Wukong, el rey de los monos

EL JUICIO DE LA LIGA

Candidato: Wukong
Fecha: 22 de julio, 21 CLE

OBSERVACIÓN

Wukong irrumpe en la Gran Sala, rebosante de entusiasmo. La promesa de un reto lo emociona. Sus movimientos resultan salvajes y frenéticos, pero, pese a esa engañosa falta de coordinación, nunca parece perder el equilibrio. Su cabeza se mueve cual centella de un lado a otro. No queda claro si está examinando el lugar en busca de amenazas o si solo intenta asimilarlo todo de una vez. Probablemente ambas cosas.

Una vez satisfecho, tras haberlo observado o toqueteado todo, se dirige hacia las puertas. Este momento ya se ha demorado más de lo necesario.

REFLEXIÓN

Wukong seguía sin acostumbrarse a las estructuras que los humanos construían para luego encerrarse en ellas. Podía entender la necesidad de un refugio, pero en un lugar donde la sociedad del hombre dominaba el entorno, ya no quedaban muchos peligros. El Maestro Yi le había explicado con detenimiento el concepto de "privacidad" (principalmente porque la tendencia a curiosear de Wukong parecía violarlo a menudo), pero seguía sin entender muy bien por qué la gente prefería pasar tanto tiempo separada del mundo que la rodeaba. ¿Acaso no disfrutaban sintiendo el sol sobre la piel? ¿No les gustaban los aromas que transporta el viento? Será por el pelaje, pensó para sí.

En las Selvas de la Peste, Wukong pasaba noches enteras sobre la rama más elevada del árbol más alto, meciéndose hasta quedarse dormido al son de la serenata que miles de criaturas dedicaban a la luz de las estrellas. Pese a las maravillas que el ser humano había logrado, ninguna poseía aquella sencilla elegancia. Parecía que estaba en la naturaleza de la gente el buscarse y fomentar todo tipo de complicaciones, de forma que hasta las conductas más básicas contaban con directrices e instrucciones: modales en la mesa, protocolo para el cuarto de baño, rituales de cortejo, reglas de enfrentamiento... Transgredir cualquiera de esas normas sólo traía más complicaciones. Era agotador, y a menudo un sinsentido.

No obstante, pese a todas sus extravagancias, los humanos eran realmente notables, y sus guerreros habían supuesto para Wukong retos que no podía hallar en las Selvas de la Peste, retos que tiempo atrás le preocupaba que no existieran. Recordó el sentimiento de desesperación de aquel día, justo después de su encuentro con el dragón marino, cuando sintió que había alcanzado todas sus metas y derrotado a todos los oponentes. Su frenética ambición le daba impulso y un propósito, pero también le consumía cuando no podía darle rienda suelta. Como él, era un producto de las Selvas de la Peste, donde irregulares concentraciones de magia y vida brotaban hasta desbordarse; una evolución a toda velocidad.

El crujido de una hoja aplastada cerca de él le arrancó de sus pensamientos.

Wukong se inclinó instintivamente hacia atrás, justo a tiempo de evitar el arco trazado por un arma familiar. Mientras pasaba sobre él, pudo distinguir la inconfundible artesanía de Doran: se trataba de su propio bastón. ¿Se lo había robado alguien? Desplazó su atención a los dedos, y le alivió sentir que seguía sujetándolo firmemente.

Wukong aprovechó la inercia para dar una voltereta hacia atrás y elevó el arma para defenderse en cuanto sus pies tocaron la tierra. Tierra... ¿Dónde estoy? Echó un vistazo a su entorno y reconoció inmediatamente los exuberantes helechos, los gigantescos árboles kopak y las enormes y retorcidas enredaderas.

¿Cómo había regresado a las Selvas de la Peste? Y lo más importante, ¿quién acababa de atacarlo?

Examinó las inmediaciones, pero no encontró rastro alguno de su agresor. Nadie podía haberse escapado tan sumamente rápido. Miró atentamente a través de la frondosa vegetación en busca de señales que delataran el paso de alguna persona. No tuvo más tiempo de lo que dura un jadeo para fijarse en una curiosa sombra antes de recibir de lleno un impacto en el pecho, provocado por un golpe del arma impostora. El ataque provenía desde una distancia de casi seis metros, con lo que el arma se alargó varias veces su longitud normal para alcanzarlo. Tanto si era una falsificación como si no, compartía las cualidades únicas de la original.

El impacto lo dejó sin aliento, haciéndolo deslizarse a lo largo del musgoso suelo de la selva. Se mantuvo en pie, pero tuvo que esforzarse por mantener la entereza mientras intentaba que sus pulmones recuperasen el aire. Un borrón por el rabillo del ojo anunció la siguiente acometida, y Wukong consiguió identificar la centelleante armadura dorada de su atacante antes de verse acosado por una ráfaga de ataques. La forma era inconfundible.

¿Soy... yo?

Wukong, ahora sobre sus talones, apenas conseguía mantenerse erguido mientras bloqueaba el furioso asalto. Aquel clon granuja era más rápido que él, y elegía bien sus ataques, que impactaban certeros. Wukong trató de controlar al clon como hubiera hecho con una de sus propias ilusiones, pero no le sorprendió que no funcionara. Este clon no era uno de sus trucos; era algo totalmente distinto. ¿Había creado la selva otro rey mono que, probablemente fuera mejor? La mera idea lo horrorizó.

Wukong vio un hueco en la descarga de golpes del clon y lanzó un potente ataque. Lo calculó a la perfección: el clon no tuvo tiempo de reaccionar antes de que el bastón de Wukong impactara contra su mandíbula.

Tras la colisión, el clon se desvaneció en una nube de humo.

Oh, oh. Wukong conocía esta táctica demasiado bien. Trató de bloquear el ataque que sabía vendría por la retaguardia, pero no fue lo bastante rápido. El brillo del dolor le nubló la vista y se cayó de bruces sobre el barro y los helechos. Mientras parpadeaba, intentando que el mundo volviera a sus ojos, el clon caminaba a su alrededor, saboreando su ventaja.

"¿Por qué quieres unirte a la Liga, Wukong?". La pregunta, enunciada con su propia voz, lo enervó.

"Para ser el mejor", dijo con voz áspera mientras escupía tierra.

"Te queda un largo camino".

"Eso es lo divertido". Wukong hincó una rodilla en el suelo. "Cuando estás en la cima, ya no tienes adónde ir". Examinó al clon con curiosidad; quizá las cosas no fueran lo que parecían. "Pero no me queda un camino tan largo como crees".

Sonrío burlonamente, y el clon se lanzó al ataque bastón en mano, sintiendo el peligro. Lo único que golpeó fue una nube de humo. Wukong dio un salto en el aire tras ella, asiendo una liana con una mano y empuñando el bastón con la otra a modo de lanza. El clon se giró con inusitada rapidez; su bastón trazó un mortífero arco intentando alcanzar a Wukong. Acertó de lleno y en el momento preciso, pero Wukong se convirtió en otra nube de humo.

Los árboles parecieron cobrar vida. Otro Wukong se balanceaba en una liana, y después otro, y otro más. El clon se movía como una máquina, esforzándose por interceptar todos los ataques; la niebla iba ocultándole cada vez más a medida que los Wukongs se esfumaban inofensivamente frente a él. Trató de moverse para buscar un terreno mejor, pero cada vez más Wukongs brotaban de los árboles, rodeándolo y reteniéndolo con implacables ataques. Un Wukong se había quedado fuera de la nube, con los brazos cruzados, y contemplaba al clon mientras este pugnaba por no verse superado.

"¿Sabes, humano? Las cosas son diferentes en las Selvas de la Peste. No nos dan las cosas hechas; no nos protegen. Aquí, la mayoría de las criaturas no luchan por diversión, sino por supervivencia". Wukong esquivó el bastón del clon, que salió disparado desde la nube, tratando de pillarlo por sorpresa. "Pero yo lucho por ser el mejor. Eso es lo que me hace especial. Por eso partí en busca de vuestra Liga. Por eso me convertiré en el más grande".

Estaba claro que el clon perdía fuerzas. Wukong arrancó un melocotón de un árbol cercano y le dio un mordisco. Tenía un sabor divino.

"Como colectivo, tenéis el mundo al alcance de la mano, pero, en solitario, la mayoría de vosotros os venís abajo cuando os enfrentáis a una auténtica adversidad", dijo entre sorbidos, con la boca rebosante de melocotón.

De repente, la selva desapareció ante sus ojos. Dejó caer el melocotón, pero éste se desvaneció antes de tocar el suelo. Sólo quedaba el clon; a su espalda, la oscuridad. Sus ojos resplandecían, brillantes, pero había satisfacción en aquel rostro.

"¿Qué has sentido al dejar desnuda tu mente?".

Wukong dio un golpecito en el hombro del clon, desde detrás suyo; el Wukong con el que estaba hablando desapareció convertido en la clásica nube de humo.

"Te dije que no me quedaba un camino tan largo como creías", apuntó con una sonrisa.

El clon desapareció, con el ceño fruncido, y entones Wukong se encontró de vuelta en la Academia. Se rió entre dientes. Los humanos y sus rituales. Sea como fuere, había superado otra aventura; había salvado otro obstáculo. Iba siendo hora de poner a prueba a la famosa Liga.

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