Ni la inseguridad jurídica creada por un excesivamente rápido y continuo cambio de la legislación ni la excesiva rigidez del cuerpo legal son la virtud de ningún sistema.
Es preciso que ciertas leyes vayan cambiando y adaptándose tanto al cambio social como al cambio político. Lo que no es de recibo es que si una mayoría vota a un partido que ha vendido en su programa un cambio, por ejemplo, en materia de educación, cuando éste llegue al poder diga a sus votantes que no puede acometer la reforma porque es mejor dejar las cosas como están para que esto no sea un cachondeo según el usuario de un foro de videojuegos.