Más al hilo de la cuestión:
En menos de 10 años Gallardón inauguró más de 150.000 metros cuadrados de infraestructuras culturales, además muy específicamente enfocadas al arte y las culturas contemporáneas: Matadero, CentroCentro, la rehabilitación del CondeDuque, MediaLab… Estas infraestructuras se suman a los 104 centros culturales de los distritos y a otros recintos cuyo uso no es cultural en sentido estricto, como Madrid Arena, Circo Price, o las antiguas instalaciones feriales de la Casa de Campo. La pregunta ¿Puede sostener la ciudad de Madrid tantas y tan gigantescas infraestructuras?
Ahora Madrid: No. La política cultural de Gallardón tiene la perversidad que ha tenido su política de infraestructuras. No se puede disociar. No es diferente la manera en la que piensa la infraestructura de la M30 de la que piensa las infraestructuras culturales. Mientras ha habido un proceso de infradotación real de la posibilidad de producir cultura en Madrid, y no me refiero sólo a los profesionales, sino en un barrio, por ejemplo, las posibilidades de un grupo de personas de producir cultura y de usar esas dotaciones han sido cada vez menores, a la vez que paradójicamente ha habido más lugares donde supuestamente eso se podía hacer. Y por otro lado el propio acceso a la cultura también se ha ido dificultando por los precios y por una merma en las condiciones de vida generales. Ese modelo, que es un modelo expansivo, una copia del modelo del ladrillo, estaba orientado a otras cuestiones: la primera era la cultura como un mecanismo para neutralizar conflictos sociales. La cultura como una herramienta no ya de pacificación o de producción de consensos, que eso podría tener su interés, no, es la producción de una virtualidad. La cultura se coloca por encima y tapa lo que realmente está sucediendo.
Eso unido a una serie de lógicas de evento, vinculada tanto a grandes superficies de la cultura como a momentos. La noche de tal, la noche de no sé qué, momentos de grandes aglomeraciones de gente, que genera la imagen de que ése es el día en el que la autoridad municipal te permite ser parte de la cultura.
Como el Centenario de la Gran Vía.
Este tipo de eventos. ¿Qué pasa? Que ahora tenemos muchísimas infraestructuras, o más bien vamos a hablar de superficies, porque una infraestructura tiene unos elementos que le permiten serlo. Muchísimas superficies que debemos auditar; tenemos que saber cuántas son, cómo se están usando, qué recursos hay, en qué se está gastando ese dinero, cuántas están vacías. Y a partir de ahí empezar a pensar qué uso se les puede dar y cómo se les puede devolver o crear su condición real de infraestructura de la cultura en la ciudad.
Por lo tanto no es sólo una cuestión de metros, sino de la ideología política que había detrás de todos esos metros, que lo que ha hecho es producir una expansión sin nada debajo. Que en el fondo es el modelo de ciudad que se da en todas las áreas. Mientras sucedía eso no había un plan estratégico para la cultura, por ejemplo.
Por lo que entiendo todavía no hay un plan concreto para estos megacentros. ¿Se podrían cerrar Matadero y CentroCentro?
Yo creo, y hablo en términos estrictamente personales, que una vez que tienes esa infraestructura hay que pensar qué uso le puedes dar. La cuestión no es tanto mantenerlo abierto o cerrarlo, si cerrarlo significa dejarlo morir. Sino más bien pensar cómo pueden servir a tres intereses: un interés ciudadano por la producción cultural, un interés ciudadano por el disfrute de la cultura, y en tercer lugar una dimensión de la cultura que vamos a llamar industrial, de todo lo económico que se mueve a través de la cultura. Lo que hay que hacer es pensar con el sector y con la ciudadanía qué usos se les pueden dar a esos espacios. Y también hay que poner en valor que mientras esto estaba sucediendo, había un montón de infraestructuras atípicas de la cultura, no reconocidas: red de huertos urbanos, centros sociales ocupados o alquilados, el Mercado de la Cebada, Esto es una Plaza, toda una serie de lugares en la ciudad que están cumpliendo ese papel de infraestructura cultural, que esas superficies deberían tener y no tienen. Hay que ver que relación tendremos con este tipo de infraestructuras.
Entonces, para mí la cuestión no es “vamos a cerrarlos”, sino “vamos a discutir colectivamente qué hacemos con ellos para darles el uso que deben tener”.