El chico por whatsapp era bastante sosillo, tenía que estar preguntando yo. Intenté no quedar por mi zona por si era un tío raro para que no supiera donde vivía, le mandé indirectas pero aun así no me entendió, era cortico el cabrón. Creo que se pensaba que me quería ir con él sin conocerlo, cuando le doy un tres.
Estuvimos tres horas en un bar, en una terraza con el calor que hacía. Estábamos solos y ahí estaba él, mirándome sin hablar, y yo intentaba sacar conversación porque era tan intensito que me ponía muy nerviosa. Parecía que se estaba montando películas pajilleras en su cabeza, ahí he empezado a sospechar fuertemente que era un tarado mental o un pervertido.
Ha sido larga la cita, pero os resumiré. Intentaba no mirarlo para no provocarlo, le hablaba con miedo sin fijarme en su cara e intentaba no tocarlo. Me he acabado rallando porque estoy bastante buena y el chico parecía que ni siquiera se empalmaba con sus movidas mentales. He tocado una vez y no he notado nada, me he tranquilizado y lo he vuelto a intentar, esta vez más vigorosamente, y eso seguía muerto. Yo estaba deseando irme, y me tocaba el pelo, cosa que hago cuando estoy muy nerviosa.
Le escribí entonces a mi amiga por whatsapp la contraseña para que me llamara, pero parece que no me entendió bien. Entonces intenté jugar la carta del Ted Mosby, a decirle que era el único con el que había quedado, que hablaba con muchos tío, para soltarle la bomba de que dejé a mi novio hace poco y no quiero follar. Aun así el tío no me daba puerta y saqué mi última arma, error.
Todas las canciones de reggaeton que puse para aburrirlo fueron pocas, sobreestimé el gusto musical de este chaval, entiendo que necesite todas las luces que pueda encontrar en una discoteca.
Finalmente cuando por fin íbamos a despedirnos llegó el momento más peligroso, pagué las copas para que se pensara que iba a tener otra ocasión en el futuro para que bajara la guardia y me dejara marchar, sus ojos de loco habían crecido en intensidad. Vi que se abalanzaba y me lancé sobre el bolso, buscando mi spray de pimienta. No llegué a tiempo e intenté sacar la navaja que colé tras su espalda fingiendo un abrazo. En ese momento que se arrimó, volví a sentir que no había nada peligroso ahí e incluso un poco decepcionada, por fin me relajé, esa noche esa cosita no iba a violar a nadie.
Me despedí, esta vez sí, asegurándome que me iba a devolver los dineros que me había gastado en él.