El tipo se llama Yuan y es un fiera. Un crack. Un monstruo. Vamos, que casi no hay palabras para describir lo que es.
Podríamos no haberlo sabido, pero la fortuna es caprichosa y a Yuan, un joven varón chino residente en la ciudad de Changsha, en la provincia de Hunán, le salió al paso y le alcanzó de lleno en forma de un accidente de tráfico. A veces, ya lo experimentó Fleming con la penicilina, el conocimiento es fruto del azar. Y es que fue a raíz del percance viario de Yuan como se destapó el pastel que celosa y laboriosamente ocultaba. Al tener noticia del suceso, y de que el bueno de Yuan estaba en el hospital como consecuencia de las lesiones sufridas, empezaron a presentarse allí, una por una, las 17 jóvenes con las que mantenía simultánea y solapadamente relaciones sentimentales, y también de otra índole, con el aprovechamiento necesario para que una de ellas hubiera concebido un hijo con sus genes.
Se conocían casos de jerarcas chinos corruptos que con el fruto de su rapiña mantenían múltiples amantes, en número de hasta varias decenas, lo que ya sugería que la abnegación y la productividad que suele atribuirse a quienes ostentan esa nacionalidad no se limitaba al trabajo. Ahora bien, hay que reconocer que cuando uno es un jerarca corrupto, y dispone de la liquidez que esa condición lleva aparejada, cuenta con una baza nada desdeñable: el dinero que puede invertir en cada amante y la reparación que por vía pecuniaria puede darle para hacerle olvidar cualquier eventual desatención. Sin contar con las tareas y los detalles que la holgura económica permite subcontratar a terceros, desde comprar regalos en cada ocasión señalada hasta reservar un lugar donde perpetrar una cena romántica.
Sin embargo, el caso de Yuan desborda todo lo conocido hasta ahora porque, por lo que de él se sabe, no sólo no es un hombre acaudalado, sino que lo insostenible de su tren de vida le impelía a sacarles a algunas de las mujeres a las que había engatusado lo que se gastaba con otras. Para hacer eso, drenarle el efectivo a la mujer cortejada, que implica un mínimo de esfuerzo y despliegue seductor, y poder mantener a la vez otros dieciséis cortejos simultáneos, ese necesaria una energía mental, y cabe suponer que también de otra naturaleza, que coloca a este Don Yuan de Changsha en un lugar de excepción dentro de la larga y variada tradición del donjuanismo universal.
Secretamente, o no, todos los que tienen conocimiento de su historia se regocijan imaginando ese momento apocalíptico: cuando se persona en las urgencias del hospital la primera novia, y luego la segunda, y luego la tercera, y luego la cuarta... Y así sucesivamente. No sabemos si Yuan está consciente o no; a efectos de imaginarlo concedámosle que no, o que lo está pero los médicos no permiten pasar a ninguna de sus enamoradas, que empiezan a congregarse en la sala de espera, y a desvelarse unas a otras lo que allí está ocurriendo. No debe de tardar mucho en establecerse entre ellas esa solidaridad que surge de manera natural entre las víctimas, ya sea de una infidelidad o de cualquier otra clase de juego ventajista. Con el arrebato de la indignación, se cuentan unas a otras de qué forma las tenía engañadas el herido, cuya reputación ante ellas (o quizá habría que decir cuyas diecisiete reputaciones) estalla en mil pedazos que ni toda su labia ni todos sus esfuerzos lograrán recomponer.
Podemos imaginar, y muchos celebrarán, el vacío inmenso que se hará en la vida de Yuan cuando salga del hospital y no tenga que multiplicarse para atender sus diecisiete romances. La cuestión, con todo, es lo que durará ese vacío. Lo difícil es engañar a las primeras diecisiete. Para engañar a las siguientes le bastará con cambiar de ciudad. E ir más atento al volante.
http://www.elmundo.es/internacional/2015/04/12/5529b82c22601db80e8b4580.html?cid=SIN12201
Que crack el tio. Deberia ser usuario de Mediavida y pasarse por el hilo porque te dejo tu ex. A mas de uno se le quitaba las penas.