Extraído del XLSemanal, elegida carta de la semana:
El episodio sucedió bajo el brillante cielo de una playa del litoral suroeste andaluz. Un vendedor ambulante de abalorios se acercó y me ofreció su mercadería; compré dos pulseras y un collar para mis hijas: le entregué un billete de diez euros, me devolvió tres. A la media hora regresó al lugar donde yo estaba y me dio un euro, diciéndome: «Error cambio, un euro menos». Y se marchó, resuelto, con su negocio ambulante. Me quedé sin reaccionar, impactado por ese ejemplo de rectitud, probidad y bonhomía; en suma, de honestidad e integridad. Cuando me percaté de lo sucedido, corrí para devolvérselo, mas ya se había perdido entre la muchedumbre. Una señora que estaba a mi lado advirtió lo acontecido y comentó: «Sí, esa gente negra hace siempre esas cosas...». Frase breve que describía el hecho en las más crudas palabras: la clasificación, presuntamente aceptada, de «esa gente» como clase diferenciada; la sistemática asunción de una infundada superioridad de `razaŽ; y la continua e inevitable repetición del hecho. Fue un aserto más cercano al desprecio que a la admiración, como queriendo decir «así les va...». Hoy, cuando ya han pasado algunos días, doy gracias a Dios por no haber reaccionado en aquel momento, ni encontrado al «comerciante». Ese euro lo guardaré para siempre: ese solo euro es el ejemplo de la honradez, de la honradez absoluta.
No quiero crear polémica ni voy a contestar a los que repliquen. Sólo quiero compartir este texto.
Un saludo