetivos y no por horas.
Fuente: la red
En fin, yo trabajo entre 9 y 10 y no creo que sea problema, aunque todo depende del tipo de curro