Un año más estamos en mayo y un año más toca que los monoplazas americanos disputen una de las citas cumbres del mundo del automovilismo. Este año viene con bastante expectación, ya que una vez más el asturiano Fernando Alonso intentará tomar la salida y, llegado el caso, hacerse con el ansiado trofeo Borg-Warner. Esta ocasión, sin embargo, es más especial si cabe que su anterior intento, ya que esta vez la escudería McLaren, quienes en 2017 eran poco más que un patrocinador sobre un coche del equipo Andretti, se presentan como equipo propio, aunque con apoyo técnico de la también británica Carlin Racing. Además, la leyenda asturiana tiene ya en su vitrina de trofeos las 24 Horas de Le Mans, con lo que una victoria en esta carrera serviría para darle la tan ansiada triple corona. También contaremos con el incombustible Oriol Servià, quien siempre hace buenas actuaciones y, por qué no, podría optar también a beber la leche de la victoria.
No obstante, no lo van a tener para nada sencillo. Un total de 36 coches están inscritos para la clasificación de esta edición. Esto conlleva que hasta tres participantes verán truncadas sus aspiraciones antes siquiera de que se dé la bandera verde, ya que solo los 33 más rápidos en clasificación podrán formar parte de la parrilla de salida el domingo 26. Con la categoría en muy buena forma y con máxima igualdad entre los bólidos, nadie tiene nada ganado. El año pasado fueron la británica Pippa Mann y, de forma inesperada, el canadiense James Hinchcliffe los que tuvieron que ver la carrera desde el garaje. Nadie debe confiarse, si hay una carrera en la que cualquiera puede dar la sorpresa, para bien o para mal, es esta.
La prueba de las 500 millas es una de las más longevas del automovilismo, siendo disputada desde el año 1911, 39 años antes de la primera edición del Campeonato del Mundo de F1. Promocionada, no sin falta de razón, como The Greatest Spectacle in Racing, es considerada una de las tres pruebas que forman parte de la Triple Corona del Automovilismo, junto con el GP de Mónaco, disputado el mismo día, y las 24h de Le Mans, algo menos de un mes después. Tradicionalmente, se ha venido celebrando la prueba el fin de semana del Memorial Day, o Día de los caídos, lo que lleva a los americanos a añadir un extra de parafernalia y patriotismo al evento, que ya de por sí suele ser bastante mayor que lo que vemos en Europa. Es, sin lugar a dudas, un evento muy marcado por la tradición, como por ejemplo, la costumbre de que el ganador tiene que beber una botella de leche al terminar la carrera. Es también uno de los eventos deportivos que más público en directo acumula, si no el que más, con cerca de medio millón de personas viendo la prueba desde las gradas.
El circuito
El óvalo de Indianapolis es un circuito único y lleno de historia. Construido originalmente como un circuito de pruebas en el que se iban a disputar carreras, ¡con una superficie de grava!, fue poco a poco afianzándose como uno de los trazados referente en el automovilismo de competición, no solo en Estados Unidos, sino en todo el mundo, siendo modificado progresivamente con el objetivo de aumentar la seguridad y hacerlo apto para los cada vez más veloces bólidos, siendo primero pavimentado con ladrillos, cuando se ganó el apodo de "Brickyard", y finalmente completamente asfaltado en 1961. ¿Completamente? ¡No! Como los galos contra los romanos, un pequeño tramo de una yarda de ladrillos sigue resistiendo, sirviendo como línea de meta y como lugar de otra de las tradiciones: besar los ladrillos al ganar la carrera.
A pesar de que a nuestro poco experto ojo europeo todos los óvalos puedan parecernos iguales, nada más lejos de la realidad. Indianapolis es único en varios aspectos, y tiene un carácter propio muy marcado. Para empezar, es lo que normalmente se llama un "superspeedway", es decir, un óvalo muy largo, de más de 2 millas (3.2 km), concretamente, de 2.5 millas (4 km). Esto significa que es un circuito en el que se alcanzan de forma continuada velocidades extremadamente altas, y en el que el freno solo se pisa para entrar en boxes. Por otro lado, es un circuito bastante plano, con tan solo 9º de peralte, frente a los 33º que podemos encontrar en Talladega. Como principal factor diferenciante final, tenemos que tiene cuatro curvas físicamente diferenciadas, lo que no es normal en los óvalos, que suelen tener solo dos curvas, y a veces un pequeño y suave vértice en meta que rara vez se contabiliza como curva.
Pilotos y equipos
Horarios
Como siempre, ojo a las conversiones de tiempo que las he hecho yo y lo mismo la he liado.
On Board
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