La decimoquinta entrega de la exitosa saga de jrpg, Final Fantasy, no dejo indiferente a nadie (para bien o para mal), pero entre sus virtudes todo el mundo coincidió en una de ellas: Pitioss.
Las Ruinas de Pitioss es una mazmorra secreta a la que solo se puede acceder tras haber completado el juego y posiblemente sea la más difícil de todas.
No hay enemigos a los que derrotar, pero si un plataformeo exigente que requiere saltos precisos, varios acertijos rebuscados, una ambientación oscura y tenebrosa, y un level design digno de mención.
La proeza es aún mayor si cabe al saber que la mazmorra fue diseñada por una única persona. De hecho el director Tabata hablo de la mente macabra de Nakamura (el creador) en una entrevista:
Tabata recruited an artist named Nakamura, who had previously worked on textures for Final Fantasy XV. “The way he thinks is just so unique, that he has his own world, so to speak,” Tabata said. “We felt like that final dungeon would be great if it was something unexpected... And so we allowed that guy to run free with his ideas and create the dungeon as he liked.”
Para llegar a las Ruinas es necesario utilizar el Regalia es su forma de coche volador, realizar un complicado aterrizaje, y recorrer un extenso camino plagado de criaturas peligrosas.
Una vez en la entrada Noctis debe afrontarla de forma solitaria. Dentro no se permite el guardado, por lo que es necesario pasársela del tirón. La duración es de más de dos horas en el primer run (dependiendo de la habilidad del jugador) y una media hora si te la conoces de memoria.
El recorrido está lleno de cofres ocultos con jugosas recompensas y con un accesorio al final de la mazmorra que cambia radicalmente el juego: la Capucha negra, un objeto que una vez equipado permitirá a Noctis esquivar todos los ataques de forma automática.
Que este hilo sirva para que no caiga en el olvido lo fantástica que fue esta dungeon.