Formar Gobierno en Grecia
Para ser elegido primer ministro y poder formar un Gobierno, un candidato necesita el apoyo de 151 diputados de los 300 que conforman el Parlamento en la investidura. Con el 99% escrutado, Nueva Democracia y el Pasok, conjuntamente, apenas suman 149, y el resto de fuerzas ha señalado que no se unirá a ellos. La ley electoral griega establece que la formación más votada (en este caso, Nueva Democracia) se beneficia de un ‘bonus’ de 50 diputados extra.
Sin embargo, al no contar con una mayoría absoluta, Antonis Samaras dispondrá únicamente de tres días para intentar formar un gobierno de coalición. Si fracasara, el turno correspondería a la segunda fuerza (Syriza). Y si tampoco ésta lograra su propósito, la tercera (Pasok) dispondría igualmente de una oportunidad.
Transcurrido ese tiempo, el presidente del país convocaría a las fuerzas para un último intento de unidad. Y si éste no se lograra se convocarían unas nuevas elecciones (¿el 17 de junio?). Hasta su celebración, el presidente del Tribunal Supremo sería nombrado primer ministro interino de un Gobierno de transición. Escenario que ahora parece más probable. ¿Ha ocurrido con anterioridad?
En realidad, sí. Desde la caída de la Junta Militar, en 1974, se han celebrado 13 elecciones generales. En todas y cada una de ellas, salvo las de junio y noviembre de 1989, o el Pasok o Nueva Democracia han conseguido votos suficientes para gobernar en solitario.
Desde 1981 a 2009, las dos fuerzas mayoritarias griegas han obtenido, de forma conjunta, entre un mínimo del 77,4% y un máximo del 86,6% de los votos. Han sido fuerzas (y dinastías familiares) muy poderosas y excluyentes, que han construido redes clientelares y contactos suficientes para no ver amenazado su monopolio. Anoche, sumaron menos de un 33%. En casi 40 años sólo había habido una, o mejor dicho, dos, excepciones
¿Qué ocurrió en junio de 1989?En esos comicios, el conservador Constantine Mitsotakis logró imponerse claramente al socialista Andreas Papandreu, perseguido por diversos escándalos, con un 44,28% de los votos frente a un 39,13%. Sin embargo, un cambio muy oportuno en la ley electoral impedía gobernar en solitario a la primera fuerza política si ésta no había logrado al menos un 50% de apoyo.
Nueva Democracia formó una singular y efímera coalición con el partido comunista (KKE, al que le pasaría factura entre su electorado), presidida por Tzannis Tzannetakis, pero su debilidad llevó a la convocatoria de unas nuevas elecciones. En octubre de 1989, Ioannis Grivas, presidente del Tribunal Supremo, encabezó a tal efecto un Gobierno en funciones.
Las elecciones se celebraron en noviembre, pero no arrojaron un resultado diferente al del verano, por lo que tuvo que formarse otro Gobierno de transición, formado el 23 de noviembre bajo la presidencia del independiente Xenophon Zolotas.
En abril de 1990, y tras tres llamadas a las urnas en menos de un año, Nueva Democracia pudo gobernar con apenas el apoyo de un diputado extra. La experiencia no dejó buen recuerdo en un país, antes y después, acostumbrado a la discusión y no a los acuerdos políticos.
Sin embargo, los acontecimientos de los últimos tres años han roto el reparto tradicional de poder. Un número relevante de diputados, algunos de ellos históricos, ha abandonado los partidos mayoritarios por su oposición a las medidas de ajuste o ha sido obligado a hacerlo por no respaldarlas en votaciones clave. Menos del 35% de los ciudadanos ha votado a partidos que defienden la senda acordada con Bruselas de ajustes y ayudas, mientras que más del 65% lo ha hecho a formaciones escépticas, cuando no abiertamente hostiles, a esa vía.
Anoche, con el recuento todavía en marcha, el FMI ya advirtió de que retendrá el próximo tramo de ayuda si las reformas no siguen el curso marcado, lo que puede ser fatal para el pago de nóminas y servicios esenciales. Además, un Gobierno débil, en el caso de haberlo, no es seguro siquiera que pueda poner en marcha los recortes de entre 11.000 y 14.000 millones de euros que Atenas debe aprobar en junio. Lo que, a su vez, pone en grave riesgo la continuidad del país en el euro.