Si me paro a recordar mi vida a lo largo del tiempo, existe algo que me ha acompañado en cada momento y latido que he dado.
38 años dan para mucho aunque se pasan volando y a veces se sienten como si el tiempo no hubiera pasado.
Cuando tenía apenas 4 o 5 años me quedaba atontado viendo a mi padre mostrando unos triángulos que disparaban en pantalla de su viejo Amstram, aquello me cautivaba enormemente. Mi padre dice que a veces lloraba hasta que me dejaba coger el teclado para aporrearlo mientras en mi mente destruía galaxias enteras de píxeles cúbicos.
El tiempo avanza, y en cada pequeño paso que he dado los videojuegos han ido de la mano conmigo...
Consolas antiguas llenas de ratos auténticos, Atari, Master Sistem, NES, Super Nes... N64... Playstation.. Dreamcast.. "PC" siempre "Master Race".
Solo tenéis que hacer memoria, todo el foro, desde vuestra primera partida en un multiplayer, o vuestro primer disparo en el HALO.
Era increíble sentirse poderoso lanzando cajas a la cara de los rivales en el Half-Life, o épico darle a la barra espaciadora para preparar tu próxima puñalada trapera en Baldurs Gate.
Las épocas pasan, los juegos cambian. Lo que antaño era mágico en 18 colores, ahora brilla con más realismo que nunca gracias a Ray Tracing.
Pero pese a todo ese cambio y evolución, sigue existiendo ese algo que hace único cada momento vivido delante de un vieojuego.
Esa capacidad de hacernos sentir emociones. Ya fueran risas con Mario Kart, o sustos con Resident Evil. Momentos que nos dejan sin respiración al ver esa última ficha destruir nuestro castillo de colores en el Tretis. Instantes que nos hicieron llorar como ver a Aeris desaparecer en las aguas cristalinas de FFVII, o vivir escenas que nos pusieron la piel de gallina como ese último disparo a Sniper Wolf en el mejor Metal Gear de la historia.
Los videojuegos nos han dado tanto a lo largo de los años que la única forma que tenemos de devolvérselo es seguir amándolos hasta que se nos borren las huellas dactilares de tanto coger nuestros teclados y mandos.
Pero también los videojuegos nos deben algo con el pasar de las eras. Ese algo que ya pocos consiguen. Algo como esto:
Así es la vida supongo. Con los años, uno envejece y sus gustos cambian.
Aquello que nos hacía reír antes ahora apenas nos saca una carcajada. Lo que nos daba miedo en el pasado ahora nos causa simpatía. Y los momentos que vivímos delante de una televisión o un monitor jugando necesitaban mucho menos que ahora para llegarnos muy dentro.
Aquí estamos un año más, esperando la salida de dos nuevos monstruos a escena.
PlayStation 5 y Xbox Serie X.
Yo solo le pido una cosa a las nuevas generaciones de videojuegos.
Más momentos como estos, que no se olviden de nosotros. Que sigan intentando sorprendernos y conmovernos como hicieron antaño.
Por más momentos como estos. Momentos que nos hagan recordar lo que vivimos y tener esperanza en lo que esta por llegar.
Un abrazo a todos los que como yo, hemos vivido nuestra vida rodeados de sueños en forma de videojuegos.