canadá estuvo a punto de «declarar la guerra» a españa por la pesca del fletán.
en 1995 el gobierno se dividió entre belicistas y dialogantes, revela un asesor del primer ministro.
el ex ministro de pesca canadiense brian tobin presionó hasta el último minuto para sostener un conflicto armado con españa durante la «guerra del fletán» en 1995, según cuenta james bartleman, entonces asesor del primer ministro, jean chrétien, en su libro de memorias. bartleman explica que el gobierno canadiense estuvo dividido en dos bandos, uno en favor de la diplomacia para resolver el conflicto y otro –capitaneado por el entonces ministro de pesca– dispuesto a utilizar la fuerza, incluso cuando españa y la ue habían decidido claudicar a las principales peticiones canadienses.
tripulantes del pesquero «estai» saludan desde la cubierta a su llegada a vigo
julio césar rivas
toronto- en su libro «rollercoaster» («montaña rusa») recién publicado, bartleman –actualmente gobernador general de ontario– recoge sus experiencias como asesor diplomático de chrétien entre 1994 y 1998 y dedica un capítulo al grave incidente diplomático. bartleman describe cómo «casi todos fuera del “bando de la paz” estaban a favor de tomar una línea dura. el uso de la fuerza había puesto a los europeos en la defensiva. ¿por qué no aumentar la apuesta y golpear a los españoles otra vez? incluso hubo conversaciones medio serias para desplegar los aviones de combate cf-18 a terranova». «me imagino» que habrían sido utilizados «para bombardear los pequeños barcos españoles de protección a los pesqueros si se hubiesen atrevido a interferir en otro arresto» añade.
el entonces asesor de chrétien responsabiliza en su libro al ministro tobin de la belicosa postura canadiense, de la que él mismo se manifiesta sorprendido y a la que se opuso en varias instancias, incluso a riesgo de perder su puesto. en una ocasión, bartleman objetó ante chrétien, y en presencia de tobin, el posible uso de fuerza. «revisé las opciones y señalé que al final, el gobierno tendría que estar convencido de que el interés nacional estaría servido al usar la fuerza y poner en riesgo las vidas de jóvenes canadienses y españoles», asegura. los ojos de tobin «estaban que echaban chispas» y aunque no dijo nada en presencia de chrétien, poco después le llamó por teléfono en un estado totalmente iracundo. «antes de que pudiese abrir la boca, empezó a gritar que no quería voces alrededor del primer ministro que aconsejaran moderación. me llamó un “cobarde canadiense del centro que no hace nada y sabe nada, que nunca tuvo que pescar para sobrevivir», según bartleman.
bartleman reconoce que contaba con un confidente en la unión europea que, tras la captura del «estai» el 9 de marzo de 1995, le mantenía informado sobre los cambios de la posición europea y española. tras un fallido intento de acuerdo, ottawa dio órdenes para capturar otro pesquero español el 15 de marzo, sábado de pascua. canadá comunicó a españa la orden y que sus fragatas tenían «órdenes de disparar» si las patrulleras españolas intentaban entorpecer el arresto. esa mañana el confidente de bartleman le comunicó que españa había cambiado su postura, lo que permitía alcanzar un acuerdo negociado, pero pidió a ottawa que no hiciese «nada estúpido como arrestar otro pesquero español» para evitar un enfrentamiento armado.
el «bando de la guerra» mantuvo realizar la captura a pesar de que chrétien autorizó a su embajador en bruselas, jacques roy, negociar con los europeos. roy envió el borrador del acuerdo y ottawa sancionó su contenido. el acuerdo final debía cerrarse dos horas después, cuando madrid remitiese el texto firmado. «un contacto en defensa, simpatizante con el bando de la paz, me telefoneó para decirme «el bando de la guerra, en un arrebato final de mal juicio y sin consultar con nadie –insiste–, había enviado instrucciones a los capitanes de la flota civil para realizar una última carga contra la flota española». en la flotilla civil canadiense se incluía un gigantesco rompehielos, el «sir john franklin», capaz de infringir daños masivos en los barcos españoles. «desesperadamente llamé al primer ministro, que dio contraórdenes. entonces roy telefoneó para decir que madrid había aceptado; la guerra del fletán había acabado», concluye. efe