En el mundo no hay mayor pecado que el de no seguir al abanderado. (Georges Brassens)
La biotecnología, y su rama más terrorífica y avanzada, la genética, han cambiado nuestra forma de percibir el futuro.
Parece planear sobre nosotros un destino en el que habite una humanidad de clones exactamente identicos. Los mismos rostros, los mismos cuerpos, las mismas mentes.
La verdad es que, como pesadilla, tampoco es nada nuevo: Huxley ya nos lo contó en su "Un mundo feliz". La diferencia está en que ahora está mucho más cerca, es tecnicamente posible lograrlo. lo que antes era un cuento de terror, ahora es una realidad tangible.
Lo cual hace que haya bastante gente muy escandalizada.
Y yo no entiendo por qué arman tanto ruido.
Porque, vamos a ver ¿No es eso lo que queríamos?
Porque, si nuestro objetivo como individuos no es ser identicos los unos a los otros, entonces es que no he entendido nada.
Nos empeñamos en vestir las mismas ropas que los demás, de las mismas marcas, y compradas en las mismas tiendas.
Llevamos los logotipos de esas marcas compulsivamente, bién visibles sobre nosotros, como los viejos hombres-anuncio de decadas pasadas.
La moda juega con nosotros: Hay que cambiar de ropa, de estilo cada temporada, en una irresistible pulsión consumista, solo para poder seguir vistiendo como los demás. Si no lo hacemos así, estamos "pasados de moda", que parece ser algo muy próximo al ostracismo.
Pero no es solo la ropa.
Nos peinamos igual, maquillamos del mismo modo, repetimos los mismos movimientos, los mismos gestos, como en un laberinto de espejos.
Aquellos que pueden permitirse el gasto, se ponen (¡voluntariamente!) en manos del cirujano, bajo la afilada hoja del bisturí, para poder acercarse a un estandar de belleza homologado. Los mismos ojos, las mismas caderas, los mismos pechos...
Pero tampoco es solo el físico.
Vemos la misma basura televisiva. Nos dejamos vaciar metódicamente el cerebro e inyectarnos esa especie de subproducto que resulta de exprimir una pseudocultura y pasarla por el tamiz de "lo comercializable". Repetimos los giros y las expresiones de nuestros pretendidos ídolos, hablamos igual que esos personajes que han creado para nosotros, contamos el chiste de moda de esta semana y discutimos, repitiendo los argumentos prefabricados que nos proveen, sobre el intranscendente debate televisivo en torno a la estúpida noticia que los informatívos han decidido regurgitarnos.
Bailamos los mismos bailes mientras escuchamos la misma música, creada con ritmos identicos por grupos o solistas diseñados por los equipos de marketing de las compañías dicográficas. Leemos los mismos libros. ¿Por qué el ser un best-seller significa que un disco o un libro es mejor? ¿Porque nos iguala a los demás?
Pensamientos, opiniones, creencias... Todo ello se mueve detro de un estrecho abanico de opciones ya dadas, diseñadas, sin posibilidad de escapar.
Nos burlamos (o, aún peor, nos compadecemos) de los que son diferentes. De los que visten diferente, de los que tienen un aspecto diferente, de los que piensan diferente...
No, la clonación no es una pesadilla del futuro. Es la gloriosa culminación de nuestro mayor deseo.
No sé cual es la razón. Quizás en esta era de producción en cadena, de estadísticas, de medios de masas, le hayamos llegado a tener pánico a la individualidad, a distinguirnos de los demás.
O quizás a los gobiernos les interesa tener masas de borregos manipulables.
O a los mercados les interese una clientela uniforme y compulsiva.
O quizás que nos guste ser manipulados.
No se la razón, pero no hay que esperar al futuro: Yo, al igual que tú, incosncientemente, sin darme cuenta, aspiro a ser clon de todos vosotros.
O, si no es así, es que somos todos estúpidos.
Debe ser que yo no he entendido nada.