Siempre va a haber algún sabio que afirme que el comunismo es una buena idea; pero que ha sido mal implementada. Nada más falso que esto, el comunismo es una mala idea que simplemente ha sido implementada; de hecho es una terrible idea que atenta contra todos los derechos y libertades del ser humano. Me encontré un pequeño resumen sobre un libro escrito por Alain de Benoist y titulado “Comunismo y nazismo”. No comulgo con la mayoría de ideas que promulga de Benoist; pero en este caso encontré muy buenos puntos que me han animado a leerme el libro. Por ahora voy a publicar algunas de las ideas que he encontrado interesantes y que han sido escritas por Felipe Giménez Pérez y recopiladas en Biblioteca Almudí:
Es este fundamentalmente un libro breve y conciso dedicado a la reflexión histórico-político-filosófica sobre el comunismo y el nazismo.
Resulta que hoy en día si un individuo proclama su adscripción ideológica al nazismo está condenado, maldito, proscrito. El nazismo liquidó a 25 millones de hombres. Lógicamente es una doctrina criminal. Pero si un individuo presume de ser comunista, no pasa nada, es admirado, aplaudido, respetado. Sin embargo, el comunismo liquidó a 100 millones de hombres.
Podemos decir con Alain de Benoist, «que el sistema comunista no ha sido sólo un sistema que ha cometido crímenes, sino un sistema cuya esencia misma era criminal.»
Comparar comunismo y nazismo no quiere decir asimilar o igualar ambos. Se trata de poner juntos los dos para pensarlos juntos y establecer unas cuantas relaciones entre ambos términos.
Por empezar podríamos repetir el tópico del principio que caracteriza al clima político políticamente correcto o progresista: «El comunismo ha destruido más vidas humanas aún que el nazismo, y sin embargo continua prevaleciendo la opinión de que el nazismo ha sido, de cualquier forma, algo mucho peor que el comunismo». El argumento utilizado apela a las buenas intenciones. El comunismo habría obrado por amor a la humanidad y el nazismo por odio, por racismo. El nazismo sería criminal por vocación y el comunismo criminal por error. A fin de cuentas, los crímenes comunistas eran progresistas.
«Tenemos derecho a preguntarnos –escribe Stéphane Courtois– por qué el hecho de matar en nombre de la esperanza en ‘alegres amaneceres’ es más excusable que el asesinato vinculado a una doctrina racista.»
La enorme lucidez de Alain de Benoist nos lleva a demoler las creencias progresistas que eventualmente quedaran en la imaginación. «Inmediatamente se plantea la cuestión de saber si debe juzgarse a los regímenes políticos por sus intenciones o por sus actos.»
No hay más comunismo que el comunismo realmente existente, igual que no hay más nazismo que el realmente existente. Hay que evitar en todo momento el idealismo platónico que contrapone la Idea verdadera al mundo empírico falso y engañoso y aparente. «No basta con decir que el comunismo es una buena idea que ha terminado mal. Hay que explicar además cómo ha podido terminar mal; es decir, hay que preguntarse cómo una buena idea, lejos de inmunizar contra el horror, no le impide realizarse menos que una mala idea.»
Se nos quiere convencer del carácter único del nazismo, como algo esencialmente incomparable. Esto evita comprender el fenómeno del nazismo. «En efecto, un acontecimiento que no puede ser puesto en relación con otros acontecimientos se convierte en algo incomprensible.» Es imprescindible comparar el nazismo con el comunismo como sistemas totalitarios y criminales.
Lo peor es la diferencia de trato que han recibido comunismo y nazismo. «Mientras que el nazismo es considerado como el régimen más criminal del siglo, el comunismo, que ha causado la muerte de un número mucho más considerable de hombres, sigue siendo considerado como un sistema, desde luego impugnable, pero perfectamente defendible tanto en el plano político como en el intelectual o moral.» En España, pongo por ejemplo, el nazismo y su propaganda está castigado con la cárcel. La venta de un libro comunista no suscita ninguna crítica. Un antiguo nazi se convierte en un apestado política y socialmente, pero el haber sido comunista no acarrea ningún problema. Se tiene derecho a equivocarse con el comunismo, pero no se tiene derecho a equivocarse con el nazismo. Compárese el caso Heidegger con el caso Sartre.