¡¡Por fin!!
Ya tengo en mis manos de Vicente Luis Mora (unos 15€).
ijjiji
Aún no lo he empezado, a ver si esta tarde me pongo. Copipasteo un texto de la anterior edición (Circular) que tengo por el ordenador:
Ahí está otra vez. Es ése, el del abrigo marrón del fondo. Lo he visto antes en Miguel Hernández, y antes en Tribunal. Lleva todo el día en el metro, como yo, pero yo escribiendo y él... leyendo. Su método es invariable: se acerca silenciosamente por detrás a quien sea que esté leyendo Los pilares de la tierra, de Ken Follet, y se pone, con notable disimulo, a mirar por encima del hombro. Se queda así hasta que el viajero sale. Tiene un método cultivado, porque ninguna de las tres veces que me lo he encontrado hoy ha sido sorprendido por el lector huésped. Hay otros viajeros en el vagón, con otros libros, incluso mejores (lo digo por la parte, esta, que me toca); pero sólo parece interesarle Follet. El viajero en cuestión, ahora es morena, se ha ido, y no esconde cierta desazón. Mira en torno. Por eso acaba de sorprenderme, mirándole fijamente. Bajo la vista y sigo escribiendo. En el tiempo que he terminado la última frase se ha sentado a mi lado. Transcribo ahora:
–Hola.
–Buenos días. ¿Está escribiendo?
–Sí, bueno, ahora sólo copio. A veces el libro es así. Sólo recoge.
–Entonces, ¿yo salgo en él?
–Sí, ahora mismo está saliendo, y seguirá si habla despacio.
–Bien. Me estaba mirando porque le sorprende mi actitud, ¿no es cierto?
–Sí.
–Déjeme ver que ha escrito. (...) Sí. Bien, más o menos. Ha acertado con lo de Follet, desde luego.
–Pero...
–El motivo es obvio. Trabajo en una agencia de seguros, y tengo que estar todo el día en el metro, soy el chico de los recados, para entendernos. Como me parecía una pérdida de tiempo, pensé que me podría aprovecharlo leyendo en el trayecto.
–Ya.
–Pero claro, voy siempre cargado de papeles y me gustan los best-sellers, así que me encontraba con el problema del peso. Hasta reparar en que la mayoría de los viajeros llevan con ellos libros de esa clase.
–...
–Así que comencé por Stephen King, que es el más frecuente, con mucha diferencia, y ahora estoy con Los pilares de la tierra. ¿Lo ha leído?
–Pues no.
–Es bueno, créame.
–Bueno, dejando eso de lado... ¿cómo puede leerlo? No me dirá que tiene la suerte de que los lectores van siempre por la misma página en la que usted dejó al viajero anterior.
–Eso es lo más incómodo, ciertamente. Pero mire: yo leo, y punto. A veces es la página 3, y otras la 345. Hay días en que sólo puedo acceder a párrafos sueltos y tardes en que leo páginas y páginas. ¿Voy demasiado deprisa?
–Un poco.
–Páginas y páginas... eso es. Pero, más tarde o más temprano, me pasa con todos los libros, llega un momento en que todos esos fragmentos leídos cobran sentido en mi cabeza... Se ordenan solos. Si el libro tiene cierta lógica, el discurso se impone sobre las partículas dispersas. No sé si...
–No se preocupe. Le entiendo perfectamente.
(Vicente Luis Mora, Metro. Línea circular, “Circular”)