Buenas, hoy querría hablar de un tema que puede ser interesante para algunos, y es la verdadera naturaleza de la sociedad sueca. Se habla mucho sobre los países nórdicos, tanto para bien como para mal, de modo que sería conveniente analizar desde un punto de vista antropológico Suecia, el país nórdico más importante; no en vano Estocolmo gusta de denominarse "la capital de Escandinavia".
Para aprehender el acervo antropológico sueco, acaso sería conveniente analizar sus creencias religiosas tradicionales, su sistema familiar tradicional y su configuración social tradicional, tal y como sugieren Hervé Le Bras y Emmanuel Todd. Suecia es un país que desde su asimilación a la civilización cristiana se configura como una sociedad feudal, gobernada por un rey y divida entre nobles I[/I] y plebeyos. La nobleza y el clero conformaban la clase privilegiada (Frälse). En esto no se diferencia mucho de la mayoría de los países europeos.
No obstante, Suecia es un país que desde la Baja Edad Media se compone de familias troncales: entre los campesinos del país nórdico, un solo hijo, normalmente el mayor, trae a su esposa a casa y vive con ésta y sus hijos en casa de sus padres, este hijo hereda toda la tierra. De no haber ningún hijo varón, hacía lo propio la hija mayor. Los hermanos y/o hermanas del sucesor debían permanecer solteros en casa o abandonarla. Este tipo de familia fomenta valores de autoridad (pues los padres mantienen su autoridad sobre los hijos adultos que permanecen bajo el techo paterno) y desigualdad (pues un solo hijo hereda la tierra).
Así mismo, Suecia cae bajo el influjo de la reforma protestante durante el siglo XVI y se convierte al luteranismo, confesión religiosa mayoritaria en Suecia durante los últimos siglos. El luteranismo implica una concepción jerárquica de los seres humanos al concebirlos como predestinados para la salvación o la condenación eternas, al contrario que el catolicismo y su doctrina del libre albedrío.
Si conjugamos estos tres elementos, obtenemos una sociedad cuyos valores son claramente la autoridad y la desigualdad. ¿Contraría esto la visión de Suecia como un país profundamente liberal e igualitario? Esta asunción se basa principalmente en el largo predominio de la socialdemocracia en el país del norte. Para responder a esta cuestión, acaso sea conveniente analizar qué es la socialdemocracia y cómo determina el rumbo del país sueco. Para ello debemos dar un salto de gigante hacia principios del siglo XX.
La socialdemocracia es una ideología que nace en Alemania, país cuyo acervo antropológico es muy similar al de Suecia, sobre todo en su parte norte, también luterana. No obstante, en Alemania la presencia de un sur católico, primero votante del Zentrum y después de la CDU/CSU, impedirá un triunfo redondo de la socialdemocracia, cosa que sí ocurrirá en Suecia, donde esta será la fuerza política dominante desde la década de 1930.
Sería erróneo ver la socialdemocracia como una ideología igualitaria. La socialdemocracia, al contrario que el comunismo o el anarcosocialismo, no pretende poner fin al capitalismo ni construir una sociedad perfectamente igualitaria; solo pretende reformar el capitalismo para hacerlo más justo, solidario, etc. De hecho, la baja desigualdad en Suecia no es atribuible a las políticas socialdemócratas. Esta baja desigualdad en Suecia ya existía durante el siglo XIX debido a que la transmisión indivisa de la tierra propicia el minifundismo al impedir la acumulación de tierras por parte de aquellos que compran las parcelas de aquellos campesinos que se han visto con pedazos de tierra demasiado pequeños para ser viables debido a las sucesivas subdivisiones entre múltiples herederos. Un estudio de la Universidad de Lund ha demostrado que la desigualdad en Suecia ya era baja entre 1750 y 1900; puede consultarse aquí: https://lup.lub.lu.se/search/publication/5266149 La socialdemocracia solo adaptó esta situación a la modernidad, después de los procesos de urbanización e industrialización del país.
Las políticas socialdemócratas suecas reducen la desigualdad de ingresos mediante una alta presión fiscal, existiendo en Suecia una gran diferencia entre la desigualdad anterior a impuestos y la desigualdad posterior a los mismos. Los gobiernos socialdemócratas siempre han respetado escrupulosamente la propiedad privada y nunca han llevado a cabo nacionalizaciones importantes de sectores estratégicos, pudiendo considerarse en esto más desiguales que los gobiernos laboristas británicos, por ejemplo, los cuales sí llevaron a cabo importantes programas de nacionalizaciones durante las décadas de la posguerra. Por otra parte, la misma idea de una baja desigualdad en Suecia es en gran parte un mito. Según estadísticas de la OCDE, el país ha experimentado el incremento más agudo de la desigualdad de ingresos de todos los países de la organización durante los últimos veinticinco años y actualmente posee un coeficiente Gini superior a 0.250. Por otro lado, la desigualdad de patrimonio de Suecia está entre las más altas del mundo, como constata este estudio: http://wirtsoz-dgs.mpifg.de/dokumente/Mueller_Reichtum.pdf Si la desigualdad de patrimonio es tan alta, poco importa que la desigualdad de ingresos sea relativamente baja; los pobres deben gastar una parte de sus ingresos en el alquiler de una vivienda, por ejemplo, mientras que los ricos no deben hacer ese gasto al tener viviendas en propiedad. Cabe destacar también la existencia de una élite sueca que no ha dejado de ser una élite desde hace tres siglos pese a las políticas socialdemócratas: http://faculty.econ.ucdavis.edu/faculty/gclark/papers/Sweden%202012%20AUG.pdf
Pero más que en sus políticas económicas, en lo que Suecia demuestra ser un país con valores de desigualdad es en dos capítulos que la historia ha juzgado conveniente olvidar: su colaboración con la Alemania nazi y sus políticas eugenésicas. Suecia colabora con el régimen político nazi suministrando a Alemania abundantes materias primas, sobre todo material de hierro, y estuvo a punto de ser invadida por tropas aliadas, pese a no entrar oficialmente en guerra de parte de ningún bando. En cuanto a las políticas eugenésicas, entre 1934 y 2012 Suecia esterilizó forzosamente a más de cuarenta mil personas por motivos de pureza racial, eliminación de comportamientos antisociales, higiene pública y reducción del gasto público.
Nos queda el tema de la inmigración. Suecia ha acogido a numerosos extranjeros durante las últimas décadas. Sin embargo, estos extranjeros no se han asimilado al fondo étnico y cultural mayoritario de Suecia. Las tasas de matrimonios mixtos entre suecos y extranjeros son muy bajas y estos grupos inmigrantes han quedado relegados a los márgenes de la sociedad, viviendo en ghettos y condenados a un bajo estatus educativo, económico y social, situación que ha desencadenado disturbios en varias ocasiones, la más reciente en 2013. Al estar excluidos de la sociedad sueca, estos grupos extranjeros perpetúan su lengua, religión y costumbres en suelo sueco, razón por la que Suecia ha podido considerar su política inmigratoria muy "tolerante". Pero difícilmente puede considerarse el multiculturalismo una ideología verdaderamente tolerante. En España, por ejemplo, una nación un acervo antropológico verdaderamente igualitario, llegaron en el siglo XVI franceses, genoveses o venecianos atraídos por las oportunidades de prosperidad económica que ofrecía el recién creado Imperio Hispánico o en el siglo XVIII alemanes traídos por los monarcas ilustrados para impulsar procesos de repoblación en zonas como Sierra Morena, y estos inmigrantes se integraron plenamente en la sociedad española, quedando poco más que el recuerdo de sus raíces. De hecho, la sociedad española se funda en gran parte en la inmigración de numerosos europeos allende los Pirineos ("francos") durante la Reconquista. Pero difícilmente podemos considerar tolerantes a los suecos por tolerar la existencia de grupos humanos confinados a los escalones más bajos de su sociedad, alienados de la cultura sueca e impedidos de mestizarse con suecos; sería como considerar tolerantes a los vascos por permitir la existencia de los agotes, a los japoneses por permitir la existencia de los burakumin o a los hindúes por permitir la existencia de los intocables.
No obstante, cabe preguntarse por qué Suecia ha adoptado una política más favorable a la inmigración que otros países con un fondo antropológico autoritario y jerárquico, como por ejemplo Japón. Tal vez la respuesta esté en el bajo colectivismo intra-grupal de la sociedad sueca. Suecia muestra un bajo colectivismo en las escalas de Triandis y Geert Hofstede y un bajo colectivismo intra-grupal en el GLOBE Project. El multiculturalismo parece ser propio de sociedades que tienen su origen en torno al Mar del Norte y que se caracterizan por la debilidad de los lazos de parentesco, una evitación del incesto muy amplia y rígida y el bajo colectivismo grupal. La élite sueca habría importado numerosos inmigrantes extranjeros para hacer la economía más competitiva al aumentar la productividad gracias al empobrecimiento de las condiciones laborales, y no le habría importado la pérdida de identidad sueca de aquellos suecos étnicos pertenecientes a los estratos más bajos de la sociedad y destinados a la mezcla genética y cultural con inmigrantes extranjeros debido a la convivencia con ellos en áreas residenciales y centros educativos y laborales.