Como estoy en paro y soy pobre las mañanas se hacen muy dolorosas. Así que para ocuparme se me ocurrió seguir un programa de entrenamiento. Freeletics, para más señas. También suelo leer la biblia temprano y algunas novelas sentando en un sillón orejero de imitación. Y cuando me acometen las ganas de masturbarme pienso en otra cosa. Mi vida sucede así, sin oficio ni beneficio, lentamente, sin propósito, ajeno a las riquezas materiales y apeado del servilismo a las vanidades de este mundo.
Soy un pobre esclavo que ha elegido un buen amo.
Hace unas semanas necesitaba una barra para colgarme y hacer dominadas, no tengo dinero para adquirir una, así que bajé a la cancha de al lado de mi casa para colgarme en las estructuras de hierro. En esa cancha toda las mañanas, durante años, hay un hombre que juega a baloncesto descalzo y sin camisa ya llueva o truene. Siempre que he pasado por ahí lo he visto y me he fijado en él. Lleva el pelo largo agarrado en una coleta y tiene los músculos definidos y la piel bronceada, hay en su cara algún rasgo asiático.
Pasé por al lado de él, sin interrumpir su sesión de tiros a canasta, y empecé a hacer dominadas poniendo todo mi esfuerzo. Entonces se acercó a mi y comenzó a darme consejos, sobre como hacerlo y algunas cuestiones relacionadas con el deporte. Reparé en que en la mano derecha le faltaban todos los dedos menos el pulgar. Comentó que los perdió trabajando en la refinería. También relató que tenía sesenta y cinco años, aparenta unos cincuenta, y que tenía nueve hijos. Que ahora vivía solo y que si se quedaba en el piso se sentía fatal y se volvía loco, así que empleaba toda la mañana en deporte.
Yo le detallé mi situación y que si bien tenía menos años que él y ningún hijo, también me encontraba asfixiado e inútil. Que lo único que había hecho tras acabar la carrera era leer novelas y libros filosóficos y entrenar. Parece que todo aquello le impresionó bastante y me preguntó por la carrera y cuando le respondí que había estudiado derecho se alegró enormemente. Quiso saber si era capaz de correr diez kilómetros sin parar, si podía hacer veinte dominadas seguidas, si tenía alguna noción de pelea y que si amaba a mi país. Le dije que el patriotismo es el refugio de los tontos, o algo así y entonces dijo que de eso nanai, que eso era de nihilista, uno se debe a su madre, a su novia y a su país. El que te vio nacer y te ha alimentado.
Me ofreció un trabajo, el trabajo más importante que nunca iba a recibir y me invitó a visitar una dirección al cabo de quince días, presentarme y someterme a una entrevista, si ellos me estimaban digno entraría a formar parte de la organización. Me dejó algo descolocado y traté de preguntarle que con que sector tenía relación el trabajo y si tenía que ver con algo de ventas a puerta fría. Se rió y dijo: ¿Has visto las películas de James Bond? Sí, me gustan, contesté. Pues como suele decirse, la realidad supera a la ficción, veo en ti capacidades. He de irme, recuerda, quince días, no falles.
Pasó una semana y me fui olvidando del asunto, pensé que el tipo me quería meter en una secta o aprovecharse sexualmente de mí. Y ya casi me había olvidado de todo cuando reparé en que tras cinco años oyendo el balón de basket botar y botar, desde hacía varios días no había ni rastro de él.
Aquello me extrañó. Pero lo que más me confundió fue que al cabo de tres días, otro hombre, totalmente distinto, rapado y barbado, fue hasta la cancha y comenzó a jugar a basket. Al principió pensé que era él, y por ello me asomé al balcón y le silbé, cuando se giró vi que era otro muy distinto, pero que vestía igual y hacía lo mismo. Me saludó por mi nombre y gritó: no faltes a la cita.
La dirección de la entrevista está en el mismo edificio del consulado inglés. Mañana es el día.
¿Debo ir?