La autopsia detecta lesiones y manchas de grasa en las piernas de Lucía
El informe definitivo, que llegó el lunes al juzgado, revela erosiones y hematomas leves en las extremidades inferiores, pero ninguna herida en las manos ni en la cara
Lucía Vivar murió a causa de un traumatismo craneoencefálico severo, pero tenía más lesiones en su cuerpo. El informe definitivo de la autopsia, que llegó este lunes al juzgado que investiga el caso, revela que la pequeña sufrió erosiones y hematomas de carácter leve en las piernas, donde también presentaba manchas de grasa, según ha podido confirmar SUR.
En concreto, la menor tenía erosiones pequeñas –la única de cierto tamaño mide sólo 2,5 centímetros– en la pierna izquierda, todas por debajo del muslo, y un hematoma a la altura de la cadera. En la extremidad derecha, presentaba tres hematomas superficiales, uno en el muslo y dos en la cara posterior de la pierna, una erosión en el glúteo y pequeñas heridas en los talones causadas por el roce de las sandalias. También se observó una erosión más grande, de unos ocho centímetros, en la región dorsal derecha de la espalda.
Traumatismo de alta energía
Sin embargo, los cinco forenses que examinaron el cuerpo durante las cinco horas que duró la autopsia no hallaron ni una sola lesión en las manos de la niña. Tampoco en la cara, en el cuello o en la cabeza, salvo el «traumatismo de alta energía» provocado, según las investigaciones, por el tren, que la golpeó con alguna parte de su estructura, aunque sin llegar a arrollarla.
Para los galenos, ese «intenso traumatismo» fue el que le causó la muerte y se produjo «en el mismo lugar donde fue encontrada», a 4.200 metros de la estación de Pizarra, donde desapareció siete horas antes. Respecto a la data del óbito, los forenses han establecido una horquilla entre las 5 y las 7.00 horas, lo que encajaría con la declaración del maquinista, que observó en torno a las 6.45 un «bulto» en la vía y, posteriormente, al volver de Álora hacia Málaga, comprobó que se trataba de la niña.
La pequeña tenía manchas de grasa en las manos, en las piernas y en el vestido
Como ya informó este periódico el martes, los análisis complementarios a la autopsia, realizados en el Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses del Departamento de Sevilla, desvelaron que no había signos de agresión sexual ni ADN masculino en el cuerpo de la menor, que tampoco había ingerido alcohol o algún otro tipo de sustancia tóxica.
Además, la pequeña presentaba manchas de suciedad y de «tinte negro, semejante a la grasa» en las piernas y en las sandalias, así como en las palmas de las manos, lo que, a juicio de los forenses, «sugiere un contacto directo con la grasa que se encuentra en las vías del ferrocarril». De hecho, también tenía manchas negruzcas y de óxido en la parte posterior del vestido, como si se hubiera sentado sobre los raíles. Asimismo, las heridas de las extremidades inferiores serían compatibles con caídas o roces sobre piedras de superficie puntiaguda, como pueden ser los balastos.
No obstante, fuentes próximas a la investigación precisaron que esas lesiones revelan el mecanismo de la muerte (el golpe del tren) y la presencia de la niña en las vías, pero no permiten sostener –ni tampoco descartar– que recorriera los 4.200 metros que separan la estación de Pizarra, donde fue grabada por una cámara de seguridad al final del andén que da paso a las vías, y el lugar donde fue hallado su cadáver. Es más, la levedad de esas lesiones –teniendo en cuenta la orografía del terreno y la visibilidad lunar que había ese día, que era solo del 8,4%– es precisamente uno de los principales argumentos de los informes preliminares elaborados por los criminólogos que han estudiado el caso. No en vano, la familia ha reiterado mediante un segundo comunicado remitido por su abogada, la penalista Ana Belén Ordóñez, del bufete Ley 57, su petición de que no se descarten otras posibilidades más allá de la hipótesis principal de la Guardia Civil, que apunta a que Lucía se adentró sola en las vías, se desorientó y caminó toda la noche hasta que, agotada, se acurrucó entre los raíles.
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