Buenas madrugadas. He recuperado un pequeño texto que escribí hace unos años un día muy aburrido y que me ha resultado interesante compartir tras recuperarlo de quién sabe dónde. Puede carecer de sentido, de eso no cabe duda, pero espero que la idea general se capte.
Cumpleaños, la ilusión por cumplir años.
Es algo que siempre me he preguntado qué tiene de bueno. Desde pequeño se nos inculca el celebrar cumpleaños. Ya más mayor, y a no ser que sea de manera íntima, uno no celebra sus cumpleaños pero tiene la fecha marcada de manera que siempre sea especial. Pero, ¿especial por qué?
De pequeño es normal que se ansíe el cumplir años. Cuando uno es un niño en todo momento piensa que ser mayor es más guay, más mayor. Tener más edad que tus compañeros de clase o amigos, aunque haya diferencia únicamente de días entre unos y otros, hace sentirse especial, superior. Y todo ello dejando a un lado el incentivo añadido de los juguetes que regalan cada aniversario que, en algunos casos, es lo que principalmente llena la ilusión por la llegada de los mismos.
Pero cuando se es un poco más mayor, uno debería empezar en consideración lo realmente indignante que es cumplir años y celebrarlo. Cumplir años es inevitable, pero ¿y celebrarlo? ¿Qué tiene de interesante ser oficialmente un año más mayor? Salvo algún contratiempo que adelante el fallecimiento, una persona ha de morir vieja. Las personas, por normal general, tienen miedo a la vejez y con lo cual quieren estar lo más alejado posible de ella. Entonces, ¿para qué celebrar cumpleaños? O, simplemente, para los que ya no lo hagan, ¿para qué tener siempre presente la susodicha fecha? ¿Es que tienes prisa por hacerte mayor?
Es ABSURDO que en el día de tu cumpleaños llegues al trabajo y te empiecen todos a felicitar (ojo, ¡felicitar!), regalar algún que otro detallito y preparar una fiesta con una gran tarta para celebrar tal acontecimiento. ¡Lo que faltaba! Se celebra con júbilo y alegría un paso más que das hacia tu fin; lo que quizá se convierta en el fin de una etapa genial de tu vida para comenzar una totalmente ruinosa… Pero eso da igual, a soplar las velitas y a pasarlo bien.
Cada día que pasa, cada minuto, cada segundo… una persona se va haciendo mayor. Siguiendo la regla de tres de los cumpleaños, tendríamos que celebrar un “me-voy-volviendo-mayor” a cada instante ¿no? Si al menos fuera de manera regresiva…pero no.
Y porque tiene que ser bastante complicado de sobrellevar y superar el paso de los 29 a los 30. Se deja atrás la década de las fiestas, la diversión, las juergas universitarias… para dar paso a la década aburrida, donde se ven primeras arrugas reivindicándose, a esos pelos de la cabeza que cada vez son menos, a problemas de la vesícula, del riñón, migrañas, stress, azúcar… Todo son problemas, graves, esos que ayer cuando tenías 29 no le dabas importancia.
Pero lo peor debe de ser sin duda, acostarte un día todo feliz con 25 años y levantarte al día siguiente, miras en el calendario que día es y ¡bingo! Es tu cumpleaños. Toda la familia, todos los amigos, todos los compañeros de trabajo se reúnen para darte una calurosa fiesta. “¡Felicidades! Tienes 61 años… Que envidia, ¿¡eh!? Y que bien te conservas, pareces aún un chaval…”. Juer, pero si ayer tenía 25…
Y sin abandonar la temática principal me gustaría también nombrar el tema de los aniversarios. No el de cumpleaños nono, ahora le llega el turno a los aniversarios de Boda o noviazgo. Estos son los que más gracia me hace, celebrar las bodas de plata por ejemplo. “Cariño, 25 años juntos que bien ¿eh?” Bien por los cojones, 25 años juntos llenos de calumnia, mentiras, desengaños, flagelaciones… y sí, quizá también algún momento memorable y especialmente bonito. Es todo amargante. ¿No sería mejor celebrar el primer día juntos y punto pelota? El primer día, el único que merece realmente la pena: todo es perfecto, aún no se han recibido palos colaterales, se es joven…
LO QUE AVANZA EN EL TIEMPO NO SE HA DE CELEBRAR, al contrario, se ha de llorar desconsoladamente al echar la vista atrás. Qué la vida son dos días y cuando uno se da cuenta ya ha pasado uno y medio.
Menos cumpleaños, aniversarios y gilipolleces, y si por algún casual después de leer estos aún os reafirmáis en formar celebraciones, que sean como la primera y no la última, que ya bastante peso lleva ya uno encima.
Un saludo.