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Yo hubo una época que a las tías que no tenía ni descripción ni nada con las que abrirle me montaba una historia de que era un extraterrestre y que había llegado a la tierra, no sé exactamente qué coño decía pero el caso es que todas se descojonaban y tenía bastante éxito. Total con destacar de los demás sin ser demasiado creepy... Aún así hay tías que ni con el mejor opener del mundo te van a contestar por Tinder, lo tengo más que comprobado.
En cuanto a mi cita
Quedamos en la entrada de un edificio con azotea/terraza. Ella llegó un poco antes así que me estaba esperando. Cuando me vió aparecer la chica se puso ultra roja en cuestión de 1 segundo, ¿sabéis cuando los dibujos animados se sonrojan de abajo a arriba? Pues igual. Tanto se cortó que desvió la mirada un poco a la izquierda a una pared que tenía a 30cm de la cara mientras sonreía jajaja.
La historia es que fuí a la cita a "ciegas", yo no sabía si la tía era borde, tonta, lista, si tendría humor o no pillaría ni una, si sería infantil, madura, si iría de diva... no tenía ni puta idea de cómo iba a ser, pero en cuanto hablé 10-15 segundos con ella ya supe que me iba a gustar. No sé si os pasa que podéis juzgar a una persona en cuestión de segundos, a mi me pasa mucho.
Pues esta chica me gustó en los primeros 15 segundos, pero en las siguientes 4 horas (sí, 4 horas en la azotea hablando sin parar) literalmente me encantó. No entendía cómo una personalidad tan sensual, femenina, con un toque de inocencia y a la vez muy madura e inteligente podía transmitir tan poco a través de Whatsapp. Se lo dije y me dijo "bueno, es que para eso es Tinder ¿no? Luego hablas con una persona por Whatsapp dos semanas y si al final no quedas...".
Así que eso, estuvimos hablando durante 4 horas que se nos pasaron volando. Era ella la que llevaba muchas veces la iniciativa en la conversación, a mi entraba la risa cuando la veía tirar del carro, pensaba: "qué bonito sería que todas las mujeres tuvieran ese nivel.".
Alrededor de la tercera hora le hice el truco del ojo, pero no me salió, no se acercó nada de nada, ni para mirar el primer ojo ni para el segundo, así que acabé besándola más adelante, cuando nos acercamos a la barandilla a mirar la noche de Madrid a vista de pájaro.
Todo perfecto, mejor imposible, el Viernes duermo en su casa.