Bueno yo crecí con muchas películas las que me montaba y las que veía, dentro del segundo grupo siempre he guardado aprecio a dos actores los cuales en su día me hacian reír y hoy en día ya no hacen gracia a nadie.
Eddie Murphy, el actor menos rentable de Hollywood
Lo último que hemos sabido de Eddie Murphy, han sido dos sorpresas mayúsculas. La primera, que a sus 55 años acaba de tener... ¡su noveno hijo! Sí, nueve, como nueve soles.
La segunda noticia es que, tras dos años de imprevistos, dimes y diretes, la cuarta parte de Superdetective en Hollywood, vuelve a tener directores y sigue adelante.
Mucha gente pensará, ¿cuarta parte de las aventuras de Axel Foley? ¿Era necesaria? Lo triste del caso, es que lo es. Y mucho. Sobre todo para un Eddie Murphy que ha pasado de ser una de las estrellas más rutilantes de Hollywood, a ser un fecundador compulsivo y casi anónimo.
Pero, ¿qué pasó para que el actor con la risa más contagiosa de la historia del cine cayera en desgracia? Pues pasó Pluto Nash. Directamente. Una película que en 2002 hundió su carrera, tras recaudar 7 millones de dólares en todo el mundo, cuando había costado... ¡100 millones de dólares! Ojo que hablamos de 2002 y si ahora es una pasta, lo que sería hace 14 años.
Quiero ser Axel Foley
Antes de este batacazo, Eddie Murphy había saltado a la fama en 1982 con la sorprendente Límite: 48 horas. Ese año comenzó una carrera en alza que le convirtió en el rey de la comedia ochentera. Entre pillos anda el juego (1983), Superdetective en Hollywood (1984), El chico de oro (1986) o El príncipe de Zamunda (1988), arrasaron en todo el mundo.
Eddie Murphy era un chico de oro con todas sus letras y su risa burlona, la más imitada en todo el mundo. Y lo mejor es que la racha continuó en los 90. 48 horas más (1990) o Boomerang (1992) sacaron el lado más canalla y seductor del actor, quien también gustaba de lucir el cuerpazo que siempre ha tenido.
Sabemos que tiene 55 años porque llevamos 34 conociéndole, pero no los aparenta ni de broma. Así las cosas, no eran pocas las fans que suspiraban por sus huesos, mientras que todos los hombres de una generación querían ser como Axel Foley. Sobre todo, por el hecho de que sonara la BSO de la película mientras caminaban por la calle. Pegadiza, ¿verdad?
Pero claro, como en la vida (y en la serie de Antena 3), nada es para siempre. Y los éxitos de pretéritos, se convirtieron en batacazos. Superdetective en Hollywood 3 (1994) ya olía un poco mal.
Tras ella llegaron Un vampiro suelto en Brooklyn (1995), El profesor chiflado (1996) o El Negociador (1997). Lo cierto es que en taquilla funcionaron bien, pero la crítica las despellejaron.
Y Eddie dejó de molar
Y llegó el fatídico año 2002. Y ahí fue cuando Eddie Murphy dejó de molar. Showtime y Pluto Nash fueron, de largo, lo peor del año. ¿Qué le estaba pasando al bueno de Eddie? ¿La crisis de los 40? ¿No sabía adaptarse a los nuevos tiempos de Tolkiens, vampiros, zombies y superhéroes? Pues parece que no.
Eso sí, no dejó trabajar. De hecho, le puso voz a Burro, en Shrek, durante toda la saga, pero el resto de títulos que rodó no está entre las mejores películas de la historia.
Es más, en el año 2012, con la infame A Thosusand Words, parecía que la carrera de Eddie Murphy había tocado a su fin. El fiasco de este estreno, le mantuvo tres años inactivo, que hacían augurar lo peor. ¿De verdad se había retirado Eddie Murphy? Un peligro, porque el actor, sin rodaje, podría duplicar la población de Estados Unidos.
Por suerte, Bruce Beresford apareció para salvarle y regalarle su mejor papel del siglo: Henry Joseph Church en Mr. Church. Un hombre moribundo que contrata a una cocinera, para que cocine a su mujer y su hija cuando él muera. Sin duda, una metáfora magnífica de la situación en la que estaba el actor, salvo que en su caso, ha dado síntomas de mejoría.
Está por ver si este amago de mejora tiene recorrido o es un simple espejismo. Lo cierto es que quienes han conocido a Eddie Murphy en todo su esplendor y saben de lo que es capaz, apuestan por la recuperación total de un todoterreno de la comedia que aún tiene mucho que decir.
Eddie Murphy, tú antes molabas... ¡y puedes volver a hacerlo!
Jim Carrey o la triste historia
Algunos actores se vuelven muy famosos, y otros redefinen todo un género. Es imposible entender la comedia de los 90 sin Jim Carrey, su extravagancia, su histrionismo y su energía apabullante. El público parecía insaciable, siempre quería más de él. Sin embargo, durante los últimos años ha trabajado muy poco, acumulado varios fracasos ante unos espectadores que parecen cansados de sus bufonadas, que no han sobrevivido al relevo generacional: Jim Carrey no es apenas famoso entre los adolescentes, que recibieron la reciente noticia de la trágica muerte de su novia con indiferencia "¿Pero quién es Jim Carrey?". Buena pregunta.
Cuando era pequeño, Carrey vivía con su familia en una caravana y se iba a acostar todas las noches con sus zapatos de claqué. Así los tendría a mano en caso de que sus padres discutiesen durante la noche y podría salir a bailar y hacerles reir. Esa obsesión por agradar y buscar la risa marcaría no sólo su carrera como actor, sino toda su vida. Una actitud agotadora que le ha llevado a varios años de lucha contra la depresión. Jim Carrey cuenta que todos los días se va a dormir muy tarde, porque sólo por la noche se puede permitir estar a solas y ser él mismo, despojado del personaje hilarante que todo el mundo espera que sea.
El suicidio de Robin Williams también está relacionado con la insoportable obsesión por hacer reir a toda costa, en un negocio implacable que fagocita emocionalmente a sus estrellas. Carrey asegura que para construir su personaje en Olvídate de mí, un hombre gris e incapaz de ser plenamente feliz, se basó en su propia personalidad cuando está a solas y "no está activado". Aquella película, por otra parte, nos sirve para reivindicar la dimensión de Jim Carrey como estrella de cine.
Su irrupción en Hollywood fue meteórica. Tan solo en 1994 arrasó con tres comedias: Ace Ventura, La máscara y Dos tontos muy tontos. Dos años después ya era el actor mejor pagado de la historia gracias a los 20 millones de dólares que cobró por Un loco a domicilio, una comedia oscura y perturbadora que desconcertó a sus admiradores. Tras recuperar el beneplácito comercial con Mentiroso compulsivo, se lanzó a la transición hacia el cine de prestigio. Al igual que Robin Williams, su incursión en el drama seguía explotando su matemático instinto cómico (El show de Truman y Man on the Moon). Se desmarcaba así de otros actores cómicos como Tom Hanks, quien rompió con su vis cómica de forma radical en dramas rotundos como Philadelphia, Forrest Gump o Apolo 13.
Jim Carrey se extendió a sí mismo un cheque falso por 10 millones de dólares y lo llevó en el bolsillo cada día durante 10 años hasta que finalmente recibió un cheque de 10 millones de verdad por Dos tontos muy tontos.
En contra de todas las quinielas, Jim Carrey no fue nominado al Oscar por El show de Truman. En vez de quedarse en su casa, Carrey asistió a la ceremonia y montó un numerito gritando con acento italiano cómo Roberto Benigni (La vida es bella) le había robado esa nominación. Como si Jim tuviera que sacar comedia de todo lo que le pasa, lo bueno y lo malo.
No es casualidad que sus primeros personajes complejos fueran un hombre que protagoniza un programa de televisión de 24 horas sin saberlo y un humorista que cree estar permanentemente saliendo por televisión. Jim Carrey también vivía bajo la observación incesante. Otra constante en la carrera de Jim Carrey son los personajes perdedores cuya única obsesión es ser famosos y reconocidos: Dos tontos muy tontos, La máscara, Batman Forever, Como Dios, El Grinch, Man on the Moon y Una serie de catastróficas desdichas.
Podríamos considerar El show de Truman como la película puente entre el cine de los 90 (la comedia amable) y el cine de los 2000 (la inquietante manipulación de los medios y el héroe como víctima), del mismo modo que Olvídate de mí sentó las bases del cine que retrata una sociedad fragmentada, en la que los sentimientos son sólo una herramienta para el negocio. Olvídate de mí es una película sobre Facebook e Instagram antes de que existieran, así como El show de Truman advirtió de la inmoralidad de la vida en directo como entretenimiento de masas y los animales televisivos antes de que Maria José Galera se convirtiese en la mujer más famosa de España.
Un actor no sólo se forja con lo que hace delante de la cámara, sino también mediante las historias que decide protagonizar. Jim Carrey es un icono del cambio de siglo gracias a sus inquietudes artísticas, que mantuvo un ritmo de trabajo vertiginoso y generó millones de dólares en beneficios hasta que simplemente se rindió. La comedia es un género muy esclavo, y Jim Carrey sufrió la indiferencia del nuevo movimiento liderado por Judd Apatow (Virgen a los 40, Resacón en Las Vegas) y la exigencia de tener que dar siempre más. Más alto, más grande, más gracioso.
Yo, yo mismo e Irene, en la que Carrey interpretaba a un hombre con múltiples personalidades, recuperaba su emblemático histrionismo hasta la extenuación. Desde entonces, su carrera ha sido errática y lo que es peor, desganada. La secuela de Dos tontos muy tontos o un papel secundario en Kick-Ass son formulaícos vehículos para mantenerse a flote, lo cual es imposible si el hombre que está detrás de la estrella no encuentra fuerzas para salir de la cama y darlo todo de sí mismo, una y otra vez.
Su decadencia artística es fruto de su deterioro personal. Tras varias relaciones sentimentales cortas y tortuosas (con Renée Zellweger llegó a estar prometido), la muerte de su novia Cathriona White al ingerir una sobredosis de antidepresivos recetados para Jim es un devastador revés del que quizá el actor no se recupere. Si algo caracterizaba sus primeros papeles, esos que le dieron un récord de 9 premios MTV en tan sólo 8 años, es que Jim Carrey era capaz de sacar adelante él sólo la película entera. En cada plano, en cada diálogo y en cada salto Jim Carrey se entregaba al máximo, y el público lo notaba, recompensándole con un éxito de taquilla tras otro.
El futuro es incierto para Jim Carrey. Quizá nos equivoquemos, y sus profundas creencias en manipular su propia suerte le empujen a volver a lo más alto. Al fin y al cabo, estamos hablando de un hombre que se extendió a sí mismo un cheque falso por 10 millones de dólares y lo llevó en el bolsillo cada día durante 10 años hasta que finalmente recibió un cheque de 10 millones de verdad por Dos tontos muy tontos. El mismo hombre que se ponía un traje amarillo (cosido por su madre) para sus shows en Canadá, en los que siempre fracasaba, e insistió en vestirse con un traje amarillo en La máscara para revertir el gafe.
Si Jim Carrey alcanzó tanto éxito que llegó a aparecer en la lista de los hombres más guapos del mundo de la revista People (porque no hay nada mejor que un marido que haga reir), cualquier cosa es posible. Incluso sacar adelante su proyecto anhelado de intepretar a Howard Hughes (Leonardo DiCaprio en El aviador), un soñador lleno de ambiciones que acabó su vida encerrado en su despacho, orinando en botellas y paranoico porque creía que todo el mundo quería hacerle daño. La depresión es un monstruo inabarcable, y Hollywood es un lugar cruel y hostil con sus criaturas, pero queremos pensar que la generosidad de Jim Carrey (que enviaba cartas a la cárcel al rapero Tupac Shakur sólo para hacerle reir) y su empedernida entrega profesional debería empujar a sus compañeros a sacarle del agujero entre todos. Sin duda, Jim lo haría por los demás, si pudiera. Ahora es él quien necesita que le hagan reir.
Tristes fuentes:
http://www.revistavanityfair.es/actualidad/cine/articulos/jim-carrey-dos-tontos-muy-tontos-el-show-de-truman-olvidate-de-mi/21567
http://www.zeleb.es/tv/n/eddie-murphy-tu-antes-molabas-que-ha-pasado-06115
Y vosotros que actores marcaron vuestra infancia de alguna forma y no han vuelto a ser lo qué eran? Nicolas Cage tal vez?