Un post en la web de la FAC (http://www.fac.cc) me ha recordado un texto que leí hace unos meses. En él se habla, en clave de humor, de diez estereotipos de personas que tienen alguna relación con las drogas.
Fácilmente se podría identificar a cada uno de ellos con mucha gente del foro, empezando por mí. Aquí lo dejo:
El de la piedra filosofal: Hasta ayer era un pìbe común y corriente. Hoy se fumó un porro y se cree Neo después de descubrir la Matrix. Despertó de un largo letargo y ahora “entiende todo” y está ansioso por contarlo. No hay canción que no hable de drogas ni película que no sea una metáfora lisérgica. Agobia a sus amigos con pedorras interpretaciones del mundo en clave de porro y si éstos intentan discutirle la verdad revelada les contesta con soberbia “dejá, vos sos muy cerrado, no sabés lo que es esto”.
El fanático religioso: Bob Marley es dios, Jamaica la meca y el reggae música celestial. Este imbécil tiene una necesidad incontenible de que todo el mundo se entere de su devoción, y no escatima en recursos: pins de hojas de chala, remeras con frases “ocurrentes”, el cuarto empapelado con posters de Marley y cuanta mierda encuentre con los colores rasta forman parte de su uniforme. Se relaciona sólo con seres de su especie y cualquier cosa que no involucre un porro automáticamente es “careta”.
El militante combativo: ni lucha de clases, ni guerras de poder, ni sed de conquista: la verdadera cuestión de la historia del mundo es la legalización. Con la convicción de un taliban fundamentalista este pelotudo se anota en todo tipo de activismo: desde plantar semillas en las plazas públicas hasta organizar una suelta de globos el día del cumpleaños de Bob Marley, cualquier excusa es válida para repetir por enésima vez su manifiesto drogón.
El snob ilustrado: sin dudas uno de los peores, a esta clase de imbécil habría que despellejarlo con un pelapapas. Examina cada porro que le cae en manos con la severidad de un sommelier frente a una botella de vino de 1000 dólares. Invariablemente cualquier cosa será una mierda en comparación a las tres millones de variedades de porro que probó en Ámsterdam, al hash que fumó en Marruecos o a lo loco que quedó esa noche que un grupo de monjes camboyanos lo invitaron exclusivamente a comer brownies mágicos en la mismísima punta del Tibet.
El botánico emprendedor: harto de depender de la caótica cadena de distribución de marihuana, el botánico se convence de que lo mejor es ser autosuficiente y se embarca con pasión en la aventura del autocultivo. Preocupado por informarse, al tiempo estará aburriendo a medio mundo con insoportables monólogos sobre sus plantas, a las que se refiere como si fuesen sus hijas, y habrá invertido la mitad de su patrimonio en lámparas especiales, semillas importadas del Congo Belga y cuanta porquería encuentre para mejorar su jardín.
El del consumo responsable: drogarse es para él una elección, una forma de vida, una ideología y, como tal, merece estar fundamentada en bases sólidas y argumentos irrebatibles. Con inquebrantable disciplina este energúmeno se estudió toda la bibliografía que existe sobre el tema, cita constantemente a Escohotado y recopila prolijamente todos y cada uno de los artículos que encuentra referidos a las drogas y sus efectos. Está al tanto de todas las novedades y es una verdadera enciclopedia parlante. No es un drogón, es un erudito y exige respeto.
El que se cree una estrella de rock: todos los demás son unos giles en comparación a él, que se cree el ser humano más canchero del planeta desde que se droga. Ama referirse al porro como si fuese su amigo, y a tales fines le pone nombres ridículos como “mike”, o “Harry”, y es incapaz de contar una anécdota sin aclarar cada dos minutos que “estaba reloco”, o que tal cosa era “reflashera”.
El “no a las drogas”: Némesis de todos los anteriores, el “no a las drogas” se define como un tipo serio y desprecia a todos los que “cayeron en esa”. Se refiere a todos los dragones como “hippies de mierda” y piensa que el mundo sería un lugar mejor si éstos se pudriesen en una isla. Este subnormal es de los más peligrosos, ya que detrás de su discurso de tipo centrado se esconde un vikingo capaz de absorber litros de cerveza como una esponja hasta perder el sentido y cometer las atrocidades más impensadas. Jamás amanecería en su casa de no ser por los 4 amigos que se encargan de arrastrarlo cada noche, y aunque despierte invariablemente abrazado al inodoro y la resaca lo atormente cada fin de semana no hay manera de que el mogólico se convenza de que el alcohol ES una droga, y de las peores.
El que se limó: este discapacitado mental tiene la culpa de que la marihuana cargue con el estigma de “droga de iniciación”. A él no le alcanzaba con estar “loco”, quería probar que se sentía estar RE loco y lo logró a costa de emprender una carrera demencial que lo llevó a fumarse, tomarse y aspirarse cuanta cosa tuviese enfrente, desde una pastilla hasta un frasco entero de poett y una botella de lavandina. Sus días son grises y aburridos, y espera la llegada de la Creamfields como un niño la navidad. Hace 10 años que ahorra para irse a Ibiza de vacaciones.
El que se limó y volvió: este es pariente del anterior, pero en una versión aún más insufrible. Después de amanecer una tarde tirado en una zanja sin poder acordarse cómo mierda había terminado allí, este idiota decidió que era hora de sentar cabeza y abandonó de sopetón todos sus vicios. Cual ex fumador extremista, ahora se dedica a predicar las maravillas de la vida sana y habla de “lo que pasó” como si hubiese atravesado el infierno mismo y hubiese salido ileso. Ante la más mínima mención de “un porrito”, el que volvió se pone serio y en tono grave empieza a relatar los pormenores de su experiencia de vida, como si se tratase de un enviado divino con la misión de salvar a la humanidad.
http://cilotimia.blogspot.com/2007/06/las-drogas-y-sus-diez-engendros.html