Bueno, voy a empezar la crónica con un título que quizá joda el final, pero es lo único que me viene a la cabeza:
Crónica de una muerte anunciada. 7 de diciembre de 2014.
Canta el despertador a las 7:00, me levanto normal, sin presión, bastante despejado y habiendo descansado bastante bien. No tengo mucho hambre (habitual en mi), pero desayuno bien y le voy arreando al isotónico con alegría.
Salgo de casa a las 8:15 y me voy con un amiguete a la línea de salida, donde llegamos sobre las 8:35 y nos ponemos a calentar mientras saludamos a conocidos.
Las sensaciones pre-carrera no son del todo buenas. No hay nada que me moleste, los dolores del pie han desaparecido, pero noto quizá la inactividad y el agarrotamiento propio de los nervios. No le doy mucha importancia, e incluso el frío a esas horas me viene bien para acabar de despejar la cabeza.
Pistoletazo de salida y empiezo con mi colega a un ritmo estable y cómodo que oscila entre el 5:00 y el 5:20. Al no haber podido entrenar en las últimas 3 semanas el plan es acompañar a mi amigo en su primer maratón y a intentar acabarlo con fuerza.
Se suceden los kilómetros y el pie no da signos de flaqueza. Voy bien, no me duele. E incluso intento concentrarme en él y sigue sin dolerme. No obstante hay algo que no marcha bien. Puedo decir que desde la salida no me encuentro nada cómodo. No me cuesta llevar el ritmo pero hay dentro de mí una sensación de desgaste impropia del momento de carrera en el que nos encontramos. A los 5km no voy cómodo, a los 10km voy muy pesado, a los 15km la incomodidad en el estómago y el flato hace estragos. Lo estoy pasando mal.
La cabeza en este momento no ayuda. Se suceden unos kilómetros con cierta pendiente, previos al paso por el medio maratón, y aunque mantengo un ritmo estable de 5:15 empiezo a venirme abajo. Empiezo a obsesionarme con el pie, que aunque hasta el momento no ha dado síntomas de dolor parece que se me empieza a agarrotar, igual que los isquios. La zancada no es buena y la película empieza a oscurecerse.
Aguantaría hasta el km23, hundido e intentado reflexionar. Puedo seguir pero inexplicablemente me paro. La gente me pasa y me anima a continuar. Vuelvo a arrancar y llevo más ritmo que ellos... pero me vuelvo a parar. Hay algo que no va bien. No puedo seguir. No quiero seguir.
Justo en este momento, unas horas después de haberme retirado, intento encontrar respuestas a ese "apagón"... he pasado carreras donde he sufrido más y he terminado con más pena que gloria... otras con más gloria que pena... pero hoy no tenía fuerza mental para continuar. El planteamiento pre-carrera era "si me duele algo me retiro", y ahí fue donde empecé a cavarme la tumba. No puedes plantearte un maratón teniendo ya una excusa de antemano. Tienes que salir con la obligación de terminar, por lo civil o por lo criminal. O eso o no se empieza. Hay mucha gente que se retira por problemas físicos, y por momentos parecía que yo buscaba tener esos problemas para poder justificar mi retirada. Pero nunca he puesto paños calientes, ni fríos, ni hostias a ningún batacazo y en esta ocasión tampoco lo voy a hacer.
Ahora tampoco tengo una sensación de fracaso. No era mi primera maratón, y mis ritmos hace un mes obligaban aceptar el reto del sub 3:30 a cualquier precio. Luego vino la lesión, y los problemas que he tenido en estas 3 últimas semanas que quizá han pesado demasiado en mi autoconfianza a la hora de conseguir este reto. De hecho el pensamiento definitivo que ha hecho que me parase y me apartase a un lado del arcén ha sido "yo no he entrenado tanto para esto". Seguramente sea una frase equivocada propia del calentón y la frustración del momento, pero lo digo como lo siento. O como lo he sentido.
En fin señores, siento el tochazo.
Ahora sólo tengo ganas de empezar esta semana e intentar volver a encontrar sensaciones, a superar mentalmente la lesión (porque físicamente hoy no ha llegado a molestarme demasiado tampoco), y a pelear de verdad el objetivo de correr el primer ultra el 10 de enero.
Sobre la revancha en Maratón ahora mismo sólo quiero descansar del asfalto. Me voy a la montaña a correr y a revolcarme en el barro como un gorrino y ya habrá momento de buscar un nuevo asalto sobre esta distancia. No sé cuando será pero tengo claro que no puedo esperar un año para resarcirme de este pequeño traspiés.
En fin, como bien dice el refranero del corredor popular: unas veces se gana y otras se aprende. Y esta vez, otra vez, toca aprender.