La insonorización de las viviendas de este país es una broma de mal gusto, los ladridos de los perros de mi edificio son irritantes. En ocasiones me veo en apuros sorteando correas kilométricas e intentando adelantarme al cociente espacio/tiempo en lo referente a cuál debiera ser la mejor opción en mi ruta, si driblar al perro o al dueño.
Pase que el maltrato animal os haya comido el cerebro, que sólo habléis del chucho cada vez que quedáis en escuadrón para pasear al chucho, incluso pase que vistáis de rosa al animal y que os dejéis un porcentaje considerable del sueldo en su manutención (por cualesquiera que sean las razones, desde conflictos internos no resueltos hasta qué sé yo) pero, maldita sea, ponedle un bozal a esa cosa.
¿Qué necesidad tendría un ciudadano de clase media tirando por lo bajo de hacerse cargo de un ser vivo cuya única vía de comunicación es mediante sonidos que exceden el umbral máximo de decibelios permitidos y que, para más inri, ni habla nuestro idioma ni aporta nada a la sociedad a efectos prácticos?
Para los moralistas y rojillos, en ningún momento hice apología de la violencia en ninguna sus vertientes, me limito únicamente a plantear un par de cuestiones: ¿debería el Estado expedir un carnet de tener perro? ¿Debería oficializarse un examen tipo test para la obtención de dichas credenciales?