Fui a ver el sábado el show de la vida moderna, estuvo muy bien aunque el puto broncano no hace nada, comenta 4 noticias y a tomar por culo
PD: pollita de Troya enseño la polla a pantalla gigante con el truco de la variz, como siempre fue el mejor
Me cago en los padres que llevan a los niños al programa. Encima pensarán que son graciosos o algo. Los quemaba a todos.
No habeis visto a Ignatius espcialmente pesado estos dos ultimos programas?? tanto al meteorologo como al vasco no les dejaba decir ni dos palabras seguidas.
Mira que me cae bien Ignatius pero estos dos ultimos programas se me ha hecho pesadisimo
#1062 a mi hace tiempo que me rechina un poco que cada vez que interactuan con alguien, le hacen un bullying descarado ocultandolo con humor. Que si, los chistes jijijaja, pero joder, a algunas de esas personas ya se les ve mal, o desfavorecidas, o con problemas que tendrán ya de inseguridades... No se, una cosa es chistes a Echenique o Raul Gay, que tienen sus problemas psicológicamente y animicamente superadisimos, y otro es coger a un random del público y decirle "gordo, puto loser, que te calles ya etc. " después de pedirles que cuenten algo.
Igual es mi punto de vista sesgado por haber sufrido bullying de pequeño y haber evolucionado luego como el patio feo, que de mayor pegue un cambiazo en todos los sentidos y no he sufrido de eso más, pero que aún queda el recuerdo.
#1054 Vaya sobrada lo de Nacho con el tick de tocarse la gafa.
No puede ser falso, pero tampoco puede ser verdad, madre mía xddddd
El 5x131 es de los peores programas que ha habido ever. Dios, qué verguenza, con lo que esto ha sido...
Entre los bebés, los niños, los flipados, la música para cada bobada, los coreos, no prepararse nada y solo poner algún vídeo que gracias que Quequé pone... Que programas más aburridos llevan.
Vivimos al día con mucha prisa y cada uno va a lo suyo y no nos damos cuenta del milagro que son los ascensores. Hoy me iba a montar en un ascensor y al llegar éste y abrir sus puertas, salió de él una persona enana. Y que me caiga un rayo ahora mismo si al menos, por un instante, mi mente no interpreto que ese ascensor me llevaría a un lugar mágico. No nos damos cuenta del desafío que son los ascensores. No nos damos cuenta del poder que ejercen sobre la mente humana.
¿Cuándo fue la última vez que manejaste tú los tiempos dentro de un ascensor y no eras simplemente arrastrado por el funcional artefacto? ¿Cuándo fue la última vez que tú sentiste que te rebelabas contra ese milagro de la ingeniería? Rebelarse contra el progreso no suele llevar a ningún sitio. Solo digo que al menos una vez en la vida, nos enfrentemos a un ascensor con todas las consecuencias que ello implica. Solo tú y esa especie de dinámica motorizada carente de pelo y sudor, solo tú contra el divino engranaje, contra el relojero ciego, solo tú contra el misterio. Mirarle fijamente, amagarle, amagarle de nuevo, amagarle otra vez y salir corriendo escaleras abajo para llegar a la calle. Ningunearle. Volver a subir esa escalera henchido de orgullo entonces, pletórico, arrabalero, pisando cada peldaño como si fuera una victoria, como si fueras un moderno Prometeo que ha robado el fuego a los dioses y se lo devuelve a los hombres de nunca debió haber salido. Pero un buen mito no se alimenta solo de alardes, de fanfarronadas, de sutiles soluciones sobre un contrastado tablero de escaque. Un buen mito se alimenta, sobre todo, de realidades.
Hay que entrar en la boca del lobo, en el estómago de la ballena, y coger por los cuernos a ese ascensor. Mirar al abismo de sus poleas, al paraíso de sus mecanismos casi divinos, a la enajenada y todopoderosa razón que le gobierna, y todo esto, sin caer en una épica de escaparate, en el cliché barato del hombre contra la máquina, en el populismo que hay detrás de todas esas bandas juveniles que ponen el grito en el cielo al decir "rage against the machine". Señor roquero, pero tenga usted al menos un poquito de dignidad, señor roquero. Hay que entrar en ese ascensor sí, pero sin rabia, sin dejarnos llevar por los sentimientos, sabiendo que es parte de nuestro destino. Al fin y al cabo, los hombres y las mujeres también somos una especie de semidioses.
A veces hay gente que me pregunta, ¿las personas les podemos mirar a los ascensores de tú a tú? y tanto, pero por supuesto, claro que sí. Claro que le podemos mirar a los ojos de tú a tú a un ascensor, y tanto que podemos, pero por supuesto que podemos. Hay que entrar en ese ascensor, ya sea para subir o para bajar, y al estar entre dos pisos tener la valentía de darle al botón de stop. Pararte ahí, no hacer nada, eso es lo difícil. El tiempo, el espacio, el ascensor y tú, cada uno de los cuatro con sus pistolas cargadas, y todos apuntándose entre si formando una figura geométrica mortal y extraña que llamamos vida.
