Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces
Refrán de sabiduría popular
Una de las frases que un jugador, técnico o directivo de un club de fútbol nunca debe decir es Nosotros no hablamos de los árbitros. Es imposible cumplir tal afirmación. Imposible. Tarde o temprano te encontrarás al final de un partido en el que lo único que ocupará tu cabeza es la actuación arbitral y acabarás rajando, más o menos educadamente, más o menos eufemísticamente, pero acabarás rajando.
Todos hemos escuchado en los últimos años a Guardiola, a algunos jugadores y a varios directivos del FC Barcelona hablar y, dependiendo del caso, presumir de su respeto a la labor arbitral. (Por lo que parece, esta supuesta contención forma parte de esos valores de los que siempre se vanaglorian Barça y Madrid, como si los demás equipos fueran unos bárbaros carentes de virtud.) Desde que Guardiola tomó las riendas de este Barça legendario ha tenido un balance positivo en el campo arbitral. Es impepinable que hasta ahora los errores arbitrales le habían favorecido más que perjudicado. Villaratos y demás confabulaciones aparte, el Barça se ha visto indiscutiblemente beneficiado en momentos puntuales, como aquella semifinal del Iniestazo de Stanford Bridge, partido en el que Howard Webb Ovrebo dejó de pitar varios penaltis a favor del Chelsea que pudieron haber dejado fuera de la final de Roma a los blaugranas.
Esta temporada ha cambiado el viento. Es incuestionable que el Barça ha sido perjudicado por algunas decisiones arbitrales que han contribuido en la diferencia de puntos que tienen con el líder, el Real Madrid. Hay particularidades que chirrían, como es el hecho de que el mismo árbitro que se comió dos claros penaltis en el empate a dos con el Valencia, se haya tragado hasta tres posibles penas máximas en el encuentro de este fin de semana ante el Sporting. Pero entre reseñar los errores y denunciar persecuciones hay un gran trecho. Y aquí es donde todo se desmadra.
Parte de la afición, algunos miembros de la plantilla y la directiva y la prensa deportiva barcelonista en pleno han comenzado a manejar la idea de que los errores arbitrales que les vienen perjudicando forman parte de un plan orquestado para alejar al Barça del título liguero. ¿A qué nos suena esto? Exacto, todo el mundo sabe la respuesta: al villarato de Relaño.
Entonces el quid de la cuestión es el siguiente: la primera implicación que tiene afirmar que existe una confabulación contra el Barça es, precisamente, reconocer la existencia de las confabulaciones. Por consiguiente, manifestar que ahora existe una conspiración contra el Barça reconoce y reafirma implícitamente la existencia de lo que el madridismo ha llamado villarato. Tanto es así que hasta en Catalunya hay quien ni siquiera disimula y utiliza el mismo término, villarato, para denunciar la persecución arbitral que supuestamente sufre el Barça. Acojonante?
Por otro lado se habla de la pérdida de poder a nivel institucional, lamentando que la directiva que encabeza Sandro Rosell no disfruta de cierta ascendencia en las relaciones entre el Barça y la RFEF que sí se tenía en tiempos de Joan Laporta . Así que, una vez más, se admite tácitamente que, en efecto, el Barça gozó de ciertos beneficios en el pasado reciente. Entonces, ¿de qué se quejan en Can Barça y, especialmente, desde la prensa deportiva si a pesar de ser més que un club, al final, como todos los demás, sólo se acuerdan de Santa Bárbara cuando llueve?
Con actores protagonistas como Villar y Sánchez Arminio es inevitable pensar en un mundo de prevendas y cadenas de favores. Un asunto que sólo se resolvería cortando de raíz esos dos tumores de nuestro fútbol. Mientras estos dos pájaros sigan ahí siempre habrá lugar a la duda y la desconfianza. Pero declararles la guerra o, simplemente, soltarles un cañonazo, sirve de bien poco y, en cambio, uno acaba inevitablemente manchado. Ahora resulta que Sánchez Arminio quiere que sanciones a Piqué por sus declaraciones sobre Velasco Carballo. Un absurdo si tiramos de hemeroteca y vemos cómo no se enervaron tanto en casos similares y/o equiparables, pero una posibilidad real de sanción si el Comité de Competición quiere utilizar este caso para demostrar que también se atreve a meterle mano a un club que, en otras ocasiones, ha salido inexplicablemente de rositas.
PS. En relación a las palabras de Piqué, creo que hay un punto en el que muchos, de manera alevosa, han tergiversado la realidad: cuando Piqué habla de la premeditación del árbitro se refiere a que el árbitro se la tenía guardada por las protestas que le hizo nada más pitar el descanso, y no a que el colegiado ya viniera predispuesto desde casa. La gravedad de ambos supuestos es muy distinta.
Que empiece la sangría.