Se acaba una gran gran serie, y he de reconocer que me siento triste y feliz por ello.
Las historias no son fieles, no son originales, no son únicas. Al igual que en las coplas y en los cancioneros y refraneros, una historia no es igual en su origen que en su día a día. La historia cambia, muta, se moldea a la boca que la pronuncia y al oído que le presta atención. Y esta ha sido una historia que, con toda seguridad, no será la que aconteció en el pasado, pero si es una historia real.
Que Thomas siga vivo, que Flint sobreviva, que Silver y Rackham no acaben con él, que Mardi perdone el engaño, que Jack acepte la nueva era... Es parte de una historia inmensa, que nos ha cautivado por años, que nos ha hecho creer en sus personajes, en odiarlos, quererlos y tener expectativas en sus actos, que nos ha hecho cómplices de ella, es una historia que merece ser contada. Y a estas alturas no importa el rigor científico, sino lo que queda tras contarla. Es probable que no de pie exacto a La Isla del Tesoro, ni que esta sea exacta para con la verdad, pero esta ficción histórica ha sido más real y creíble que cualquier verdad que haya podido encontrar.
Se me queda un vacío por dentro, es el mismo que otras veces, pero en este ya no hay odio, ni miedo, ni temor. Solo queda paz, paz por haber disfrutado de una gran serie que ha sabido acabar en el momento exacto y que me ha dado momentos y personajes memorables. Ojalá la siguiente serie de piratas sea tan buena y real como ha sido esta.