Ayer vi en Netflix Playing Hard, una película documental sobre el desarrollo y proceso creativo de For Honor (hora y media de duración).
¿Por qué merece la pena verlo? Porque la figura de Jason VandenBerghe es bestial y única, porque en el momento actual donde acaba de salir toda la mierda a relucir del desarrollo de Anthem aparecen pinceladas de ese estrés y presión que debe ser habitual en todos los desarrollos de videojuegos, y porque al final sucede algo muy feo e inesperado.