Gano más de 600.000 euros al año jugando a los videojuegos
Carlos Rodríguez tenía 10 años cuando vio por primera vez a su padre jugar en el ordenador. Aquello le encantó, sin imaginarse que, pocos años después, esa afición se convertiría en todo un estilo de vida con el que podría ganarse la vida profesionalmente. Y no solo eso, sino crear todo un imperio a su alrededor con el que ingresar, a sus 23 años, entre 600.000 y 700.000 euros anuales, sumando el sueldo que le paga su equipo, los contratos de publicidad, los premios, la retransmisión de sus partidas a través de internet y el «merchandising» que ha comenzado a vender a través de oceloteworld.net. «Es una locura», asegura a ABC, sorprendido aún por lo que le está ocurriendo.
En principio, la historia de este madrileño no es muy distinta a la de otros muchos chicos de su edad que se pasan horas y horas en su casa jugando al ordenador, completamente absortos con juegos como «FIFA», «Call of Duty», «World of Warcraft», «Halo», «Battlefield», «StarCraft», «Counter Strike» o, como es su caso, el «League of Legends». «A todo el mundo le gustan los videojuegos, pero a mí me hacía no sé qué en la tripa. Me empeñé en que yo quería hacer eso, así que hice todo lo posible para que mi padre me comprara un ordenador, incluso sacando unas notas perfectas. Cuando lo conseguí, empecé a jugar y a meterme en este mundillo cada vez más», cuenta Rodríguez.
La diferencia es que él ha conseguido convertirse en el más grande y mediático de los poco más de diez profesionales que hay en España en lo que se conoce como E-Sports (deportes digitales). Ocelote, el nick con el que se le conoce en este mundo, se ha convertido en todo un pionero que comparte podio en nuestro país con jugadores como Enrique Martínez, alias «XPeke», de Murcia, en el «League of Legends»; Alvar Martín, alias «Araneae», de Mallorca, también en el League of Legends, o Pedro Moreno, alias «LucifroN», en el «StarCraft II». «Ellos son los mejor pagados de aquí.
Profesionales en sentido estricto que cobran un sueldo de sus clubes por jugar a videojuegos, como si de futbolistas se tratara», explica Sergi Mesonero, director general de la Liga de Videojuegos Profesional (LVP). Jóvenes que apenas superan los 20 años de edad y que, además, generan otros cuantiosos ingresos de patrocinadores, de los premios de los torneos y, sobre todo, de retransmitir sus partidas a través de internet para miles de seguidores. Una tendencia con los que llegan a ganar hasta 500 euros diarios o mucho más si, como es el caso de Ocelote, consiguen congregar a más de 35.000 seguidores en directo o medio millón al día.
Corea del Sur, la meca
A pesar de ello, la profesionalización de este sector en España acaba de empezar. Muy por encima se encuentran países como Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, Suecia y, sobre todo, Corea del Sur, la meca de los jugadores de videojuegos. Esto ha provocado que las escasas estrellas españolas como Ocelote, Araneae, xPeke o LucifroN hayan terminado fichando por equipos de fuera de España, donde se cobran sueldos mayores. Según Ángel Guerra, product manager de Turtle Entertainment España y antiguo director de Pain Gaming, uno de los pocos equipos profesionales que hay en España, «en nuestro país no hay apoyo económico de empresas, aunque poco a poco se están volcándo más a este sector. Este año esperamos que haya mayor notoriedad».
«Los salarios más altos tradicionalmente se han pagado en Corea del Sur –cuenta Mesonero–, donde encontramos nóminas anuales por encima de los 200.000 dólares, aunque ha habido casos mucho más elevados. En Estados Unidos, los salarios de los mejores jugadores deben andar entre los 80.000 y los 160.000 dólares. En Europa, las cantidades son más bajas, entre 50.000 y 70.000 euros anuales de media. Y en España los mejor pagados se sitúan entre los 20. 000 y 40.000 euros. Pero en estas cifras no están incluidos los contratos de imagen o los ingresos por ganar torneos, que son mayores por lo general».
Ocelote ha conseguido meterse en ese olimpo de los dioses del videojuego a nivel mundial, donde encontramos a jugadores como el mítico Jonathan Wendel, conocido como «Fatal1ty», que es capaz de ingresar un millón de dólares anuales de los diferentes patrocinadores. Pero el madrileño es un caso excepcional en España y Europa, porque, más allá de ser mejor o peor jugador, ha conseguido montar todo un imperio alrededor de su imagen de marca.
Las broncas con los padres
Para llegar aquí todos estos jugadores han dedicado muchas horas a entrenar y han tenido que soportar muchas broncas de sus padres, los cuales se preocupaban al verles tantas horas frente al ordenador. «Me regañaban mucho, porque me veían llegar a casa, hacer los deberes en apenas una hora y tirarme después jugando hasta las 22.30 horas todos los días. Insistían en que hiciera cosas diferentes, pero no me podían decir nada porque yo cumplía y sacaba siempre muy buenas notas», recuerda el famoso Ocelote.
Cuando sus padres vieron que con 17 años un equipo le pagaba su primer viaje para competir fuera de España, a Hannover, y que de allí se traía sus primeros 2.000 euros a casa, fueron cambiando de opinión. No podían creerse lo que estaba pasando. Comprobaron que el niño lo tenía claro y comenzaron a darle mayor libertad. A partir de entonces, empezó a crecer como jugador profesional.
Primero fichó por un equipo francés que le pagaba 500 euros al mes, para lo que necesitó la autorización de sus padres, al ser menor de edad. Debió ser como un sueño para él que le pagaran por jugar a videojuegos, pero pronto aquella cantidad se le quedón pequeña. Siguió acudiendo a torneos, consiguiendo buenos resultados y ganándose el respecto de la gente por su forma de ser, hasta que SK Gaming, un equipo alemán situado entre los mejores del mundo, lo fichó cuando tenía 20 años, con un sueldo de 2.500 euros mensuales. «Lo que recibíamos los jugadores del club no era tanto en comparación con los 3.000 euros al mes que ganábamos haciendo streaming, más lo que ingresábamos de los premios de los torneos, otros 5.000 euros más cada uno cada dos o tres meses. Sacábamos una locura de dinero», cuenta Rodríguez.
«Con los pies en la tierra»
A pesar de su juventud y del dinero que gana, se muestra como una persona cercana, responsable, agradable y «con los pies en la tierra», seguro de que «no haber cambiado nada» a pesar de que cada vez que va a un torneo sus seguidores apenas le dejen ni ir al baño. Todo un fenómeno nuevo este de las estrellas del videojuego que no parece tener freno. «Por suerte mis padres me han educado muy bien y nunca he sido un niño mal criado», asegura con respecto a su fama.
Carlos Rodríguez siempre fue muy consciente de donde se metía y de la figura en la que se estaba convirtiendo dentro de este nuevo sector. Por eso, en su última revisión de contrato con SK Gaming no le importó que no le subieran el salario, pero impuso la condición, como si de Messi o Cristiano Ronaldo se tratara, de que le permitieran tener sus propios patrocinadores. El primero grande con el que fichó fue Digibet, en 2011, una empresa muy importante de apuestas por internet. «Sabía que me iba a entrar mucho más dinero por esto», añade.
El dinero
Casi con timidez, le cuesta mucho hablar de cantidades cuándo le preguntan cuánto gana ahora, sobre todo desde que hace un tiempo comenzó a vender entre sus seguidores todo tipo de artículos a través de su página web, tales como gorras, camisetas o alfombrillas para el ratón del ordenador.
«Vivo muy bien. Por suerte puedo echar una mano a mi familia, con la casa, los coches y con todo. Además estoy ahorrando muchísimo, porque llegará un momento en la vida en que deje de jugar y tendré que hacer inversiones», comenta dando un rodeo. Y ante la insistencia del redactor, añade: «No sé si lo debería decir. Bueno, pero hazme el favor de ponerlo de una manera en la que no parezca arrogante, porque de verdad es que no lo soy… pues solo del merchandising ingreso medio millón de euros al año fácil. Eso es como el 70% del total, ya que a esto tengo que sumar mi sueldo, lo que gano en los torneos, el streaming de mis partidas y lo que recibo de los patrocinadores personales. En total gano entre 600.000 y 700.000 anuales. Pero ahora es tiempo de ahorrar y ayudar a la familia», insiste.
Aunque asegura que este mundo y la gente que hay dentro le encantan, y que quiere dedicarse a esto toda su vida, reconoce que «ser jugador profesional y jugar una partida importante cada semana implica mucho estrés. Eso no lo puedes aguantar toda la vida». «El día que me levante por la mañana y me diga que no quiero jugar más, que no me siento con hambre de victoria, pues no jugaré, aunque al día siguiente tenga la gran final de lo que sea. Soy feliz jugando a los videojuegos, lo demás viene porque viene», añade, aunque rápidamente aclara que aún es pronto para su retirada de la competición, que aún no ha ganado ninguno de los grandes premios de un millón de dólares. «Pero llegará», finaliza convencido.