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El uso de drogas es un comportamiento muy extendido en la naturaleza y está identificado en docenas de especies animales. El caso más conocido es el de los elefantes africanos, que ingieren las frutas maduras de la marula que generan un alcohol al fermentar. Cuando ocurre, se ponen muy alegres, se excitan fácilmente y hacen eses al andar o saltan sin razón aparente. A estos árboles no solo acuden los elefantes, sino que también es frecuente que lo hagan las jirafas, las avestruces y los babuinos de la zona, montando un "cotillón" en medio de la sabana. También sus hermanos asiáticos toman frutas fermentadas con idénticos efectos. De hecho, con esta especie se repite un comportamiento muy humano: el saqueo de todo lo que huela alcohol. En Bengala, en el año 1985, una manada de elefantes borrachos, tras consumir la fruta del durio (Durio zibethinus) fermentada, arrasó con una destilería clandestina que encontraron en mitad de la jungla, como harán muchos españoles con el minibar del colega cuando cierren los pubs.
Pero algunos animales van aún más lejos. Los wallabies, unos pequeños canguros que habitan en Australia, se revuelcan en los campos de opio que cultivan las industrias farmaceúticas y comienzan a dar vueltas sin parar, lo que explica por qué allí aparecen misteriosos círculos que se atribuyen a los extraterrestres. Deben andarse con ojo los cultivadores de marihuana que habitan en Suramérica, ya que la agencia norteamericana contra la droga (DEA) no es su único enemigo. Los monos que habitan la zona, suelen colarse en las plantaciones ilegales y no se marchan hasta comerla toda. También hay ciervos en Siberia, que como hacían los hippies, se alimentan del hongo alucinógeno por excelencia: la Amanita muscaria. Después de comerlo corren sin objetivo, hacen ruidos extraños, estiran el cuello continuamente y se aíslan del resto de la manada.
La afición de los animales a drogarse es tal, que muchas de las que usamos los humanos han sido descubiertas observándoles a ellos primero. Este es el caso de la leyenda del descubrimiento del café en Etiopía, el cual era consumido por las cabras antes de su introducción a la dieta humana. Los nativos de aquel lugar, al ver a las cabras eufóricas pensaron en los beneficios que podrían aportarles a ellos. Lo mismo sucedió con el eboka, una raíz con potentes efectos psicoactivos muy conocida por los africanos, consumida por los gorilas y los chimpancés. Los locales aseguran que aprendieron de su existencia gracias a ellos.
Pero con tanta adicción a las drogas en la naturaleza, la pregunta que surge es ¿son conscientes los animales cuando lo hacen? La respuesta es sí. Michael Huffman y Don Cousins, de la Universidad de Kyoto, creen que los otros grandes simios toman drogas con un propósito recreativo. Encontraron que los gorilas de Guinea Ecuatorial ingieren raíces de la plantas Alchornea floribunda y Alchornea cordifolia, muy populares en la zona por sus efectos alucinógenos y afrodisiacos.
La atracción que ejercen las drogas en los animales nos hace pensar sobre el origen biológico de este impulso. Hasta hace bien poco pensábamos que los humanos eran los únicos que se drogaban con fines lúdicos, pero una gran cantidad de animales más nos acompañan en este club de viciosos, cuyo rito más importante se celebrará el día 31 de madrugada.
Fuente:http://www.elmundo.es