Quiero pedir perdón de antemano, pues estoy oxidado a la hora de explayarme en cuanto a temas de esta índole y es más que posible que cometa graves faltas ortográficas y gramaticales, pero necesitaba pronunciarme de alguna manera en algún sitio de internet con la esperanza de ser escuchado, o en este caso ser leído.
Todos hemos visto los recientes acontecimientos acaecidos la pasada semana en la comunidad de Valencia, hechos que no son aislados y que de igual manera o en menor medida han sucedido en otras partes de España. Sin reducirle la importancia que le merece a las inundaciones, los daños contra inmuebles y las vidas perdidas por los estragos provocados por DANA, tenemos que leer entre líneas un mayor problema a este evento que ha quedado al descubierto. No es ni más ni menos que la corrupción de nuestras instituciones cada día más evidente, desde la más simple oficina publica hasta el más complejo de los organismos del Servicio Publico Estatal o Autonómico solo podemos ver mudos y maniatados sin posibilidad de remediarlo al despliegue de golpes de pecho del "y tú más" de nuestros políticos (sin importar colores ni ideologías) y el lavado de manos de sus negligentes actuaciones o abandones del deber al cual están ligados por cargo y oficio.
Para que sea más claro y entendamos la gravedad del asunto usaré para este hilo una reflexión que me ha venido esta mañana a la mente mientras me dedicaba a mis quehaceres. Muchos hemos crecido con la película animada Rebelión en la Granja, una historia distópica sacada de la novela escrita del autor británico George Orwell.
En resumen la historia transcurre de la siguiente manera; los animales de la Granja Solariega, alentados un día por el Viejo Mayor, un cerdo que antes de morir les explicó a todos sus ideales, llevan a cabo una revolución en la que consiguen expulsar al granjero Howard Jones y crear sus propias reglas soñadas por el Viejo Mayor (los Siete Mandamientos) que escriben en una pared:
Todo lo que camina sobre dos pies es un enemigo.
Todo lo que camina sobre cuatro patas, nade, o tenga alas, es amigo.
Ningún animal usará ropa.
Ningún animal dormirá en una cama.
Ningún animal beberá alcohol.
Ningún animal matará a otro animal.
Todos los animales son iguales.
Al principio, la granja, (que pasa a llamarse Granja Animal) es más próspera incluso que cuando el señor Jones la administraba. Los cerdos se eligen como líderes por su inteligencia. Dos de ellos, Snowball y Napoleón, los máximos dirigentes, empiezan a tener discrepancias, ya que Snowball busca la prosperidad mientras que Napoleón busca aumentar su poder sobre el resto de los animales. Esto acaba cuando Napoleón lanza a los perros contra Snowball y este huye de la granja.
A partir de ese momento Napoleón se erige como único líder. Los cerdos se constituyen como una élite dentro de la granja y los demás animales se mantienen bajo la dictadura de Napoleón, amenazados por los perros de este. Poco a poco los cerdos adoptan los defectos propios del hombre, que en su día sustentaron la revolución. A lo largo de la novela, se efectúan ciertos cambios en los Siete Mandamientos que legitiman las acciones de Napoleón y los cerdos:
Ningún animal dormirá en una cama con sábanas.
Ningún animal beberá alcohol en exceso.
Ningún animal matará a otro animal sin motivo.
Sucesivamente, todos los Siete Mandamientos van desapareciendo por orden de Napoleón y con la complicidad de los demás cerdos.
Finalmente, los cerdos modifican también sus conductas, empiezan a usar las ropas abandonadas por el señor Jones y aprenden a caminar solo sobre sus patas traseras (modificando para ello el primero de los Siete Mandamientos). Después de que un ataque llevado a cabo por los humanos fuese repelido por los perros, los granjeros de los campos vecinos deciden mantener relaciones amistosas con los animales de la Granja Animal, felicitando a Napoleón por el éxito económico de la granja: los animales, dirigidos por Napoleón, trabajan en larguísimas jornadas, alcanzan elevados niveles de productividad, se contentan con raciones minúsculas de comida y jamás se quejan ante los cerdos. Halagado, Napoleón y los cerdos invitan a los humanos a almorzar en la Granja Animal; los animales de allí, sorprendidos, advierten que sus compañeros cerdos han copiado totalmente la conducta y aspecto de los humanos.
Al final de la novela, la dictadura de Napoleón y sus seguidores se consagra de modo absoluto cuando los animales preguntan al burro Benjamín (uno de los pocos que sabe leer) sobre cuál es el único mandamiento que queda escrito. Este es el séptimo, convenientemente modificado por los cerdos:
Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros.
Ahora podemos ver la relación con más facilidad. El granjero Jones (Régimen franquista y otros gobiernos fallidos anteriormente) es sustituido por los cerdos (gobiernos y políticos de la transición y posterior a este evento "democrático") mientras los animales (los ciudadanos, en nuestro caso) son explotados para elevar la calidad de vida, a conveniencia, de los cerdos. Tras dos eventos fortuitos, el poder de los cerdos se consolida dando manga ancha a estos a hacer lo que quieran sin que nadie les diga lo contrario como sustituir los siete mandamientos (la libre y conveniente interpretación de las leyes, con sus derechos y obligaciones). Snowball (representación de la ética y la moralidad, y los valores de un ciudadano ejemplar) en la novela huye, pero en la película es perseguido por los perros a las ordenes de Napoleón (representación antagónica de Snowball, representa la figura ambiciosa, sin valores ni prejuicios del ser humano) para ser ejecutado y así no tener opositores a su mandato absolutista disfrazado de una equilibrada Res Publica. La falta de comida para el resto de animales y las condiciones paupérrimas a las que les somete (incompetencias y negligencias que hemos visto hasta la fecha en este país hasta el día de hoy) los acabará llevando a revelarse contra los cerdos destinándolos a una futuro mucho más cruel y trágico que al grajero Jones.
El futuro es en verdad incierto, pero el pasado revela lecciones que en el presente tendemos a ignorar u olvidar convenientemente. Claramente el sistema, persé, no tiene la culpa, pero esta incompleto pues no tiene quien lo controle. Hay demasiado libre albedrío para el que ostenta el poder, o en este caso quienes lo ostentan, sin que haya consecuencias cuando este se corrompe. Ya conocemos el dicho de "El poder corrompe hasta al más virtuoso de los hombres", pero lo que no explican es que para ello está la practica diario del buen habito o en otros casos las lecciones debidamente enseñadas, por ello los romanos ponían a un esclavo detrás del general durante los triunfos para susurrarles al oído MEMENTO MORI( recuerda que morirás), recordándoles que todo lo que tiene uno es frugal y efímero por naturaleza, que con tanta facilidad lo consiguen con tanta facilidad lo pueden perder. Esto parece que no vaya con nuestros políticos del siglo XXI, que se creen intocables hasta que una bola de lodo o un palo surca el cielo para darles de lleno. Todos hemos crecido en hogares más o menos bien estructurados donde nos enseñaban lo que estaba bien y lo que estaba mal y si hacíamos algo malo recibíamos una reprimenda, en forma de sermón o duro y corruptivo aleccionamiento (bofetada o chancletazo). ¿La pregunta es donde esta ese sermón o chancletazo? ¿por que siendo un país con tantos recursos seguimos arrastrando esta calaña de corruptos y pagando el pato los menos involucrados en dichas tramas de corrupción? ¿Cuántas DANAS, incendios, volcanes, chapapotes, terremotos como el de Lorca deberán suceder para que nos habrán los ojos y actuemos para remedir este problema que sufrimos todos sin excepción?