A mediados del siglo XIX, en una ciudad del norte del Kurdistán, en Irak, su maestro derviche le dijo al jeque Abdul Carim que fuera a meditar a las montañas. Así lo hizo. Durante dos años no se supo nada de él y su familia le dio por muerto. Entonces, una noche Carim se apareció en sueños a su hermano y le reveló su paradero. Al día siguiente su familia fue a buscarle a las montañas y lo llevó de regreso a casa. Parece ser que, durante su ausencia, Carim se comunicó con Dios, quien le reveló un casnazan (secreto que nadie sabe) mientras se encontraba en profunda meditación. A partir de ese momento, su secta de derviches sufíes se llamó Tariqa Casnazaniyyah, que significa el camino que nadie conoce.
Desde el siglo VI, los sufíes (una rama del islam) han demostrado sus poderes a través de autolesiones que sanan instantáneamente y sin dolor. A mediados de los años ochenta, Jamal N. Hussein, un joven doctorado en ciencias físicas por la Universidad de Bagdad, habló con el jeque Mohamed al-Casnazani, el actual maestro de los Tariqa, para pedirle que permitiera a alguno de sus derviches pasar por una serie de pruebas en el laboratorio. El jeque accedió, financiando en parte el proyecto. Se llevaron a cabo 50 series de experimentos con 28 miembros de la secta, cuyos resultados tardaron en llegar a Occidente.
Los derviches se introducían broquetas y espigones de metal sin esterilizar en las mejillas, la lengua, el labio inferior, los lóbulos de las orejas, el cuello, los brazos, el pecho y el abdomen. Se clavaban puñales en el cráneo y debajo de los ojos. Masticaban y deglutían cristales y hojas de afeitar, cogían platos al rojo vivo y se los colocaban entre los dientes, apoyaban hierros candentes contra sus caras, brazos y piernas durante casi diez segundos, y exponían sus lenguas a la picadura de escorpiones y serpientes venenosas.
En todos los casos observados, los derviches jamás sintieron dolor. Las heridas sanaban y desaparecían en pocos segundos. Generalmente, pequeñas gotas de sangre cubrían la herida al principio, desapareciendo enseguida. Nunca se infectó una herida, y los investigadores llamaron Super Reacción (SR) al instante de la curación. Según cuentan, sus poderes les son otorgados en la ceremonia de iniciación y pueden transmitirlos a otras personas por voluntad propia.
En Malasia, la ceremonia Kaavadi incluye la inserción de 108 agujas en el cuerpo mientras el sujeto está en trance. Después, al extraerlas, no se perciben heridas ni sangre.
Los derviches más conocidos en Occidente son algunos sufíes denominados derviches giratorios, que danzan dando vueltas sobre sí mismos hasta caer en un estado de trance o éxtasis religioso.