A ver si el problema es que hetero, homo y bisexual son categorías antiguas (las dos últimas por imitación de la primera), difíciles de conciliar con la actual distinción sexo-género y, en lugar de renovarlas siguiendo teorías y silogismos absurdos, lo que deberíamos hacer es reflexionar por qué «atraerte las mujeres» no acarrea, en la inmensa mayoría de los casos, «atraerte teóricamente el género mujer y, por ende, asumir inferencialmente que una mujer trans con apariencia y genitales de hombre cis debería atraerte».
A mí no me excitan sexualmente los penes. Y si ello supone cuestionar mi heterosexualidad porque como hombre heterosexual me atraen las mujeres y, sin embargo, hay mujeres con pene, la solución quizás pase por discutir hasta qué punto «heteroSEXUAL» y las otras etiquetas derivadas de ella son compatibles con un escenario donde ya no se habla sólo de SEXO sino de GÉNERO; en lugar de caer en la ingenuidad teórica, si no bobalicona, de asumir que como soy hetero, y me gustan las mujeres, entonces deberían gustarme las mujeres con pene —cuando, evidentemente, la realidad no funciona así a menos que vivas en un delirio conceptual basado en silogismos sin aplicación práctica.