Imagina que trabajas para Europa Press como fotógrafo (o fotógrafa). Te han pedido que cubras la campaña de Madrid. Como sabes dónde va a haber jamón, pides reportar el mitin de Pablo Iglesias en Vallecas.
La muchedumbre es amplia y a vosotros (o vosotras) la organización de Podemos os ha reservado un espacio para la prensa, en una torre, entre el público y los políticos. Tienes buen tiro de cámara: pillas igual de bien la chepa de El Coletas que las caras de fumeta de la primera fila. Y empieza el acto, y Pablo se pone a hablar: "aquí hago más falta, sí se puede, tarjetas black pero no SIM" y todo eso.
Pero, de pronto, ¡oh sorpresa! Descubres que uno de entre tus compañeros saca una pistola (es Eduardo Inda con un bigote falso y camisa hawaiiana). Y en ese momento tienes dos caminos: puedes empujar a Pantuflo y arrojarlo desde una altura de cinco metros, estampándolo contra el suelo, lo que te convertirá en un héroe que pronto será diputado (o diputada); o puedes ignorar la pistola y sacar la foto de tu vida: un vicepresidente acribillado por Pantuflo, lo que probablemente te haga ganar el Pulitzer.