Aqui os dejo un relato sobre el paladín que he encontrado en la web, la verdad es que esta gracioso, y ¿objetivo?:
Leerlo, que aunque sea un tochazo se lee rápido y entretiene
Aleksan, de la hermandad Ecos de Lordaeron, traduce un relato aparecido en los foros de habla inglesa sobre los Paladines. Cuenta más o menos lo que ahora están pasando los Paladines Represión tras el (supuesto) buff que recibirán con los nuevos talentos de la expansión.
El verano se terminó y toca volver al colegio. Pero no es otro año de colegio. Es la transición del colegio al instituto, y todo el mundo está esperando un nuevo y refrescante comienzo.
La clase está a punto de empezar y todo el mundo charla sobre lo que hicieron durante el verano, con quienes han salido y todas esas cosas. El Cazador está sentado en su mesa alejado de todos mientras da de comer unos cacahuetes a su ardilla mecánica. El Sacerdote está haciendo a toda prisa los deberes mientras habla con el Brujo y el Pícaro cuando el Guerrero entra con el Druida.
El Guerrero y el Druida han estado saliendo desde primaria. El Guerrero es una estrella del deporte y el Druida un alumno modelo. Eran fácilmente la pareja más popular del colegio ya que el Guerrero siempre fue un gran atleta y los Druidas se llevan bien con todos. El Guerrero y el Druida se sientan en el centro de la clase mientras todos les saludan.
La Maga entra y todos los chicos empiezan a cuchichear mientras ella se sienta. Durante el verano la Maga realmente se ha puesto maciza. El único que parece un poco fuera de lugar es el Brujo, quien creció muy pronto y siempre captó la atención que nunca tuvo la Maga. El Brujo está un poco nervioso y quizás celoso de lo mucho que se ha desarrollado la Maga.
Con casi todo el mundo presente, la clase se está volviendo muy ruidosa y todo el mundo grita y explica lo divertido que ha sido su verano y lo bueno que esperan que sea este nuevo año. Unos pocos, como el Chamán, son un poco pesimistas por el nuevo año y dicen “Me apuesto lo que quieras que no le voy a gustar al profesor”.
La discusión termina de pronto cuando una figura alta y extraña aparece en la puerta. La clase se queda sin aliento cuando el Paladín entra y se sienta en las mesas de delante. Nadie puede creérselo. El Paladín siempre había sido el niño gordo con el que todo el mundo se metía desde parvulario. Siempre le fueron bien los estudios, pero cuando tocaba deporte, el Paladín siempre terminaba el último. Incluso en la Secundaria el Paladín siempre era mirado por encima del hombro cuando intentaba en vano hacer un buen papel en las actividades físicas.
“Dedícate a los estudios” le gritaban. “LOLGORDO” se burlaban.
Pero la pubertad finalmente le llegó y el Paladín creció durante el verano y ahora parecía muy en forma y fuerte. Nadie podía creer lo que estaban viendo.
No es que los otros niños fuesen malos u odiasen al Paladín. Simplemente pensaban que el Paladín debía ser bueno en los estudios y dejar los deportes al Guerrero o al Pícaro quienes eran los que mejor físico tenían de la clase. Muchos años yendo a clase con el Paladín les había metido esto en la cabeza, y nunca pensaron que podría ser tan fuerte como para convertirse en una estrella del deporte.
El Guerrero mira de arriba abajo al Paladín.
“Pareces bastante en forma” dice. “Pero me apuesto lo que quieras que te puedo ganar en una carrera”.
A pesar de su gordura, el Paladín era casi tan rápido como el Guerrero durante la Secundaria.
“Parece que el profesor llega tarde, ¿te hace una carrera?” sugiere el Guerrero.
Con una voz rota que aun no ha terminado de formarse el Paladín dice “Claro”.
La clase entera sigue a la pareja fuera y el Cazador dice “La carrera comienza cuando dispare mi arma!”.
Cuando la escopeta suena, el Paladín y el Guerrero salen corriendo. Para asombro de todos, el Paladín gana al Guerrero por muchos metros. Vuelven a echar unas carreras más con el mismo resultado.
“Sólo ha sido suerte” dice el Paladín. “Tu eres mucho más consistente” le dice al Guerrero.
Un poco enfadado, el Guerrero le dice “Bueno, seguro que aún puedo ganarte a resistencia.
Corramos durante 10 minutos a ver quien aguanta”.
El resto de la clase empieza a reírse por lo bajo ya que saben que el Guerrero puede estar corriendo y corriendo indefinidamente mientras el Paladín suele cansarse en apenas unos minutos y luego tiene que ir al trote el resto de la carrera.
Ambos empiezan a correr y mientras lo hacen el resto de la clase se les une. Como grupo empiezan una pequeña carrera, hasta terminar esprintando. Después de unos minutos, la Maga y el Brujo empiezan a sentirse cansados y quedan atrás en el grupo. El Sacerdote intenta animarles para que sigan pero la Maga es la primera que empieza a andar lentamente. El Sacerdote y el Chamán son los siguientes en cansarse, e incluso al cabo de un rato hasta el Brujo y el Cazador tienen que reducir el ritmo. Los únicos que siguen corriendo sin parar son el Paladín, el Guerrero, el Pícaro y el Chamán. El test de resistencia tiene ya a cuatro contrincantes y el Guerrero empieza a enfadarse.
“Así que has perdido peso. Seguro que ya no estudias tanto como antes”
“De hecho”, dice el Paladín “he encontrado una manera para poder juntar los estudios con mi plan de entrenamiento, así que puedo hacer las dos cosas bastante bien”.
“¿Qué?” grita el Guerrero. “Eso no es justo. Deberías ser bueno en una cosa o en la otra. Como el resto de nosotros solo somos buenos en una cosa, tu deberías ser bueno también en una sola.
El resto de la clase se le une. “Si, no es justo. Eres demasiado fuerte”.
Finalmente la clase empieza y el profesor comienza la lección poniendo en claro las expectativas del año, cual era el objetivo para todos los alumnos y las lecciones individuales que tiene para cada uno de ellos. Durante la clase, fue interrumpido por varios alumnos que levantaban su mano y gritaban “El Paladín es demasiado fuerte!”.
El Paladín se sentía muy mal. Todos estos años había intentado ser más atlético creyendo que eso le haría ser más popular entre sus compañeros. No importaba cuanto lo intentara, no podía librarse de esos kilos de más. Ahora que podía, parecía que lo único que había conseguido era ganarse la enemistad de sus “amigos”.
El descanso llegó y el Paladín se encontró sólo. Unas pocas personas aún le dirigían la palabra. La mayoría parecían odiarle y constantemente le gritaban “¡Tramposo! ¡Ya volverás a ser lo que eras!”. Esto continuó durante todo el descanso y culminó cuando el Brujo le sugirió al Paladín que dejase los deportes, que volviese al aula y escribiese relatos cortos para el resto de gente.
“¡Basta!” gritó el Paladín. Y a punto estuvo de llorar. “Esto no es justo. Por fin soy bueno en algo y lo único que haceis es llamarme tramposo. ¿Porqué no podéis alegraros por mi? Todos somos compañeros de clase. Cuanto mejor lo haga yo, mejor lo haremos todos y más rápido completaremos nuestras tareas. Y contra mejores notas saquemos todos, más fondos ganaremos para el Instituto. El Guerrero y el Pícaro siempre han estado en los primeros puestos en el campo, el Druida es el mejor jugando al Pilla-Pilla, y el Brujo intimida a cualquier atleta. ¿Cuál es problema con que ahora yo finalmente pueda unirme a vosotros en lo que habéis estado haciendo durante tanto tiempo?
Se hizo el silencio durante unos momentos. Nadie dijo una palabra mientras las lágrimas del Paladín caían por sus mejillas.
Finalmente la Maga habló. “Tienes razón Paladín. Ha habido un doble rasero. Todo el mundo aquí ha sido bueno en algo y está bien que tu también lo seas. Siento haberme metido contigo, he sido muy maleducada. ¿Me perdonas?”
La Maga sacó sus famosas galletas y refrescos. “Venga chicos, es hora de seguir adelante. Es un año nuevo y ahora estamos en el Instituto. Deberíamos dejar atrás esas ideas preconcebidas que tenemos desde la Primaria y estudiar duro para este año”.
El Guerrero fue el siguiente en hablar. “Paladín, lo siento colega. He sido muy duro contigo y sé que he dejado de salir contigo desde que conocí al Druida. Creo que es genial que hayas logrado esto. ¿Amigos?”
Extendió firmemente su mano hacia el Paladín. El Paladín la aceptó y todo el patio gritó de alegría. Levantaron a hombros al Paladín y lo llevaron de vuelta a clase gritando “¡Paladín, Paladín, Paladín!”.
Los gritos cesaron de repente cuando todos llegaron a clase. El profesor seguía ahí, pero había alguien más sentado en un pupitre.
“Buenos días niños”, dijo el Profesor. “Este es el Caballero de la Muerte. Es nuevo y a partir de ahora nos acompañará en este nuevo curso”.