Si peleo por esto es por la niña y la Justicia , porque los que salen perjudicados son los hijos ‘y no hay tu tía’.
Así de claro lo manifestaba Gabriel A. I. P. en una entrevista concedida a TRIBUNA y en la que, sentencia en mano, expone el oscuro callejón en el que se vio sumido después de tres años de casado. Con dos créditos a las espaldas y una niña de tres años, Gabriel se vio abocado a la ruina económica y emocional en una vida rutinaria en la que del amor y del cariño la pareja pasó al odio y a la destrucción.
Un fallo judicial dio la vuelta a una denuncia interpuesta por malos tratos por la persona de su mujer, en ella el juez reconoce expresamente que «en relación a los hechos que pudieran tener relevancia penal, no los consideramos acreditados... No podemos conceder a las afirmaciones de la denunciante imputando al marido que la empujó y que le levantaba la mano un valor mayor al de su mera declaración... Más bien existen indicios de lo contrario, puesto que quien resulta con sus ropas rasgadas es D. Gabriel y no Doña X., según declaraciones de ambos.
Se habían conocido en el 92, «éramos compañeros de grupo y de fiesta... Convivimos dos o tres años, quizá cuatro, pero su familia no aceptaba la relación. Así que nos casamos». «Vivíamos a gusto y decidimos irnos a vivir a Encinas de Arriba, donde nací, donde nos compramos una casa y un coche», no tardaría mucho en nacer su única hija.
Los problemas empezarían pronto: «Ella no quería trabajar porque quería dedicarse a su hija a pesar de que ésta ya tenía un año y medio y teníamos familia en Encinas para dejarla... A ella no le gustaba que la niña se quedara con mi familia», así comenzaron las discusiones y la pareja empezó a distanciarse.
«Ella empezó a trabajar y prefería levantarse a las siete de la mañana y recorrer siete kilómetros hasta Alba de Tormes para dejar a la niña con sus padres». Gabriel asegura que «no la veía en todo el día y cuando estábamos juntos era o conflicto o dejarlo pasar».
Gabriel le manifestó que o se separaban o debían empezar a compartir lo que tenían como amigos, «me decía: si te separas no vuelves a ver a tu hija... Ahora veo que la vida le ha dado la razón: si te separas, si ellas no quieren, no ves a tus hijos».
Pasaba el tiempo y, «provocación a provocación», llegó el día. Una discusión banal se tornó en un acto violento en el que «ella me empujó y me arrancó la manga de la camisa». Él buscó a sus padres como testigos, tras lo que se sucedieron los insultos hacia éstos, delante de la pequeña. Al día siguiente, la Guardia Civil se presentaría en el domicilio familiar: «Tiene una denuncia por maltrato».
Entonces, comenzó un calvario para Gabriel porque una orden de alejamiento le impidió vivir con su hija y, pese a que en la sentencia se le acusaba de maltratador, fue absuelto de toda culpa, «el tema es que a día de hoy un padre con indicios dónde está, mientras que no pasa nada si se trata de una madre en la misma situación».
Hasta el momento ya son tres las denuncias que su mujer ha interpuesto contra él y cuatro las que presentadas por él en respuesta a lo que considera auténticas agresiones contra sí mismo, contra una persona que «no puede ver a su hija a pesar de estar separado tan sólo por siete kilómetros».
(http://www.tribuna.net/noticia.asp?ref=29357)
Creo que sobran las palabras.