Me levanté tarde esa mañana, eran las once y las voces de la gente en la playa llegaban a mis oídos mezcladas con el romper de las olas en la arena, como cada día me senté en la cama hasta reunir las suficientes fuerzas para poder hacerme el desayuno, pero aquella mañana algo me llamó la atención, las voces de la gente sonaban algo mas desbocadas de lo normal, y también algo más cerca.
Por fin me levanté y me dirigí al balcón que daba directamente al paseo marítimo, y cuando al fin pude ver el exterior descubrí la cola mas absolutamente larga que nunca había visto (y menos en una playa).La cola tenía dimensiones bíblicas, era abismal, llegaba desde una parte del paseo hasta casi el agua del mar retorciéndose entre la caliente arena.
Lo más impresionante de ésta era que poseía vida, toda ella estaba formada por seres que uniformaban todo el cuerpo de la cola, era como un pequeño ejército de hormigas, todas formando un todo, sin saber por qué ni cómo… pero formándolo. De pronto me interesé por los seres extraños que formaban dicho conjunto, me pregunté por qué permanecían en formación bajo el sol abrasador con esas caras hieráticas e inexpresivas, como si les fuera la vida en ello, mientras avanzaban lentamente todos parecían mirar la parte delantera de la cola, un pequeño puesto formado por cuatro palos, una tabla y un pequeño grupo de tres personas repartiendo algo....
¿Pero que repartían? ¿el contenido del santo grial?,¿ la fuente de la juventud eterna? ,¿el remedio contra el sida? ,algún método eficaz contra la calvicie?. Desgraciadamente no. Me sorprendi al descubrir que lo que repartian eran botellines de yogur con trozos de fruta.
Pero ¿¿¿por qué?? ,mi inquieta mente no dejaba de bombardearme con multitud de preguntas existenciales y psicológicas. No podía creerlo, el fenómeno me recordó a una película de Charlton Heston en la cual viajaba en el tiempo a otra época y el sonar de una sirena hacia levantarse y dirigirse con la mirada perdida a las personas ancianas a un lugar donde los liquidaban.
Las personas comenzaron a mutar ante mis ojos adoptando la forma de abominables engendros viscosos , babeando y dando palmas de emoción, regocijándose en su propia crapulencia y balbuceando palabros y graznidos. No podía creer que personas pertenecientes a la sociedad del bienestar y poseedores de bienes inmuebles en la zona costera pudieran estar de pronto haciendo gala de el mas absoluto y deplorable pedigüeñísmo, igualándose de repente a los mendigos de su ciudad, a las colas de materias primas de la cruz roja en costa de marfil, a las colas donde reparten metadona a los drogodependientes... De sus bocas pude leer entre balbuceos... "dame argo"